El secuestro de Alan Pulido, seis años después

Politicón
/ 30 mayo 2016

El secuestro del futbolista Alan Pulido, ayer en Ciudad Victoria, ocurrió el domingo previo a las elecciones de gobernador en Tamaulipas. Tal como hace seis años la mano criminal asesinara el lunes previo a las votaciones al candidato del PRI, Rodolfo Torre. Los dos hechos quizá nada tengan que ver entre sí, pero comparten raíz, atmósfera, componentes, trama. Tamaulipas era una tragedia en esta semana hace seis años. Tamaulipas es una tragedia hoy.

“Plata o plomo. Placa o plomo. Plaza o plomo. Tamaulipas o plomo”, marca la primera línea del libro Tamaulipas, la casta de los narcogobernadores, un eastern mexicano, del periodista Humberto Padgett, que también comienza a circular en esta semana previa a las elecciones. Se trata de un cuidadoso recorrido de siete décadas para contar una historia de sencilla conclusión: la de Tamaulipas es una delincuencia organizada que siempre lo ha tomado todo.

Los criminales de Tamaulipas no negocian con el poder, son el poder. Así ha sido de Juan N. Guerra al Cartel del Golfo y los Zetas. Lo que ha cambiado acaso es la percusión de la violencia. Antes se mandaba matar y, más o menos, se respetaba a las familias. Hoy se mutila y no hay límites para imponer el terror. Antes se contrabandeaba droga y controlaba la economía negra. Hoy la diversificación criminal se expande a la piratería, venta de armas, explotación laboral y sexual, tráfico de personas, secuestro, extorsión masiva, control de prisiones.

Tamaulipas, detalla Padgett: 7 mil 200 ejecutados en los últimos 10 años, 5 mil desaparecidos, 41 mil tamaulipecos que “han huido de sus casas con el miedo y la muerte mordiéndoles las pantorrillas, soplándoles en la nuca”.

Tamaulipas, la de Reynosa, Matamoros, Ciudad Victoria, Tampico, Altamira, San Fernando: “Nunca vi tantos muertos por el camino. La migra ya no es el problema. La bronca es de este lado, con los Zetas. La migra te apaña, te zarandea, te regresa. Los otros te topan, te torturan, te matan. ¡Qué pinche muro de Trump ni qué la chingada! ¡Que los pinches gringos que no nos quieren les den las gracias a los Zetas!”

Tamaulipas, retratada en este libro que desvela reuniones, como la de abril de 2004, en la casa de un secretario del entonces Gobernador Tomás Yarrington, en la carretera Victoria-Matamoros. 

Algunos asistentes: quien sería el próximo Gobernador, Eugenio Hernández, el difunto Rodolfo Torre y el mítico líder de los Zetas, Heriberto Lazcano, El Lazca.

Tamaulipas: Cárdenas González, Martínez Manatou, Américo Villarreal, Cavazos Lerma, Yarrington, Eugenio Hernández, Egidio Torre. Todos, en el mejor de los casos, gobernadores doblados, arrodillados por los criminales. ¿Qué pueden ofrecer el domingo el panista Francisco García Cabeza de Vaca o el priísta Baltazar Hinojosa? Nada. Ni siquiera entregados al Ejército y la Marina.
Da lo mismo quién gane. Porque en Tamaulipas sigue mandando el crimen. Parece que sólo el talentoso Alan Pulido no lo sabía.  

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¿Por qué renuncia el fiscal Luis Carlos Nájera? Porque los criminales le metieron miedo, respondieron en el Gobierno de Jalisco.

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