‘Haceres’

Politicón
/ 10 noviembre 2017

En todo hombre está presente el deseo de hacer cosas grandes, de vivir su vida a fondo, de no desperdiciarla

Algunos piensan que el mundo ha estado siempre dividido. Hace dos mil años – dicen –, se era romano o bárbaro. Luego se podía ser conquistador o conquistado. Después conservador o liberal, comunista o capitalista. En fin, parece que los hombres nos divertimos dividiéndonos. Pero yo tengo para mí que hay una división que permanece a través de los siglos. Una división que trasciende todas las épocas y culturas: los hombres o somos felices o somos infelices. El lado que escogemos no se nos asigna. Cada uno lo conquista, lo merece, lo alcanza. Por ejemplo, cuando nos preguntamos qué carrera queremos estudiar el criterio de elección es único: lo que me lleve a ser feliz. Para muchos la opción es obvia. Otros permanecen indecisos largo tiempo. Pero todos tienen clara una cosa: la carrera que escogerán les tiene que llevar a realizarse. Y es que en todo hombre está presente el deseo de hacer cosas grandes, de vivir su vida a fondo, de no desperdiciarla. ¿Y por qué hay tanta gente que no se ha realizado? ¿Por qué hay personas que, aun cuando tienen cantidades exorbitantes de dinero, no son felices? ¿Por qué hay quienes trabajan a un ritmo intenso y se sienten vacíos? Tú mismo, ¿nunca has temido no realizarte? ¿No te ha invadido nunca la sensación de que todo lo que haces es en vano, que la vida es un eterno retorno, un ir y venir sin sentido?

Seguramente también vives a un ritmo casi frenético: la preparatoria, la universidad o el trabajo, las actividades extraescolares, las maestrías, los exámenes, las fiestas, los favores, reuniones por todas partes, pagos del teléfono, la luz, el agua, desperfectos de la casa... Ninguno se salva. Todos tenemos mucho que hacer y muy poco tiempo para hacerlo. Y queremos hacer más. Queremos llenar más nuestro tiempo. Deseamos tratar con más personas. Buscamos realizarnos. Pero el hastío permanece. ¿Quieres una solución? No se trata de llenar más tu tiempo o de vivir en medio del ruido. Se trata de hacer vida la consigna que leí en la lápida de un cementerio hace poco; un testamento que debe flecharnos el corazón a todos: “hacer pronto, hacer todo, hacer bien, hacer gozosamente”.

Un hacer por hacer no sirve. Ni siquiera basta hacer todo con prontitud. Es insuficiente cumplir con excelencia lo que se nos pide. Se trata de hacer pronto, de hacer todo, de hacer bien, y, sobretodo, de hacer gozosamente. Los cuatro “haceres” se han de unir como en una sinfonía. Han de ser uno solo. Y con eso no te digo que no habrá problemas. Las dificultades seguirán. Pero cuando esos cuatro haceres se juntan, transforman las dificultades en oportunidades para embellecer tu existencia. Así que ya lo sabes ¡haz pronto, haz todo, haz bien y haz gozosamente! Ese trocito de gozo en todo lo que haces es la clave para vivir con gusto. Un pedacito de gozo en los estudios, en las fiestas, en la oración, en las reuniones familiares, en el futbol, en el baile seguro que cambiarán tu día y, por lo mismo, el modo de llenar las hojas del calendario de tu existencia con más color.

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