La detención de Dámaso vista desde Sinaloa
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Un corrido lo lanzó al estrellato. La letra de “Dámaso” resonó en la voz de Gerardo Ortiz en los Premios Lo Nuestro en 2013.
Las celebridades ahí reunidas corearon el corrido del funcionario público venido a capo del narcotrafico.
Dámaso López Núñez ingresó al imaginario colectivo del narco por la puerta grande: había ayudado a fugarse de Puente Grande a su compadre Joaquin Guzmán.
Años después, la historia cambió: según la PGR, López Núñez buscaría aliarse con el Cártel de Jalisco Nueva Generación traicionando a los hijos de Guzmán Loera, para así quedarse con el control del Cártel de Sinaloa.
No lo logró. Dámaso fue detenido esta semana en la Ciudad de México tras ser interceptadas las llamadas que sostuvo con un operador suyo. Suena a novatada o desesperación.
Es cierto, la detención es muy relevante. La pugna entre los Guzmán y López generó una tensión muy fuerte en distintos puntos del País, pero sobre todo en la casa de ambos: Sinaloa.
Por eso el gobernador Quirino Ordaz celebra con precaución y “espera” que la detención ayude a reducir la violencia que, según la PGR, generaba el detenido.
Las autoridades lo afirmaron con contundencia: “El Licenciado” era el principal generador de violencia en Sinaloa.
La afirmación oficial vende, pero resulta difícil aceptar que eso sea exactamente así. Sinaloa vive condiciones de violencia más estructurales que la mera coyuntura de la disputa Guzmán-López.
Primero, buena parte de la violencia en Sinaloa tiene que ver con el tamaño del crimen organizado y con el, cada vez más necesario, “control de la plaza”. El Cártel de Sinaloa se diversifica a otros delitos porque en Estados Unidos la legalización de la mariguana avanza con constancia. Pierden mercado, pues, y eso implica una necesidad de fortalecer el narcomenudeo local, apostar por otras sustancias como la heroína y las metanfetaminas e incursionar en otros delitos: robo de autos, minicasinos, asaltos, entre otros. Y controlar la plaza puede ser mucho más violento que controlar la ruta.
Segundo, otra parte de esa violencia reciente surge de lo que sucede en el valle agrícola más importante de Sinaloa: la zona de Culiacán y Navolato. Allí una facción muy violenta conocida como Los Chimales intenta mantener el control. A Los Chimales se atribuye (sin evidencia todavía) la emboscada a los militares del 30 de septiembre de 2016.
Su principal líder, Francisco Zazueta, alias “Pancho Chimal”, fue detenido, se fugó y finalmente cayó abatido por las Fuerzas Armadas. La batalla con ese grupo criminal explica que Navolato sea el municipio sinaloense con el mayor crecimiento de homicidios dolosos durante 2017.
Y por último, el factor “Mayo” Zambada. A quienes todos definen ahora como el único líder del Cártel de Sinaloa. Esa visión de cárteles piramidales con capos todopoderosos ya no alcanza. Seguro Ismael Zambada sigue teniendo el respeto de buena parte de la estructura del cártel y gran capacidad logística y de operación política. Pero pensar que puede controlar absolutamente una estructura tan amplia como el cártel más poderoso del País, es dejarse seducir por el mito.
Hay que entender que el Cártel de Sinaloa se ha vuelto un conjunto de redes flexibles y diversificadas de crimen organizado. Que cooperan según la situación y las presiones de las autoridades y otros grupos rivales. La batalla por el mercado de heroína contra el CJNG apenas comienza y eso cambiará de muchas maneras la configuración organizacional de los cárteles mexicanos.
Lo que es increíble es que la PGR nos diga ahora que Dámaso era el culpable de todos los males en Sinaloa. Lamento decirlo, pero Sinaloa seguirá violento. Pactos y pugnas han ido y venido, pero el león sigue ahí. Acaso veremos un muerto menos por día, pero el crimen organizado conserva todavía mucho de su poder corruptor y violento.
Una buena señal de la salud del cártel es que la PGR reconoce que no han podido rastrear un solo centavo del patrimonio ilegal de Joaquín Guzmán. ¿Parece increíble no?
Increíble no porque dude de la habilidad del capo y su organización para esconder su dinero. Sino porque aparejado con el crecimiento enorme que alcanzó el Cártel de Sinaloa, existe (es obvio) una red amplia de funcionarios, policías y empresarios corruptos que permitieron operaciones y lavaron dinero durante décadas.
De esa red sí debe haber rastro en el sistema bancario y seguro las autoridades fiscales pueden seguirlo.
El dinero narco en Sinaloa se nota en las calles, los edificios, las casas, los autos y hasta en las campañas políticas. Veremos si el Gobierno mexicano se atreverá a ir por ellos. ¿No saben dónde empezar? En Culiacán, basta con preguntar.