La guerra o la paz

La reunión de mandatarios de Corea del Sur y Corea del Norte, Moon Jae-in y Kim Jong-un, el mes pasado, sorprendió a la comunidad internacional amante de la paz. Esta cumbre fue histórica, con la esperanza de terminar sus diferencias por medio del diálogo y la fuerza de la razón, hacia la desnuclearización y temores de la guerra atómica.

Lo anterior implica silenciar los tambores de la guerra, destruyendo los arsenales nucleares de la península de Corea y estableciendo un acuerdo para paz, a fin de terminar el conflicto entre las dos Coreas que data de la Guerra de 1950 a 1953. Sería deseable que esto terminara con un tratado de paz, amistad y cooperación, repercutiendo a nivel internacional.

Las dos Coreas fueron divididas injustamente por las potencias durante la Guerra Fría. Hoy parece un nuevo amanecer. Naturalmente se obligarán a retirar las tropas que quedaron en sus fronteras, como herencia del orden internacional después de la Segunda Guerra Mundial.

Hace tres meses era impensable este escenario de la doctrina de la paz y la seguridad internacional. Con altura de miras no olvidemos aquel proyecto del establecimiento de un nuevo orden económico internacional, que las Naciones Unidas propiciaron en la década de los 70, buscando una convivencia armónica de respeto mutuo entre las naciones en vías de desarrollo y las potencias, como lo estableció la Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados, proclamada el 12 de diciembre de 1974, por la Asamblea General de la ONU, propuesta por la mayoría de las Naciones Unidas, México no fue la excepción, porque se inspiraba en el anhelo de los pueblos en su legítimo derecho de vivir en paz al lado de potencias industriales. Este documento o carta de la paz, estableció una serie de principios y normas de respeto a soberanías, libertades de los países de establecer sus sistemas económicos, políticos y sociales que mejor convinieran a sus tradiciones y culturas, así como ejercer soberanía plena sobre la explotación de sus riquezas naturales, en los mares y en la plataforma continental.

Las causas de la defensa de la paz y la justicia internacional, históricamente han sido los compromisos de nuestra patria en escenarios internacionales. Podríamos mencionar algunos artífices como fue don Isidro Fabela, faro de luz que iluminó el sendero de nuestra diplomacia impulsada en la Revolución Mexicana al lado del presidente Venustiano Carranza, comportándose como defensor de la soberanía nacional, heredándonos un legado de principios y valores de dignidad y de respeto a la soberanía, como fue el caso singular de la negociación ante la ocupación ilegal de Estados Unidos para que abandonaran el puerto de Veracruz hace 104 años. No podemos olvidar el enorme valor de este mexiquense, y mexicano por los cuatro costados, quien anticipó el advenimiento de una conflagración mundial, en la cual México se vería involucrado.

Otro artífice defensor de la paz de nuestra diplomacia fue don Alfonso García Robles, orgullo internacional, Canciller de México en momentos de esplendor del Derecho Internacional, quien soñó un mundo libre de armas nucleares, convenciendo a la comunidad internacional de la necesidad de proscribir las armas nucleares "Espada de Damocles" que ponen en peligro la existencia de la humanidad. La firma del Tratado de Tlatelolco, el 14 de febrero de 1967, para proscribir armas nucleares en América Latina, lo hizo merecedor del Premio de la Paz en 1982. 

Las causas internacionales de México han sido y serán: defensa de soberanía, no intervención; autodeterminación de los pueblos; solución pacífica de controversias; proscripción de la amenaza o uso de la fuerza en las relaciones internacionales; igualdad jurídica de los estados; cooperación para el desarrollo; lucha por la paz y la seguridad internacionales (Artículo 89, Fracción X, Constitución de los Estados Unidos Mexicanos).