‘La Mujer Árbol’, el legado de Wangari Maathai
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La Premio Nobel de la Paz propone a la juventud la necesidad de pensar global, pero actuar localmente
El 12 de agosto se conmemora el “Día Internacional de la Juventud” (https://www.un.org/es/observances/youth-day), que promueve el papel de la juventud en los procesos de cambios mundiales, así como sus iniciativas y acciones sociales.
Esta celebración en este año es particularmente significativa ya que se estima que, debido a la pandemia, el 70 por ciento de los jóvenes matriculados se han visto afectados, a nivel mundial, por el cierre de las escuelas.
Como un motivo para la esperanza para todos ellos, hoy comparto el legado de una mujer fuera de serie, un ejemplo para la juventud mundial.
EL NOBEL
“Un árbol tiene raíces en el suelo y ramas que rozan el cielo, y nos recuerda que para prosperar tenemos que saber de dónde venimos. Al igual que los árboles, por mucho que lleguemos lejos, son nuestras raíces las que nos alimentan”, estas palabras pertenecen a Wangari Muta Maathai (1940-2011) excepcional mujer, ejemplo de entereza y tesón, cuya vida fue plena de emprendimiento, visión y generosidad. Ella supo superar la discriminación para luchar incansablemente a favor del desarrollo sostenible, la democracia y la paz mundial, razón por la cual, en el 2004, fue honrada con el Premio Nobel de la Paz.
Wangari fue una mujer “de innata rebeldía, no sólo en lo político, sino también en lo biográfico” poseedora de una inusual determinación para buscar la paz mediante la conservación del medio ambiente, promocionando y luchando por el desarrollo económico, cultural y ecológicamente viable tanto en Kenia como en África; de hecho, el Comité Nobel se expresó de ella como una mujer con “una visión global del desarrollo sostenible que abraza la democracia, los derechos humanos y en particular los derechos de la mujer. Piensa de forma global y actúa a nivel local”.
Wangari también combatió la opresión en Kenia y gracias a su trabajo atrajo la atención nacional e internacional sobre la opresión política que se vivía en ese país; siendo también una decidida opositora del régimen dictatorial de Daniel Arap Moi, el terrible dictador que gobernó a Kenia (1978–2002), debido a esto estuvo en repetidas ocasiones en la cárcel.
MILLONES DE ÁRBOLES
Wangari puso en la agenda mundial el concepto de la justicia ambiental y la idea de que “no podemos quedarnos sentadas a ver cómo se mueren nuestros hijos de hambre”, razón por la cual promovió la creación del movimiento “Cinturón Verde” cuyo objetivo continúa centrándose en sembrar árboles para mejorar las condiciones de vida de la población. Este movimiento ha logrado plantar más de 30 millones de árboles.
En 1989, las Naciones Unidas alertaron que en África de cada 100 árboles que se talaban, sólo se reponían 9, causando graves daños al ambiente. Evidentemente, la mayoría de esos recursos naturales fluyen hacia las potencias desarrolladas, dejando devastación, hambre y muerte, tanto para los humanos como para la flora y fauna de las regiones más pobres y desamparadas de este continente.
El programa –el más exitoso del mundo– combina una excelente idea: alcanzar el desarrollo comunitario y la protección medioambiental simultáneamente, su esencia reside en proponer a los millones de kenianos, que viven en pobreza, la simple idea de que plantar árboles mejorará sus vidas, la de sus hijos y nietos. Lo interesante es que este programa lo emprenden mujeres, quienes reciben estímulos económicos por plantar los árboles, lo que les permite contar con mejores posibilidades para atender a sus hijos.
El movimiento tiene como base de cambio y transformación social a la educación, la planificación familiar, la nutrición y la lucha en contra de la corrupción; es decir, la estrategia de Wangari consistió en abrir caminos para impulsar el desarrollo “desde abajo”, desde la mismísima pobreza y miseria.
INCANSABLE
De Maathai tenemos mucho que aprender, pues abrió brecha a través de una selva aparentemente imposible de penetrar, en donde la inadmisible discriminación hacia la mujer es llevada a los extremos, en donde no hay agua potable, en donde no hay educación adecuada, en donde la población es presa de los que más tienen, los cuales, mediante la impunidad violan los más elementales derechos humanos, en donde la hambruna es cotidianidad. En donde las enfermedades más simples son mortales, en donde el Sida carcome a la población, en donde las mujeres han perdido la protección que la estructura familiar les brindaba en el pasado, en donde ser mujer es, sencillamente, sinónimo de esclavitud, discriminación y vergüenza.
Fue ahí, en este infame escenario, el espacio en el cual Wangari descolló, llevando su fuerte voz y testimonio al mundo entero.
Fue, en esas paupérrimas condiciones, en donde a base de valentía ella obtuvo la licenciatura en Biología en Kansas EUA. Para después, en 1966, a pesar de la discriminación racial imperante, alcanzar el Master en Ciencias por la Universidad de Pittsburgh.
De esa realidad también creció en ella un indómito carácter que le permitió obtener, en 1971, un doctorado en Alemania y en la Universidad de Nairobi, llegando a ser la primera mujer africana en alcanzar este grado.
NUEVOS HORIZONTES
Luego demolió los paradigmas existentes y empezó a enseñar anatomía veterinaria en la Universidad de Nairobi, a pesar del escepticismo, la oposición y burla de los estudiantes varones y la sociedad en general.
En esa Institución consumó la carrera de docente, hasta convertirse en la primera mujer en ocupar la jefatura de un departamento y luego convertirse en decana del mismo.
Maathai también escribió varios libros: “Movimiento Cinturón Verde”, “Con la Cabeza Bien Alta” y “Devolver la Abundancia a la Tierra”, en este último convoca a la humanidad a trabajar para sanar sus heridas y las del planeta mediante la puesta en práctica de los principios espirituales como el amor por el entorno, la gratitud, el respeto y el compromiso con el servicio comunitario.