Lo más célebre de la libertad de expresión en México
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Beatriz Pagés escribió en la editorial de la revista Siempre algo que no tiene desperdicio: “le bajaron los calzones a López Obrador”. Ese es el nivel de algunos de los que exigen libertad de expresión. Sabiendo, como sabemos, lo que significa en este País machista bajarle los calzones a un varón puedo declarar sin tapujos que esa señora es una pelangoche. ¡Lástima!, porque su padre fue uno de los más grandes periodistas de México. Todavía no se olvida el escándalo mediático que hicieron los que tempranamente golpeaban con y sin razón al Peje, cuando Paco Taibo dijo aquello de que a los conservadores les habían introducido algo por salva sea la parte. Paco se disculpó. Además, lo dijo al calor de una charla, no por escrito, como Pagés. Cito, por tanto, el refrán latino “verba volant, scripta manent” (las palabras vuelan, los escritos permanecen): lo de Paco voló, lo de Pagés quedará dentro de las sandeces de la derecha priista.
Sobre esa libertad tan exigida hay que decir que personajes del más alto nivel intelectual, como Alfonso Reyes, la usaron para golpear sin piedad a sus contrarios. Del poeta Carlos Pellicer escribió que era “un putillo”; del humanista dominicano Pedro Henríquez Ureña, que formó a muchos escritores de América Latina, Reyes escribió bromas hirientes y racistas porque descendía de negros. De los indios norteños afirmó que eran bestias feroces. ¡Qué maravillosa forma de usar su libertad de expresión! Y no quisiera que se confunda mi opinión: considero que Reyes es nuestro más grande polígrafo.
Héctor Aguilar Camín, que llamó pendejo al Presidente, se enoja porque éste lo ataca desde la tribuna: ¡es ataque a mi libertad…!, dice muy magullado. Aguilar escribió que el historiador Edmundo O’Gorman “es un abogado litigante que se dedicó a estudiar la historia porque le gustaban mucho las ideas y las mujeres” (en el colectivo “Homenaje a Edmundo O’Gorman”, UNAM, página 104). La frase más socarrona e idiota para definir al gran historiador mexicano.
En su libro más reciente, “Kierkegaard y su Dialéctica Analógica” (el número 101 de su enorme producción, Saltillo, Quintanilla Ediciones), nuestro paisano Mauricio Beuchot (Torreón, 1950) rescata del filósofo danés su pensamiento sobre la situación y la ley. Escribe que “ser libre es lo más difícil y lo más peligroso, pero a la vez es lo más trascendente”, p. 86. De que cuesta la libertad de prensa sencillamente recordemos a los más de cien periodistas asesinados por… ¿por quién?, ¿por delincuentes o por políticos…?, porque México e Irán estuvieron en lo más alto de la lista como los dos países del mundo con más víctimas de ese sector: pregúntenle a Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Luis Echeverría y otros.
El asesinato de los caricaturistas de Charlie Hebdo cimbró al país de la libertad (“libertad, igualdad, fraternidad”, ¿de veras?). Pensar que los asesinos fueron árabes nos llevaría a una afirmación racista: los musulmanes son malos. ¡Claro que lo fueron con Charlie Hebdo!, pero décadas antes los franceses asesinaron intelectuales árabes argelinos a balazos y por medio de la tortura. Jean-Paul Sartre hizo una poderosa crítica al gobierno francés por su participación y su silencio. Los franceses han matado más árabes que éstos a franceses.
Por pura curiosidad me puse a revisar la lista de los que firmaron la famosa “Carta de los intelectuales por la libertad de expresión”. Muchos son gente muy respetable. No pocos han vivido del PRI y PAN por décadas, aun bastantes de los que se definen a sí mismos “de izquierda”. De repente se me ocurrió buscar a los que no firmaron. Me alegró mucho que algunos de los más grandes historiadores del Colegio de México, la Iberoamericana y la UNAM no firmaron. Son hechos: interprételos usted.
Como siempre, me quedo con ideas en el tintero. Es un decir, después de primero de secundaria nunca más he usado tintero. Pero quedan en mi cabeza. Hubiese deseado tomar otro tema, pero éste se me impuso con la lectura de la revista Siempre, cuya directora la echó al basurero. Eso de bajar calzones es lo más célebre de la libertad de expresión.