Más vale pedir perdón que pedir permiso
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En los casos de abusos sexuales a menores, el Vaticano impuso un código de silencio a todos los miembros del clero bajo pena de excomunión
En febrero del año 2014, la Organización de Naciones Unidas (ONU) acusó al Vaticano de mantener un código de silencio sobre el sistemático abuso sexual de decenas de miles de niños y niñas por parte de sacerdotes católicos, a los que ha protegido y encubierto pese a sus crímenes. El Comité de los Derechos de los Niños de la ONU aseveró que la sede pontificia había violado la Convención de Derechos del Niño y exigió la destitución inmediata de todos los religiosos, conocidos o acusados, de haber cometido delitos sexuales contra menores para que enfrentaran a la justicia civil.
El informe de la ONU señalaba que, en los casos de abusos sexuales a menores, el Vaticano impuso un código de silencio a todos los miembros del clero bajo pena de excomunión, por lo que éstos rara vez fueron reportados a las autoridades civiles en los países donde ocurrieron. La ONU dijo además que el encubrimiento fue tal que se trasladó de parroquia en parroquia a los abusadores en un intento por ocultar los delitos, lo que permitió que éstos siguieran en contacto con niños y la continuación del abuso y la impunidad de los perpetradores.
En ese tiempo, a escasos meses de haber sido elegido como portador del anillo del pescador, Francisco Bergoglio era un hombre sobre quien muchos depositaron la esperanza de cambio. Tiempos en donde se sentía un ánimo renovado gracias a la buena imagen y popularidad del primer papa latinoamericano.
Se esperaba que Bergoglio hiciera algo y lo hizo. Anunció: “La creación de una Comisión para la Protección de los menores de edad, con el objetivo de proponer nuevas iniciativas para el desarrollo de programas de ambiente seguro para los niños y mejorar los esfuerzos para la atención pastoral a las víctimas de abuso en todo el mundo”. Parecía que luego del oprobioso y cómplice silencio ante los miles de casos de pederastia habían decidido hacer algo. Pero los años pasaron y sucedió muy poco; creímos que se iba a castigar a los curas que les comprobaran sus crímenes pero dejó de ser tema del Vaticano que, en lugar de castigar, adoptó el discurso repetitivo de pedir “perdón” y decir que se sentía “avergonzado”.
Menciono esto porque hace unas semanas el sucesor de Pedro visitó Chile donde, junto a todos los países que se ubican desde Patagonia hasta Alaska, han estallado casos de pederastia de sacerdotes católicos. En una misa celebrada en el parque O’Higgins de la ciudad de Santiago –siempre “ensangrentada”, como escribiera Pablo Milanés– el Papa Francisco volvió ooootra vez a su discurso de pedir “perdón y sentir dolor y vergüenza por el daño irreparable causado a niños por parte de ministros de la Iglesia”.
En la misa hizo presencia el obispo de la diócesis de Osorno en Chile, Juan Barros, acusado de encubrir el caso del exsacerdote Fernando Karadima a quien, en el 2011, tanto la justicia civil como la eclesiástica consideraron responsable de abuso sexual en contra de niños durante las décadas de los ochentas y noventas. Karadima fue suspendido de por vida de sus funciones, pero la justicia de los hombres nada pudo hacer pues sus delitos habían prescrito.
Barros fue discípulo de Karadima y las víctimas lo acusan de haber estado enterado de las denuncias de abuso sexual y que él “simplemente las desaparecía”. De nuevo el encubrimiento y la impunidad, que no es nada nuevo en estos casos.
Lamentablemente la congruencia es un bien en vías extinción (me incluyo). Y es que cuando Bergoglio fue abordado por los medios de comunicación acerca de la presencia del obispo Juan Barros en la misa, respondió molesto a los cuestionamientos y asumiéndose su defensor dijo: “El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros ahí voy a hablar. No hay una sola prueba en contra, todo es calumnia”. Ante estas declaraciones, Juan Carlos Cruz, víctima de los abusos de Karadima y que acusa al obispo Barros de haber tenido conocimiento de estos crímenes dijo: “como si uno hubiese podido sacarse una selfie o foto mientras Karadima me abusaba a mí u otros con Juan Barros parado al lado, viéndolo todo”. Lo dicho: para algunos se vuelve muy conveniente la popular frase que dice “más vale pedir perdón que pedir permiso”.
@marcosduranf