Mi gobierno cree en la libertad de expresión
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Lo dijo el martes el presidente Enrique Peña Nieto al celebrar el Día del Internet. Dialogaba en Los Pinos con especialistas digitales: “Somos un gobierno democrático que defiende a capa y espada el valor más preciado que puede tener un ser humano, la libertad; y un gobierno que respalda, cree y defiende la libertad de expresión”.
La proliferación de sitios, páginas y el boom de las redes sociales convalidarían esas palabras. De acuerdo con diversos estudios, la población internauta en México oscila entre 55 y 60% de la población total; el porcentaje en 2012 era de 43% y de apenas 21% en 2006. Otros trabajos calculan que de ese total, 98% participa al menos en una red social. Y como bien se sabe, y por fortuna, el espacio digital mexicano es libérrimo.
Prevalece, en cambio, una percepción de que el peñanietismo procura la censura en los medios, especialmente los electrónicos. La altanería con que funcionarios del gobierno presionaron y maltrataron a medios y concesionarios en 2013 y parte de 2014 le dio vida y sentido a esa percepción.
La implacable crisis política y moral del otoño de 2014 marcó también la derrota del proyecto de control gubernamental a través del temor y los presupuestos publicitarios. El escrutinio y la crítica se endurecieron en una escala quizá no vista en tiempos de Vicente Fox y Felipe Calderón. Justo en ese momento, marzo de 2015, el conflicto de Carmen Aristegui con su empresa MVS fue leído por no pocos como un retorno de la intolerancia del gobierno priísta.
Con esos antecedentes y la intemperie antisistémica que domina a México, dudo que en una encuesta bien hecha más de un tercio de las respuestas secundarían lo dicho por el Presidente sobre la libertad de expresión. Si ese fuera el caso (pienso que lo es), el calendario le ofrece una extraordinaria oportunidad para ganar credibilidad y fijar una imagen de régimen de libertades.
Prácticamente todos los grupos de televisión han hecho saber que se preparan para lanzar o relanzar noticieros y programas informativos. Si hay compromiso de las empresas e imaginación, talento y sensibilidad social en los productores, la competencia podría ser formidable. Y muy saludable. Atractiva, democrática.
Invaluable para el legado del peñanietismo sería presumir la forma en que acompañó esa eventual, posible primavera televisiva de 2016-2018. No depende de Los Pinos que se produzca buena información, buena televisión. Pero ayudará que el presidente Peña Nieto se comporte como se dibujó el martes: defensor a capa y espada de la libertad, garante de la libertad de expresión. Nada más, nada menos.
MENOS DE 140 El martes también, al suscribir los matrimonios homosexuales, el presidente Peña Nieto olvidó hacer un reconocimiento: a Marcelo Ebrard