Mirador 10/03/16

Politicón
/ 10 marzo 2016
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¿De dónde este viento frío que llegó como visita inesperada? ¿De dónde esta neblina ya olvidada, y esta inédita lluvia marceña, y este cielo que ya no recordaba cómo era el color gris?

La primavera, que empezaba a decirnos sus promesas, escapó de pronto como muchacha sorprendida con el novio por un ceñudo padre. Y nos quedamos solos otra vez con este invierno que se resiste a irse.

A mí me gustan los días nebulosos que invitan al diálogo con uno mismo. Igual me gustan los días primaverales que incitan a la charla con la tierra, es decir con la mujer (o con la mujer, es decir la tierra). A mí me gustan todos los días. Cada uno es un don nuevo, un milagro renovado.

Tomaré en los brazos a este día invernizo para que sienta mi calor. Le daré un poco de la primavera —empecinada primavera— que siempre va conmigo. Y cuando llegue el nuevo sol lo abrazaré también. Todo en la vida es para abrazarse. Me abraso yo también en ese abrazo, y la niebla se va, y se aquieta el viento, y el gris del alma se pinta con el más azul azul.

¡Hasta mañana!...

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