Osorio Chong, candidato presidencial del PRI
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Desde hace un año he propuesto aquí que el PRI podrá enfrentar de tú a tú a Andrés Manuel López Obrador en 2018 sólo con un muy buen candidato. Los priístas repetirán que no es momento de pensar en ello, pero encuestas y realidad los aprietan.
De la hipotética lista de seis candidatos, uno solo tendría hoy potencial para desafiar al líder de Morena. Es el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Eso indican las mediciones de principio de 2016, como la de El Universal.
El gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila (1), aparece muy abajo y no se ve a partir de qué premisa o circunstancia pudiera proyectarse como un candidato con probabilidades de éxito. Pasan los meses y el secretario de Desarrollo
Social, José Antonio Meade (2), no despunta, a pesar de que los reportes indican que está haciendo un destacado trabajo. Meade no se equivoca, tampoco prende. Es difícil imaginar en los próximos meses una coyuntura en que pudiera hacerlo.
A finales de año parecía que el flamante secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño (3), se encarrilaba como un formidable contendiente. Algo ocurre, sin embargo, porque su nombre no pinta en las encuestas. Sus números son pobres.
Su nutrida presencia en los medios y las redes no estaría conectando con los priístas ni los ciudadanos. No los emociona, no los entusiasma.
El secretario de Hacienda, Luis Videgaray (4), no ha conseguido salir del tobogán en que cayó desde finales de 2014 y principio de 2015, cuando se conjugaron un escándalo de presunta corrupción inmobiliaria y las poco lucidoras noticias macroeconómicas. El reloj avanza y su candidatura se desvanece. Al igual que Nuño, su marca en las encuestas es pobre.
Manlio Fabio Beltrones (5) dijo que no será candidato, ya que intentarlo desde la presidencia del PRI sería inequitativo y desleal. Pero no puede descartarse que un resultado espectacular en las elecciones de junio lo lleve a cambiar de puesto y ruta. Las encuestas no son tan severas con él.
Osorio Chong (6) queda, pues, como la carta más sólida. Le gusta a los priístas. Y los ciudadanos no le están cargando los costos de la inseguridad, ni episodios como Ayotzinapa o la fuga del “Chapo” Guzmán, o su cercanía con el presidente Enrique Peña Nieto.
Si el tablero no se modifica radicalmente después de los comicios de junio, bien harían los priístas en repetir la fórmula ganadora de 2012 y agruparse en torno de un candidato que tendría apenas año y medio para tratar de emparejarse con López Obrador antes del arranque formal de las campañas.
Con un adversario así, el PRI no puede andar jugando a los Colosio y Camacho, o al TUCOM. El tiempo será un lujo que no podrán darse. El candidato tricolor debe estar perfilado en julio, agosto.
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