Periodismo y democracia

Politicón
/ 29 septiembre 2019

Me llegaron casi al mismo tiempo dos observaciones-acusaciones que implican una evidente contradicción: por medio de estas columnas estoy apoyando al neoliberalismo; por medio de las mismas soy lopezobradorista. Creo que puedo asumir ambas, no porque acepte que lo soy, sino porque deseo explicar a los lectores y a mí el asunto. Las contradicciones existen, son un elemento con el que debemos contar y, decía Karl Marx, las contradicciones se unen por sus extremos para producir un nuevo elemento de problematización.

Invito a leer mis anteriores columnas. Me parece que no encajo ni en uno ni en otro de los cargos. Voté por AMLO y, a pesar de que no estoy de acuerdo con todo lo que hace y dice, sigo considerando que está representando para México una esperanza y muchas soluciones a demasiados problemas. Sé, de antemano, que no podrá resolverlos todos, porque son tantos y están tan arraigados en el pueblo mexicano que no habrá tiempo ni poder para cambiarlos.

Tengo dudas sobre Andrés Manuel López Obrador, pero cuando me acometen me basta con el recuerdo de Enrique Peña Nieto para disiparlas. Es mi forma de ejercer la duda metódica. Y no lo hago para tranquilizar mi conciencia sino porque Peña Nieto en sí mismo es parte de la explicación de la debacle mexicana. Creo, y tal vez sea muy atrevido, que Peña Nieto puede ser considerado el segundo Santa Anna: el vendedor de la Patria. El ingeniero Heberto Castillo, de gloriosa memoria, fue quien adelantó esa idea: José López Portillo era Santa Anna. Y sé que a López Portillo le dolió demasiado el golpe porque era inteligente y tenía una formación humanística bastante seria. Sabemos que murió angustiado frente a lo que él significaba para la historia. Peña lo superó con creces.

Creo que alabar ciegamente a AMLO es una falta de respeto a él mismo y al pueblo mexicano. Me sucedió algo curioso. Me cortaron el gas y por eso debí quedarme en casa esperando la reconexión por miedo a que al llegar pudiera crear problemas en estufa y boiler. Nunca había visto una mañanera y ese día la vi. Era un miércoles. López Obrador hablaba de las críticas que le hacen los periodistas. De manera sorpresiva dijo que sin crítica un gobierno no puede avanzar; que la democracia las necesita; que prohibir la crítica es acabar con la libertad y que sin ésta no hay futuro ni presente. Una lección.

Comenté el tema (ahora de mis críticos de un lado y otro) y mi interlocutor, un joven inteligente, me hizo saber que el concepto que tienen los ingleses para su sistema de gobierno es que la democracia se debe en gran parte a los periodistas. Me dijo el nombre del tema en inglés: periodismo democrático. Bien, no somos ingleses ni falta nos hace, pero es una buena referencia. Y, guardadas las distancias, es lo que dijo el Presidente ese miércoles en su mañanera.

Tengo serias dudas (duda metódica, de nuevo) sobre la seriedad de quienes representan a los coahuilenses en ambas Cámaras. La duda surge de datos, de informaciones, de textos de esos diputados y senadores. Son muy poco serios, excepto dos. Mi opinión es peregrina, pero es mía.

Lo que creo es que estamos viviendo una historia rarísima. Los golpes a los corruptos, aunque sean selectos, suceden. Si revisamos lo de Ayotzinapa podremos aquilatar lo que hizo el gobierno priista. Si nos enteramos de que los gobernantes panistas concedieron el no pago de impuestos a los más ricos por 250 mil millones de pesos calcularemos que esa desviación privó a millones de pobres (o a todos los mexicanos) del bienestar al que tenían derecho. Malos antecedentes en los últimos gobiernos. Y no se diga nada de los de Coahuila. ¡Y ahora Fox se levanta indignado pendejeando al pueblo mexicano!

Es difícil tener todos los elementos de juicio. Por un lado hay críticas al gobierno muy fuertes, pero vemos que quienes, de alguna manera, lo elogian son los grandes empresarios. ¿No es una contradicción?, al parecer no lo es: ellos tienen por objetivo enriquecerse y creen que pueden hacerlo dentro de las actuales normas.

En resumen: acepto las críticas. Mis filias no son evidentes, aunque mis fobias sí lo son.

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