Preservar los recursos naturales, el gran reto colectivo
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Es verdad que las actividades productivas deben ser sustentables, pero también es cierto que eso no se logrará ‘demonizando’ a quienes se dedican a dichas industrias a partir del uso de conceptos políticos
Preservar el entorno, es decir, proteger los recursos naturales de la explotación excesiva y la contaminación, constituye un reto para los seres humanos. Pero no lo es porque el planeta necesite “ser salvado”, sino porque esa es la única forma de garantizar la supervivencia de nuestra propia especie.
El planeta –lo olvidamos con gran facilidad– ha existido muchísimo tiempo antes de que los humanos apareciéramos en él y, en caso de que nuestro irreflexivo actuar hiciera imposible la vida humana, este seguirá existiendo y, eventualmente, se regeneraría como lo ha hecho antes.
Por ello, el enfoque basado en nuestro instinto de supervivencia es el que necesitamos adoptar a la hora de evaluar la forma en la cual hacemos uso de los recursos naturales y medimos el impacto que nuestra actividad provoca en el medio ambiente. No el de la “defensa del planeta”.
En este sentido, es nuestra obligación asumir que el fenómeno al cual denominamos “progreso” y que forma parte de la historia de la civilización humana, implica, por un lado, el uso de los recursos que el planeta nos proporciona –para satisfacer nuestras necesidades– y, por el otro, la generación de residuos que contaminan el agua, el aire y la tierra.
Si no somos conscientes de esto y, sobre todo, del impacto que tiene en el entorno nuestra actividad, entonces no seremos capaces de identificar el momento en el cual estamos haciendo un uso irracional –por insostenible– de los recursos naturales ni pondremos atención a la contaminación generada por la producción de los satisfactores que garantizan nuestro estilo de vida.
El comentario viene al caso a propósito de lo señalado ayer por el presidente Andrés Manuel López Obrador, durante su visita al municipio de Cuatro Ciénegas, respecto de los límites que necesariamente deben establecerse a ciertas actividades productivas para impedir que estas pongan en riesgo el equilibrio natural. En particular, el mandatario se refirió a la producción de leche y de cerveza, dos actividades que se desarrollan en Coahuila y demandan enormes cantidades de agua dulce.
“Tenemos que convencer de que en el norte ya no se puede crecer con el uso excesivo del agua. ¿Cómo poner plantas cerveceras en el norte?, ¿cómo producir cerveza para exportar?
“Y lo mismo el caso de la producción de leche en La Laguna. No se trata de que se deje de producir la leche, sino de ya no seguir ampliando las áreas de cultivo de alfalfa, porque significan más agua para producir leche”.
Es verdad que las actividades productivas –todas– deben ser sustentables, entendido este concepto como la garantía de que su realización no ponga en riesgo el medio ambiente. Pero también es cierto que eso no se logrará “demonizando” a quienes se dedican a dichas industrias a partir del uso de conceptos políticos.
Lo que se requiere son reglas claras, que partan de principios científicos y estén basadas en hechos, que determinen los límites objetivos necesarios para preservar el entorno del que depende nuestra propia vida. Si eso se hace, las actividades productivas pueden convivir perfectamente con el entorno y la supervivencia de nuestra especie estará garantizada.