President Trump

Es importante analizar las cosas en su contexto. Trump no arrasó, obtuvo menos voto popular que Clinton. Ésta alcanzó 61' 039,676 de Trump. Éste ganó el Colegio Electoral por la proporcionalidad de votos que se asignan a cada uno de los estados. Así son las reglas en EU: el ciudadano elige electores y éstos, a su vez, eligen Presidente. 240 años de historia y Hillary Clinton avalaron estas reglas y con ellas creyó ganar;  Donald Trump, en cambio, las calificó de tramposas e inequitativas, origen de lo que llamó “fraude por venir”.

Las elecciones se desarrollaron en un clima muy polarizado, fueron las más difundidas en la historia de EU y acabaron siendo las menos concurridas de los últimos 20 años. Sólo el 55.6 por ciento de los electores acudieron a votar. Tan alta abstención sólo se compara con las elecciones de 1996 con el 53.3 por ciento y de 2000 con el 54.2 por ciento. En 2004 la participación subió a 60.4 por ciento, en 2008 a 62.3 por ciento y en 2012 volvió a caer a 57.5 por ciento. La curva de la abstención va en ascenso.

El ciudadano que se abstuvo también opinó, ahí se ubica una amplia gama de posturas, desde aquéllos a quienes no les importa el sistema ni la elección misma; hasta los que rechazan a los dos candidatos por considerarlos impresentables.

Persisten también las dudas y cuestionamientos acerca del sistema electoral estadounidense. La elección indirecta les ha funcionado, no por nada tienen en su haber 240 años de democracia electoral ininterrumpida. ¿Convendrá adoptar el principio “un ciudadano un voto”?

En estas elecciones, criticar a Hillary en México era cuasi suicida. El villano favorito fue quien insultó a los mexicanos y a muchas otras naciones y grupos humanos.

Ahora que la elección ha concluido, es sano recordar que, en muchos sentidos, también Hillary era y es impresentable. La fundación que dirigen los Clinton ha recibido decenas de millones de dólares de gobiernos opresores que reprimen y encarcelan a los homosexuales que ella dice defender. Nunca pudo superar su error en Libia, donde dejó morir a diplomáticos estadounidenses.

Con falta de realismo, apostó al voto hispano. El 29 por ciento de los hispanos votó por Trump, dando la espalda a Obama, el Presidente que ha dividido más familias, que mantiene detenidos a miles de niños migrantes en cárceles para menores y es responsable del mayor número de deportaciones en la historia.

El mayor obstáculo de Hillary fue, sin duda, no poder superar el efecto Bernie Sanders y sus fuertes cuestionamientos durante las primarias del Partido Demócrata. Hillary no fue una perita en dulce, eso pensaron millones de estadounidenses que no vieron en ella una opción real; sino la continuidad del establishement washingtoniano.

Cosa de ver los comentarios de Bernie Sanders en sus redes sociales durante la última semana: denuncia el amasiato entre el Partido Demócrata y las élites, en perjuicio de su relación con el pueblo. Los extremos de los dos partidos se tocaban, es evidente. Trump logró capitalizar el voto anglosajón, en particular el de la clase trabajadora blanca. Lo consiguió con menores costos y menos tiempo aire.

Con independencia de los factores demográficos, raciales, de género, edad o militancia religiosa, el tema número uno era y es la economía. Una crisis económica que, para la inmensa mayoría no ha terminado, que Trump supo capitalizar; mientras Hillary la negaba.

Estas consideraciones no nos libran de la “amenaza Trump”, para nada, sólo nos ayudan a comprender. Tampoco nos libran de la “amenaza Peña Nieto”: corrupción, impunidad, inseguridad, falta de empleos y falta de crecimiento económico, todas ellos, males nuestros, absolutamente nuestros, con o sin Trump.

Ya es Presidente Electo, lo único peor que podría sucedernos es que Trump haga un buen papel. Por lo pronto, lleva poco más de una semana sin dejar salir al Trump que todos conocemos: excéntrico, abusivo, racista, intolerante y demagogo. ¿Será que ya no lo dejará salir? ¿Es eso bueno o malo?

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