¿A quién elegirán como el 45 presidente de los Estados Unidos?

Politicón
/ 8 noviembre 2016

Las elecciones presidenciales de 2016, programadas para el día de mañana, martes 8 de noviembre de 2016, serán las 58.º elecciones presidenciales en Estados Unidos. Los votantes elegirán a los compromisarios que a su vez deberán escoger al nuevo presidente y vicepresidente a través del Colegio Electoral.

 

 Los comicios electorales se cierran hoy con la zozobra ante el misterio del resultado: ¿quién será  el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos? Mañana a partir de las 6:00 a.m. se espera una gran afluencia de votantes. El electorado está nervioso, así como confundido, con los cuasi religiosos discursos contenidos en el portento de ambos candidatos: Clinton, de 69 años, y Trump, de 70, ambos son baby-boomers, miembros de la generación de la explosión demográfica de la posguerra.

Con el fenómeno Donald Trump el viraje sería abrupto: un salto a la incertidumbre. La alternativa es la esposa de un expresidente, una veterana de la política que ofrece continuidad. 

Según las últimas encuestas realizadas por Real Clear Politics, arrojan un 47.2% para la candidata demócrata, y 44.3% para el republicano, con una ventaja de 2.9% para Hillary Clinton en la contienda por los 270 votos electorales necesarios para ganar la elección. Sin embrago, no se puede cantar victoria porque nada está escrito, y en la contienda por la Casa Blanca todo puede pasar.

El “trumpismo” apuesta por el voto anglosajón del hombre blanco, ya que el “voto blanco” le puede hacer ganar éste martes las elecciones presidenciales de Estados Unidos; a un hombre sin experiencia política--errático y xenófobo y con un olfato formidable para captar el ánimo de la clase trabajadora blanca— y quien está convencido de que a pesar de su agresivo discurso racista de mandar hacer un muro que va a pagar México, cree que los hispanos van a votar por él. En ese sentido, lo único que tendría a su favor sería el abstencionismo de los hispanos que tengan miedo de salir a votar.

 No obstante de los exabruptos e insultos del candidato republicano en el que ha denigrado a mujeres inmigrantes y a miembros de su propio gabinete con sus manotazos políticamente incorrectos, además de que ha arremetido con dureza contra algunos de los colectivos más castigados de la sociedad, como es el caso de los inmigrantes —con especial intensidad a los de origen mexicano— parece no tener conciencia de haber levantado en su contra al gigante de la fuerza política hispánica, ya que precisamente son los 27 millones de latinos que residen en Estados Unidos, los que van a jugar un papel muy importante, y que en definitiva, podrían definir las elecciones.

Por otra parte, en caso de que decidan votar los hispánicos, se invierte la votación favorablemente para la candidata demócrata, toda vez que de cada 10 votantes hispánicos, (así como de votantes afroamericanos), 8 votarán por  Hillary Clinton, por lo que Estados Unidos mañana podrá vivir un hito en su historia: situar por primera vez a una mujer en el mando del país.

Clinton ha apostado por un discurso tranquilo e integrador. Sus palabras hacen prever un juego de negociaciones moderadas. Mejora de la inmigración y debate sobre el Tratado de Libre Comercio.

Pero la cuestión de fondo no la ha resuelto. México, ese país con un PIB per cápita cinco veces menor que el estadounidense, hace tiempo que dejó de ser un vecino distante. La relación con sus ciudadanos ya no se puede confinar al área de política exterior. Es también un asunto nacional.

México es el segundo socio comercial de Estados Unidos y el primer destino de las exportaciones de Texas, Arizona y California, además del segundo mercado para otros 20 estados. Seis millones de puestos de trabajo dependen del comercio con México y el flujo entre ambos es de un millón de dólares por minuto.

Además, en el caso de que gane Hillary Clinton, como parece que va a suceder, de todas maneras, es una situación compleja para México, porque siendo presidente de Estados Unidos, no tendría la mayoría en el Congreso, y por lo tanto, no podría tomar decisiones importantes para américa latina.

Independientemente de quién gane, el próximo presidente de Estados Unidos tendrá que tomar una decisión estratégica. La renegociación del Tratado de Libre Comercio, la continuidad del jugoso negocio del tráfico de armas o de la política antidroga, con más de 100.000 tumbas abiertas en México, se resolverán en función de cómo se responda a la pregunta: ¿qué son los mexicanos para Estados Unidos?

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