Recuerdos del porvenir

Politicón
/ 30 octubre 2016
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La degradación política del País se debía en mucho al ascenso de ineptos como el gordo ambicioso que tenía enfrente

–Si crees que una campaña acerca de los éxitos de tu gobierno va a salvarte, estás equivocado; ya pasaste ese punto… la prensa y la radio te están masacrando por el escándalo de tu riqueza y no van a parar.

–He hecho lo mismo que cualquier otro Gobernador del País: asegurar el futuro de mis hijos. Tú sabes que lo tenemos que hacer para protegernos de las vendettas y del retiro político al que te puede condenar el siguiente Gobernador. La única defensa es enriquecerse.

– Sí, cabrón, pero tu quisiste entrar a la lista de Forbes en menos de un año. Incluso para robar se necesita decoro.

–Más respeto. Soy Gobernador constitucional de Veracruz.

–No jodas, no estás hablando con la prensa: eres el mayor ladrón en la historia de ese Estado desde Santa Anna. Has invertido más de 10 millones de dólares en dinero sucio en residencias, y sé que tienes cuatro cuentas en paraísos fiscales: sólo la de Islas Vírgenes es de 138 millones de dólares. Así que no me vengas con la Constitución, Gobernador.

El Mandatario palideció. ¿Cómo sabría Jaime lo de sus cuentas? Sólo el tesorero del Estado, su compadre que fungía de prestanombres y el gestor financiero internacional sabían de la operación.

Jaime seguía los gestos de angustia del Gobernador y su frente sudorosa con la displicencia de quien mira a una hormiga fracasar en sus intentos de cargar el cadáver de un escarabajo en la ruta hacia su hormiguero.

–¿Por qué contra mí, si todos somos priístas? Yo me alineé con el Presidente cuando fue destapado y lo ayudé en su campaña.
Jaime lo vio revolverse en su asiento. Como muchos otros obesos, el Gobernador de Veracruz tenía la manía de estirarse la camisa para evitar el doblez sobre la prominente panza; ahora lo hacía cada minuto. Pensó que lo tenía justo donde quería: la hormiga ya se había olvidado del escarabajo y simplemente trataba de huir para conservar la vida.

–¿Quieres dinero? ¿Algún negocio en Veracruz? Te puedo dar obra pública, concesiones, hay unas tierras en la costa que vamos a desarrollar…
Jaime planteó sus exigencias.

–Tengo 17 diputados federales, ¿quieres que te los ceda? ¿Estás loco? ¿Y no quieres que te mande también a mi mujer? –protestó indignado el Gobernador.

–Los nombramientos son para facilitarme tu rescate político, hay algunos favores que hacer. ¿Tu esposa…? No, gracias, no me gustan las gordas.

El Gobernador salió disparado de su asiento; tardó varios segundos en articular palabra. Algo parecía obstruir su garganta, sus abundantes mejillas adquirieron una tonalidad escarlata. Se estiró la camisa, profirió un gutural “hijo de puta” y se encaminó a la puerta.

Jaime miró con desdén a la hormiga que ahora hacia el ridículo patas arriba. Quizá se había excedido en el comentario personal, pero el personaje le resultaba particularmente despreciable y no porque fuera corrupto sino porque era un pendejo. La degradación política que padecía el País se debía en mucho al ascenso de ineptos como el gordo ambicioso que tenía enfrente. Un ciego en el reino de los tuertos, sin oficio ni cultura política, sin más merecimiento que ser lo bastante estúpido para no representar una amenaza para el Gobernador anterior.

El Mandatario no llegó a la puerta. ¿Si hago los cambios puedes salvarme?

–Muy probablemente.

–Los hago esta semana –dijo sin darse la vuelta. Se estiró la camisa, irguió el pecho y salió de la oficina. (Hasta aquí la cita resumida).

Este texto lo escribí hace más de tres años para la novela “Los Corruptores” (Planeta). Un retrato hablado de un Gobernador que ya dejaba en claro que convertiría en cosa de párvulos los excesos cometidos por los sátrapas de Tamaulipas, Tabasco o Coahuila. Por si había dudas, unos meses más tarde se descubrió el famoso maletín de un personero de Javier Duarte con 25 millones en efectivo.

Algún lector me comentó que me había excedido; argumentaba que había construido una caricatura irreal y exagerada. Como sabemos, ese Gobernador hoy se encuentra prófugo. En la novela se llama Enrique Hidalgo, en todo lo demás prácticamente los vaticinios apuntados en esta ficción literaria fueron desbordados por la realidad.

Incluso el hecho de que el PRI haya esperado seis años para actuar frente al escándalo inocultable se explica por las razones que ofrece el personaje: “yo me alineé con el Presidente cuando fue destapado y lo ayudé en su campaña”.

No se necesitaba ser mago para anticipar este escenario. Lo que nunca habría imaginado es a un Presidente asegurando que no se despierta pensando en joder a México (aunque lo consiga). La imaginación no da para abarcar el surrealismo que ahoga a este País.

 @jorgezepedap
www.jorgezepedap.net

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