Yes, master!
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Aunque no alcanzó el porcentaje, ‘El Profe’ aún tiene posibilidades de llegar al Congreso Estatal gracias a su fiel sirviente
Todos tenemos planes, proyectos, sueños, ambiciones, metas. Claro que si los suyos son de naturaleza perversa, lo mejor es que se haga de un buen “Igor”.
Los Igores han sido popularizados por la literatura, pero sobre todo por el cine de horror y ciencia ficción y son los personajes de soporte de los villanos protagónicos, sobre todo aquellos que encuadran en el estereotipo del científico loco.
Los Igores comparten ciertas particularidades, pero no hay un rasgo que los defina, si bien, se les suele presentar como jorobados y desgarbados, dóciles pero negligentes y de muy pocas luces en comparación con sus malévolos empleadores, a los que suelen referirse como “amo”.
Un Igor no hace preguntas, ni contradice a su señor; no pone objeciones éticas por degradante o repulsiva que sea la labor que se le encomiende, así sea el robo de cadáveres, de cerebros u otros componentes. Un buen Igor no interpondrá reparos, cuando mucho, articulará entusiasta su frase recurrente “Yes, master!”.
Esto anterior sí que es muy, muy importante. El Igor tiene que ser moralmente neutro ya que lo más probable es que utilicemos sus servicios para fines cuestionables y más posiblemente reprobables.
El Igor ni siquiera tiene que llamarse tal. Aunque claro que, si de pura casualidad llega a encontrar un ayudante que ostente este nombre, contrátelo inmediatamente y atesórelo que están muy cotizados.
Le advierto, eso sí, que los servicios de un ayudante Igor certificado no son para nada baratos y por Ley usted está obligado a darle parte del crédito en todos los descubrimientos que realice y las atrocidades que cometa.
Aunque, por otra parte, su laboratorio estará siempre reluciente (los Igores son muy prolijos y diligentes) y usted podrá concentrarse enteramente en los deberes y menesteres que competen a un genio del mal de su calibre.
“Calidad y eficiencia al servicio de la maldad”, podría ser slogan de los Igores, a lo largo de la historia.
Cuando un político rebasa ciertos límites de malicia o su proyecto es ambicioso, se vuelve imperioso contar con al menos uno de estos personajes a su servicio.
Nuestro villano favorito (bueno, eso es sólo un decir), Humberto “El Profe” Moreira Valdés, tiene por supuesto un ejército de minions a su disposición, pero sólo un Igor, eficiente y leal.
¿Sabía usted, amigo neurótico, lectora histérica, que al día de hoy “El Profe” aún tiene una posibilidad de convertirse en diputado local y él junto con su partido están decididos a pelear esta chance hasta la última instancia?
¿Cómo que no lo sabía? Está bien, no pasa nada, aquí le explicamos,
Sucede que la Ley Electoral vigente establece que, para hacer del “Profe” un diputadete plurinominal, su partiducho hediondo ése, el Partido Joven, debía obtener 3 por cierto de la votación emitida.
Pasa que el PJ alcanzó algo así como el 2.87, por lo que “El Profe” se la pasaría en automático a desollar, pues no le concedieron décimas que le faltaron por su mala conducta y por no sacudir los borradores después de clase.
¡Pero, oh sorpresa! La Constitución coahuilense marca que la votación necesaria para que “Betito” alcance su ansiada curul es únicamente del 2 por ciento, por lo que así hasta le anda sobrando casi un punto porcentual.
Siendo la Constitución una Ley de orden superior a cualquier reglamento o código, habría que acatar pues lo que ésta indica. Así que entre todas las dudas e incertidumbres que nos dejó el pasado proceso en Coahuila, aún estamos debatiéndonos entre que Humberto llega y no llega al Congreso Estatal.
Si me pregunta por qué ambas leyes no están debidamente homologadas, sólo puedo decirle que es uno de esos detallitos con que la mayoría priísta en nuestro cuerpo legislativo nos hizo el favor.
Y fue precisamente el incondicional de Humberto Moreira, su achichincle, su secuaz, su patiño, su maldito Igor, Francisco Tobías, en su calidad de Presidente de la Comisión de Gobernación y Puntos Constitucionales, quien argumentó que “no había tiempo” para modificar la Constitución y sintonizarla con el Código Electoral, propiciando precisamente este desgarriate.
Así que, gracias, cabrísimo grandón, por dejarle la puerta abierta a tu amo y posibilitarle las cosas para que alcance el fuero que tanto anda peleando. Seguramente tus afanes serán bien recompensados.
Tú que desde la tribuna desechaste cualquier iniciativa para investigar los vínculos de Moreira Valdés con la delincuencia organizada; tú que preferiste esconderte en el baño antes que decir nada comprometedor cuando la justicia española le echó el guante, gracias por esta nueva demostración de lealtad a tu señor.
No olvides para quién trabajas y no olvides cómo terminan los asistentes de los genios del mal luego de la catástrofe: sepultados entre los escombros del castillo-laboratorio y completamente olvidados por su amo, y no se diga, por los enfurecidos aldeanos.
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