Populismo y reducción de la pobreza

Opinión
/ 18 agosto 2025

Posterior a la observación, estudio y análisis de cómo se organiza la sociedad para producir-distribuir-consumir bienes y servicios en ámbitos de escasez, un modelo económico es una construcción teórica para comprender, explicar e interpretar la actividad económica, esto es la economía positiva; a partir de lo anterior, se plantea la manera en que se puede incidir e inducir en las variables económicas para efecto de obtener determinados resultados y beneficios, es decir, la economía normativa.

En general, el modelo neoliberal sostiene que el mercado es la mejor manera de asignar recursos escasos a la sociedad, que los agentes económicos -familias, empresas, gobiernos y sector externo- toman sus mejores decisiones para maximizar sus beneficios y minimizar sus costos, así, la intervención estatal en el mercado debe ser la menos posible, de lo contrario se generan distorsiones que afectan el crecimiento y el desarrollo de las sociedades.

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Por otra parte, la perspectiva marxista-keynesiana plantea que el libre mercado tendencialmente reduce el ingreso agregado y, por tanto, se generan desigualdades y pobreza, con las consecuentes distorsiones sociales, como criminalidad; además, se reducen el consumo, la inversión directa y el empleo, por tanto, el crecimiento económico. Por lo anterior, se requiere intervención estatal para redistribuir la riqueza e impulsar el crecimiento y el bienestar.

La crítica al modelo de intervención estatal es que las restricciones al mercado y el gasto público deficitario impactan negativamente al nivel de precios y tasas de interés, lo que provoca escasez y carestía, porque las decisiones artificiales de corto plazo inducen recesión y, eventualmente, crisis económica, es decir, el populismo como forma de gobierno clientelar y sin sustento económico. Ejemplo de esta crítica son los gobiernos de centro-izquierda de la Cuarta Transformación en nuestro país, por incrementos salariales y los cada vez más extendidos programas sociales.

Aunque no fue noticia de amplia difusión, la Encuesta Nacional del Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH, que se realiza cada dos años) realizada por el INEGI, muestra resultados positivos del nuevo modelo económico respecto a pobreza y distribución de la riqueza.

Con metodología multidimensional, que implica no sólo el ingreso, sino también acceso a vivienda, servicios de salud, educación y alimentación, se informa que de 2018 a 2024 la pobreza en México se redujo de 51.9 a 38.5 millones de personas, 13.4 millones dejaron esta condición, así, de 2016 a 2024 la pobreza se redujo de 52.2% a 35.8%; la pobreza moderada se redujo de 7.1 a 5.3% y la extrema de 36 a 24.2%.

Respecto a distribución de riqueza, en 2016 la población más acaudalada tenía 20.6 veces más ingreso que los más pobres, en 2024 esta diferencia fue de 14.1 veces más: en promedio, los primeros redujeron su ingreso en 7.6% y los segundos lo aumentaron en 36.4%.

Proporcionalmente, este aumento en el ingreso de la mayoría se debió en 65.6% a condiciones laborales, transferencias 17.7% (incluidas remesas y programas sociales) y 16.6% alquileres y rentas, lo anterior por incrementos al salario mínimo, mejores salarios contractuales y reglas claras en subcontratación que favorecieron a más de tres millones de trabajadoras y trabajadores.

Inclusive con déficit fiscal de 5.3% en 2024 y magro crecimiento, el “humanismo mexicano” aplica política económica precautoria y cautelosa, sin riesgos excesivos y con variables económicas controlables: deuda pública de 52.4% a 49.2% del PIB; inflación y tasas de interés con tendencia a la baja; exportaciones al alza; inversión directa constante e incluso al alza; desempleo en alrededor de 2.6%; tipo de cambio estable; entre otras.

Falta mucho por reconstruir para que más personas tengan acceso al bienestar, sobre todo empleo formal y servicios de salud. La ruta está trazada.

Con aumentos salariales, combate a la corrupción, derechos sociales constitucionales -no como mercancías- y economía mixta (como en Brasil, China, Bolivia, Uruguay, entre otros), más que populismo dictatorial de corto plazo, el Estado de bienestar demuestra que la prosperidad sí se puede compartir.

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