¿Por qué están tan altos los intereses en México? Las claves para entender por qué está tan caro el dinero
México es uno de los tres países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que tiene las tasas de interés más altas. Este es un tema que ha recibido mucho interés recientemente, sobre todo porque se había prometido por parte del Banco de México, que se reduciría la tasa de referencia a un día, que es la que se utiliza como base para el cálculo por parte de los bancos comerciales de la tasa de interés que ellos cobran. Sin embargo, los intereses no sólo no han bajado, sino que los bancos comerciales e instituciones financieras crediticias (Sofomes, Sofoles, Fintechs, etc.) las han aumentado recientemente, para el disgusto de la población y la mayor pobreza de los hogares.
Describir qué está sucediendo en el sistema financiero para explicar porqué en México es tan caro el dinero, empieza por la propia estructura actual del mercado de dinero. Tome en cuenta que el 82 por ciento del crédito comercial de todo nuestro país está en manos de los cinco bancos más grandes. Prácticamente unas cuantas organizaciones financieras, contadas literalmente con los dedos de nuestra mano derecha, son propietarias de un grandísimo negocio. Hay que recordar que cuando hay pocos oferentes en un mercado, ellos pueden poner el precio que quieran a sus productos (como en este caso los préstamos), pues no hay competencia que les pueda quitar negocio. Si a eso le agregamos que las pequeñas instituciones de crédito tienen tasas que son el doble de lo que manejan los bancos, entonces tenemos el primer punto que explica lo caro de los intereses en este país.
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En segundo lugar, las leyes mexicanas no ayudan en nada a que los créditos sean más baratos. Las leyes financieras son difíciles de cumplir por su gran complejidad y burocracia. En el primer caso están asociadas a un conjunto de instituciones que se encargan de no solo el funcionamiento de las operaciones, sino también de la vigilancia y el cumplimiento de aspectos tan importantes como evitar el lavado de dinero, la evasión fiscal y hasta homologaciones legales con organismos internacionales que se tienen que tomar en cuenta cuando el dinero viene o va a otro país. En segundo lugar, a pesar de que la tecnología mexicana está al día, tenemos más de cinco organismos que vigilan y supervisan las operaciones financieras, lo que agrega costos de operación a todos los entes que intervienen en el sistema financiero. Considere, por ejemplo, los costos adicionales que van desde sistemas computacionales y software específico, hasta capacitación especializada. En pocas palabras, es el propio gobierno el encargado de subir los precios por todos estos “extras” que se tienen que agregar a lo prestado. Tanta intervención burocrática encarece el dinero y en consecuencia nosotros lo pagamos. En países un poco más avanzados, gubernamentalmente hablando, la regulación es bastante menor.
Otro factor que afecta el costo del dinero es la propia inseguridad que priva en el país, no sólo la violencia, sino el factor de que los mexicanos no somos buenos para pagar las deudas, somos “inseguros” financieramente hablando. En comparación con otros países de América Latina, somos dos veces más propensos a no pagar las deudas. Esto obliga a las empresas que prestan dinero a cobrar más porque saben que una parte importante de la cartera (el total de los prestado) no se va a recuperar. En este sentido, las instituciones bancarias tienen bastante menos riesgo porque se pueden dar el lujo de no prestar. Tienen otros negocios y de esta forma, diversifican el riesgo, mientras que una financiera de plaza comercial solo vive de los créditos que otorga y en consecuencia, busca prestar lo máximo que pueda para generar utilidades, pero tiene que hacerlo a tasas de interés más altas, normalmente al doble de las tasas de crédito bancarias, porque enfrenta mayores posibilidades de no recuperar sus préstamos. No es que la gente que pide prestado en este tipo de negocios tenga malas intenciones, sino que los bancos por su mayor cantidad de recursos aseguran el cobro por diferentes medios y sus filtros dan como resultados personas que ya tienen ahorros y de esta manera batallan mucho menos para recuperar lo prestado. En pocas palabras, los bancos prestan a los menos necesitados y que más tienen, mientras las pequeñas financieras prestan a los más necesitados y que menos tienen. En consecuencia, éstos últimos incurren en un mayor riesgo y cobran bastante más. Los pobres pagan más por el dinero que más necesitan.
El precio del dólar es otro de los factores que también inciden en las tasas de interés. Al ser los grandes bancos de procedencia extranjera, con excepción de Banorte, requieren tener sus recursos en una moneda que les permita hacer transacciones internacionales y transferencia sin tener que pagar un costo elevado de arbitraje (cambiar de peso a dólares y de dólares a pesos), y eso lo cumple perfectamente el dólar norteamericano o el Euro. Es por ello que los bancos mantienen sus reservas en el billete verde y los que pedimos prestado tenemos que sujetarnos a los vaivenes de esa moneda. Mientras el dólar estuvo por debajo de los 17 pesos, los bancos en México estaban más o menos “tranquilos” en el sentido de que durante 5 meses no se vieron cambios en las tasas que cobraban a los acreditados en las tarjetas de crédito. Sin embargo, desde hace dos semanas, empezaron los incrementos. De esta forma, lo que se pide prestado ahora resulta más caro.
Finalmente, lo que sucede en otros países también afecta a la tasa de interés y no solo en lo económico sino también en lo político. Desde aquí hasta que se lleven a cabo las elecciones en Estados Unidos, habrá gran volatilidad (subidas y bajadas de precio) en el tipo de cambio, porque México será blanco de ataques políticos por parte de Donald Trump, el candidato republicano quien dirá cuantas verdades o mentiras sean necesarias para ganar la elección. Con estos argumentos, en su mayoría infundados, los inversionistas internacionales toman decisiones sobre si deben invertir o no en nuestro país. Para el inversionista internacional es más importante lo que se diga en los medios de comunicación masiva que la propia realidad. En consecuencia, estamos sujetos a lo dicho tanto en Estados Unidos como en otros países con los que, al fin y al cabo, también competimos por ese dinero. Esto significa que también tenemos que ofrecer más intereses para que ese capital venga a México.
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La presión por incrementar las tasas de interés se encuentra por todos lados en este momento del año. La incertidumbre política de México y Estados Unidos ha ocasionado que los capitales se dirijan a otros países, principalmente Europa y América del Sur, que son en este momento, los principales receptores de inversión extranjera norteamericana. Allá los intereses son más baratos que aquí y esa situación no cambiará al menos no hasta diciembre cuando pasen todos los asuntos electorales.
Pedir dinero prestado seguirá siendo muy caro y difícil de obtener cuando menos hasta diciembre de este tumultuoso 2024. Dadas las actuales circunstancias, lo mejor en este momento es no deberle a nadie, ni al vecino porque nos puede costar muy caro. Al menos eso dicen los otros datos.