¿Por qué fue buena la noche del nacimiento?
Muchos hablan de las malas noches.
Como si la oscuridad convocara las desventuras. Muchos atribuyen falsamente bondad a las noches que no la tienen.
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Confunden lo placentero con lo feliz, lo fugaz con lo permanente, lo sensible con lo espiritual.
Puede ser bueno un amanecer por su luminosidad, La nochebuena de diciembre es noche amanecida. Tiniebla vencida por la luz.
Es buena esa noche navideña por el mensaje angelical que habla de gloria para lo divino y paz para la voluntad humana, que se unge de bondad porque ahora escucha, comprende, acompaña, ayuda, sirve, enseña y perdona sin nunca dañarse ni dañar. La bondad encarnada enciende su antorcha apagada.
Es buena la noche del nacimiento del Salvador porque la eternidad, pone, en el tiempo de la historia humana, la más honda y esencial liberación de todas las ataduras que impiden hacer el bien.
NO ES ‘ALGO’ SINO ‘ALGUIEN’
Es grande la bondad de esa noche porque quedó superada para siempre la falsa esperanza humana, que se quedaba en “algo”, para pretender una salvación engañosa y equivocada.
No se iluminaba con el nacimiento de “Alguien” que es fuente de verdad, de amor, de justicia, de libertad, de paz, de alegría, de vida plena y auténtica.
Es buena esa noche porque la debilidad puede cambiarse en fortaleza, la ignorancia puede llegar a ser sabiduría, el odio, hiriente y autodestructivo, puede convertirse en amor generoso y abnegado. Porque es Vida que viene a ser vivida en la vida de todos los que sepan morir a todo lo que es muerte.
VOLVER A LO SENCILLO
El Niño divino y humano que nace en Belén, en una cueva, es recibido en un pesebre, visitado por pastores avisados por ángeles, con su madre virgen y un padre que no lo ha engendrado sino que lo cuida, por obediencia y respeto a un gran misterio, nos muestra la maravilla de la sencillez.
Lo inauténtico es complicado y aparatoso, nunca propone sino siempre intenta imponer. Lo pequeño, lo inmediato, lo cercano, lo cotidiano es la sobriedad de lo que es transparente y sano. Regala el encanto de la simplicidad que solo proviene de verdad y de amor.
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AQUEL CUENTO
El payaso, en el circo, reparte a los niños de un asilo, zapatos nuevos. En la fila viene, en silla de ruedas, un niño sin piernas. Al verlo que ya está acercándose, el payaso abre otra caja y, después de echar una maroma, dice con alegría: “Aquí tenemos otros regalos divertidos” y empieza a repartirlos. Al llegar el niño sin piernas, recibe con una gran sonrisa, un teclado para tocar canciones y un suéter con mono de nieve estampado... Se va feliz...
TÉ CON DIOS
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