Por qué la coalición
C. Wright Mills (1916-1962), brillante sociólogo norteamericano, acuñó el término “imaginación sociológica” para obligar a académicos, analistas y políticos, a entender la relación entre su biografía personal y el momento histórico marcado por su época. No entender dicha relación implica, para ellos tres, tomar decisiones equivocadas; tanto en el análisis de los fenómenos sociales como en la acción política para incidir en la realidad. Y, sobre todo, les impide “comprender el escenario histórico más amplio en cuanto a su significado para su vida interior y para la trayectoria exterior de una diversidad de individuos”.
Por esta razón, muchos académicos, analistas y políticos entienden la emergencia de las coaliciones -como la del Gobierno de Coalición en Coahuila, que incluye al PRI, PAN y PRD- como una degeneración de la política basada en valores fundacionales.
Pero se equivocan. Existen tres razones que justifican a plenitud, este tipo de alianzas en Coahuila, en México y en el mundo.
1. Existe un cambio de época que marca el fin de las ideologías; para dar paso, a una política descafeinada de principios o valores inmanentes.
Desde 1960, Daniel Bell (1919-2011) analizaba ese cambio de época marcado por el “desencantamiento de las grandes ideologías del siglo XIX (liberalismo y comunismo); como resultado de las crisis económicas y las dos guerras mundiales”.
Francis Fukuyama (1952- ), más puntual, precisaba en 1998, que a partir de la caída de la ideología comunista o fascista con el Muro de Berlín, “solo la democracia liberal tendría la legitimidad necesaria para convertirse en el sistema político al que aspirar. Con dos riesgos: el nacionalismo y la religión”.
Bell y Fukuyama coincidían en señalar que el desencantamiento con las ideologías marcado por eventos históricos clave, marcaban el inicio de una nueva época -desideologizada y pragmática- para la humanidad. Las ideologías y los principios fundacionales eran reemplazados por el cálculo racional de la oportunidad y el pragmatismo coyuntural en la lucha por el poder.
2. El divorcio de la democracia liberal -propuesta por Fukuyama, como la última forma de gobierno humano- con el modelo económico neoliberal provocó un desencanto global entre millones de ciudadanos que se interrogaban: “¿Cómo aspirar a la igualdad política cuando el sistema económico profundiza -de manera descarnada- las desigualdades económicas, en un mar pestilente de corrupción e impunidad?”
Y concluían: “¿Cómo asumir nuestro derecho a la esperanza, en una sociedad que nos margina y humilla cada día?”
3. El desencanto con las ideologías y la decepción con la democracia parieron al neopopulismo global con sus distintas variantes en 10 países europeos, 4 sudasiáticos, 1 norteamericano y 11 latinoamericanos.
Más allá de sus diferencias contextuales, los líderes neopopulistas utilizan la política de las tres “P´s”: populismo, posverdad y polarización, para establecer regímenes autócratas centrados en su persona con un sello nacionalista y anti democrático (Moisés Naím: 2022).
Manipulan, para ello, con sentido propagandístico, “el derecho a la esperanza” de cientos de millones de personas para polarizar la sociedad. Y fijar así, dos posturas claras ante la realidad: el pueblo “esperanzado” nutrido de emoción resentida y revanchista, mediante el uso de la posverdad, contra las clases medias y altas “responsables de su desgracia histórica”.
Bajo las tres justificantes histórico- políticas anteriores, las coaliciones emergen en Coahuila, México y el mundo, como la única alternativa para detener la bestia neopopulista; rescatar la democracia -por maltrecha e incipiente que ésta sea- y detener la regresión civilizatoria. Ese es el primer paso.
El segundo, sería reconstruir una esperanza sólida que reconcilie esa misma democracia con un modelo económico más justo y humano; hasta que la igualdad de todos, sin distingo, sea política y económica también.
Nota: El autor es Director General del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución.
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