Por Thomas B. Edsall, The New York Times.
La opinión de Donald Trump sobre la industria de las criptomonedas ha cambiado notablemente ahora que este sector se ha convertido en un actor importante en la financiación de campañas.
En 2021, Trump criticó abiertamente las monedas digitales; en declaraciones para Newsmax señaló: “No soy fan de bitcoin y otras criptomonedas, que no son dinero y cuyo valor es muy volátil porque no se basa en nada”.
Ese mismo año, Trump comentó para Fox Business que el cripto era un “desastre a punto de ocurrir” y que Estados Unidos debería “regular muy muy alto”.
Este año, dio un giro de 180 grados. En una conferencia de Bitcoin celebrada el 27 de junio en Nashville, Trump les dijo a los asistentes que, si volvía a ser elegido presidente, convertiría a Estados Unidos en “la capital criptográfica del planeta”. También prometió despedir a los reguladores gubernamentales que han criticado a esa industria.
La Plataforma Republicana 2024, redactada meticulosamente por el personal de Trump, declara:
“Los republicanos le pondrán fin a la represión ilegal y antiestadounidense de los demócratas contra las criptomonedas y se opondrán a la creación de una Moneda Digital del Banco Central. Defenderemos el derecho a minar bitcoines y garantizaremos que los estadounidenses tengan derecho a la autocustodia de sus Activos Digitales y a realizar transacciones libres de la Vigilancia y el Control del Gobierno”.
Las empresas de criptomonedas —y aquellas que han invertido considerablemente en ellas— ya le devolvieron el favor a Trump: no solo le expresaron su apoyo, sino que le ayudaron (y también le hicieron el favor al Partido Republicano) a resquebrajar el carácter de bastión demócrata de la industria de alta tecnología.
Un reportaje de abril en Puck titulado “All-In For Trump” refleja este cambio en el entorno político:
“El ciclo electoral anterior, los republicanos de Silicon Valley necesitaban protección de testigos para poder apoyar a Trump. Ahora, en la época posterior a la cultura de la cancelación y los movimientos de inclusión, una influyente cohorte de multimillonarios y cuasi multimillonarios se prepara a firmar cheques para el 45.° presidente”.
William D. Hartung, investigador del Instituto Quincy, respondió por correo electrónico a mi pregunta sobre la evolución del apoyo de Silicon Valley a Trump:
“La popularidad de Trump en la comunidad tecnológica es mayor entre los libertarios extremos y/o megalómanos como Peter Thiel, Elon Musk y Palmer Luckey. Les parece un disruptor y la figura política que es más probable que establezca reducciones a los impuestos y regulaciones que les den la máxima libertad para dirigir sus empresas y gastar su dinero”.
“Una corriente mesiánica que recorre gran parte de las comunidades de defensa de las empresas emergentes y de capital riesgo de Silicon Valley sostiene que estos hombres son los verdaderos “realizadores”, los verdaderos patriotas modernos y los únicos que pueden volver a darle a Estados Unidos una posición de dominio en el extranjero y grandeza en casa... si tan solo el gobierno se aparta de su camino y los deja hacer su trabajo”.
Un ejemplo del fenómeno que describe Hartung es el documento “The Little Tech Agenda” (El orden del día de las pequeñas tecnológicas), publicado en julio de 2024 por dos partidarios de Trump, Marc Andreessen y Ben Horowitz, fundadores de Andreessen/Horowitz (también conocida como a16z), una firma de capital riesgo que cuenta con “43.000 millones de dólares en capital comprometido a través de múltiples fondos”.
“Nuestras acciones políticas como empresa se centran por completo en la defensa de las pequeñas tecnológicas”, escribieron ambos. “Lucharemos por las pequeñas tecnológicas —por la libertad de investigar, inventar, crear empleos, construir el futuro— con todos nuestros recursos”.
Andreessen y Horowitz sostienen que “la avanzada de la supremacía tecnológica estadounidense siempre ha sido la empresa emergente”, pero las empresas de nueva creación “deben enfrentarse a otras ya establecidas que cuentan con marcas, posiciones de mercado, bases de clientes y solidez financiera de superioridad abrumadora y quieren estrangular a la competencia de las empresas emergentes desde su arranque. Las empresas tradicionales suelen tener otra enorme ventaja: la capacidad de poner al gobierno en contra de sus competidoras de nueva creación”.
En su ensayo, Andreessen y Horowitz expresan su compromiso de luchar contra “el sesgo contra la empresa emergente cada vez más generalizado en el gobierno estadounidense”, que supone “una amenaza clara y actual para la salud y vitalidad del éxito tecnológico estadounidense y, por tanto, para la economía, el Ejército y el pueblo de Estados Unidos”.
Aunque las empresas de capital riesgo y sus ejecutivos todavía favorecen a los demócratas frente a los republicanos, los republicanos han mejorado muchísimo su posición.
En 2020, según OpenSecrets, el apoyo de las empresas de capital riesgo a los candidatos demócratas con respecto a los republicanos fue de cuatro a uno, una diferencia de 40,7 millones de dólares frente a 11 millones de dólares; en las actuales elecciones, a poco más de un mes, la ventaja demócrata se ha reducido a dos a uno, equivalente a 28,6 millones frente a 14,9 millones de dólares.
Los avances republicanos en el sector de alta tecnología se limitan a una camarilla de multimillonarios conservadores ruidosos; entre los empleados de las empresas tecnológicas, todavía una mayoría abrumadora es demócrata, si las contribuciones a las campañas sirven de guía.
Reuters informó el 24 de septiembre que los trabajadores de Alphabet (empresa matriz de Google) y sus familias donaron 2,16 millones de dólares a Kamala Harris, “casi 40 veces más de lo que ha recibido Trump”. También los trabajadores de Amazon y Microsoft aportaron un total de 1 millón de dólares y 1,1 millones de dólares a la campaña de Harris, mientras que la “campaña de Trump obtuvo 116.000 dólares de los trabajadores de Amazon y 88.000 dólares de los trabajadores de Microsoft”.
Sin embargo, los insurgentes tecnológicos de derecha están dispuestos a donar millones de dólares, que serán un respaldo clave para Trump, cuya recaudación de fondos es mucho menor que el dinero que fluye hacia Kamala Harris.
De igual importancia es el hecho de que estos donantes conservadores están invirtiendo dinero en campañas independientes para derrotar a senadores y diputados demócratas en dificultades.
Un comité político, Fairshake PAC, y dos comités afiliados, Defend American Jobs y Protect Progress, ejemplifican el ascenso político de las criptomonedas.
Hace dos años, Fairshake ni siquiera existía. Hoy no sólo ha recaudado 276,8 millones de dólares, más dinero que cualquier otro PAC empresarial, sino cuatro veces más que el total combinado de 65,5 millones de dólares recaudado por los cinco PAC situados apenas por debajo de Fairshake, según OpenSecrets: la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios (NAR, por su sigla en inglés), Blue Cross/Blue Shield, la Asociación Americana para la Justicia (grupo de abogados de demandantes cuya sigla en inglés es AAJ), la Asociación Americana de Banqueros (ABA, por su sigla en inglés) y Honeywell International.
Los principales donantes de Fairshake son empresas y ejecutivos de firmas que participan directamente en transacciones de criptomonedas o con intereses importantes en dichas firmas, entre ellas: Coinbase, con 70,5 millones de dólares, Ripple, con 45 millones de dólares, Andreessen/Horowitz, con 49 millones de dólares, Jump Crypto y Jump Trading, con 15 millones de dólares, y Tyler y Cameron Winklevoss, con 4,9 millones de dólares.
Los responsables de Coinbase y Fairshake no tienen reparos en expresar sus intenciones.
“¿Cómo entiende la gente que el cripto es real, que es un problema real?”, le comentó Kara Calvert, directora de política estadounidense de Coinbase, a mi colega de redacción Shane Goldmacher, en marzo. “Cuando entregas 85 millones de dólares para respaldar un tema, eso es bastante real”.
Josh Vlasto, portavoz de Fairshake, le dijo a Goldmacher: “Tendremos los recursos necesarios para afectar las carreras y la composición de instituciones de todos los niveles. Y aprovecharemos esos activos estratégicamente para maximizar su impacto a fin de construir una coalición sostenible y bipartidista en los sectores de las criptomonedas y las cadenas de bloques”.
El trío Fairshake de PAC hizo desembolsos independientes a favor de los demócratas y republicanos que apoyan las criptomonedas y en contra de los que las critican. Dado que los republicanos le han dado un apoyo abrumador a la industria, mientras que los demócratas están divididos, la consecuencia práctica es que las inversiones del trío se inclinan, en general, a favor de los republicanos.
Fairshake destinó 10,1 millones de dólares a derrotar la candidatura de Katie Porter al Senado por California, meta que ya consiguió, además de 2,1 millones de dólares y 1,4 millones de dólares para derrotar a los miembros de la Cámara de Representantes Jamaal Bowman y Cori Bush.
Sin embargo, la aportación más importante ha sido la del PAC filial de Fairshake, Defend American Jobs, que asignó 34,4 millones de dólares en gastos independientes a apoyar a Bernie Moreno, un republicano de Ohio que intenta derrotar al senador Sherrod Brown.
La contienda Brown-Moreno es un campo de batalla crucial entre los republicanos y demócratas que buscan controlar el Senado el próximo año. El promedio de RealClearPolitics de las cuatro encuestas más recientes en Ohio le da a Brown una ventaja de 3,7 puntos sobre Moreno.
El propio Trump no solo se ha percatado de la oleada de dinero en criptodivisas que ronda este ciclo electoral, sino que miembros de su familia —siempre deseosos de obtener beneficios— han creado una empresa para aprovechar las monedas digitales.
En un artículo del 24 de septiembre, “Bitcoin, Burgers and Big-Money Donors: Inside the Trump Crypto Alliance” (Bitcoin, hamburguesas y grandes donantes de dinero: dentro de la criptoalianza de Trump), The Wall Street Journal informó: “La tendencia de Trump a entrelazar sus intereses empresariales con su carrera política también ha dado un giro criptográfico. Trump lanzó y les ha vendido a sus partidarios cuatro colecciones de tókenes no fungibles —la versión en el sector de las criptomonedas de las tarjetas coleccionables digitales— desde 2022.
Su empresa de criptomonedas más reciente, World Liberty Financial, se lanzó entre fanfarrias el lunes por la noche, durante una emisión en vivo de dos horas con Trump y su familia en la plataforma X de Elon Musk. El proyecto, que identifica como misión “hacer grandes a las criptomonedas y a Estados Unidos impulsando la adopción masiva de stablecoins y finanzas descentralizadas”, hasta ahora ha compartido pocos detalles sobre su mecánica. El equipo detrás del proyecto afirmó que planea venderles un token a inversores ricos que cumplan con ciertos criterios de ingresos y patrimonio neto”.
Los demócratas, por su parte, han empezado a responder al poder político de la criptoindustria.
El 23 de agosto, Kamala Harris se separó de la opinión generalmente crítica de la administración Biden con respecto a las criptomonedas y aseveró ante los asistentes a una recaudación de fondos en Nueva York que su intención es “fomentar tecnologías innovadoras como la IA y los activos digitales”.
Según un informe del Centro de Investigaciones Pew de 2023, el 17 por ciento de los adultos estadounidenses han invertido en criptomonedas. Sin embargo, una encuesta de la Reserva Federal titulada “Economic Well-Being of U.S. Households in 2023” (Bienestar económico de los hogares estadounidenses en 2023) reveló no solo que una proporción mucho menor de adultos utiliza criptodivisas, sino que su número va en disminución constante: “En general, el siete por ciento de los adultos poseían o utilizaban criptodivisas en 2023, tres puntos porcentuales menos que en 2022 y cinco puntos porcentuales menos que en 2021”.
Tanto el Centro de Investigaciones Pew como la Reserva Federal descubrieron un número desproporcionado de hombres jóvenes con ingresos relativamente altos entre estos inversionistas. El 41 por ciento de los hombres entre 18 y 29 años encuestados por Pew indicaron que habían adquirido algún tipo de moneda digital.
Aun así, hay nubes en el horizonte para el bitcoin y otras monedas digitales.
Eswar Prasad, economista de la Universidad Cornell y el Instituto Brookings que ha escrito ampliamente sobre la influencia de las nuevas tecnologías, advirtió en un artículo del Instituto Brookings de 2021, “The Brutal Truth About Bitcoin” (La verdad brutal sobre Bitcoin), que la moneda digital está cimentada en premisas frágiles.
En un artículo de 2023 con el titular “The Future of Money and Its Implications for Society, Central Banks, and the International Monetary System” (El futuro del dinero y sus implicaciones para la sociedad, los bancos centrales y el sistema monetario internacional), Prasad escribió que bitcoin “es un invento extraordinario”. Pero añadió: “el único problema es que no funciona”.
Explica que, en la práctica, “no es posible ampliar su uso. Si intentara comprar una taza de café con un bitcoin, para empezar, pagaría unas comisiones de transacción muy elevadas. Además, añadir una transacción a la cadena de bloques y validarla en ese bloque de transacciones tarda unos 10 minutos”.
“Es caro y su procesamiento es lento, así que la taza de café probablemente se enfriaría en mis manos antes de que pudiera completar el pago. No es un medio de transacción viable. Bitcoin se ha convertido en lo que nunca debió ser: un activo financiero puramente especulativo. Y el valor de este activo parece deberse su escasez, nada más”.
En un correo electrónico, Prasad reconoció que “otras criptomonedas descentralizadas como ethereum ahora aplican un proceso diferente de validación de transacciones que es mucho más eficiente: más rápido, más barato, requiere un mínimo de energía y es mucho más escalable. Sin embargo, todas estas criptomonedas descentralizadas comparten el problema del valor inestable, por lo que no son medios de intercambio ideales para realizar transacciones”.
Dadas estas limitaciones, escribió Prasad, la Reserva Federal podría emitir una “moneda digital de banco central (CBDC, por su sigla en inglés) que tenga un valor estable por definición y de manera que el sistema de pagos subyacente pueda procesar grandes volúmenes de transacciones de forma rápida y barata”.
Prasad añadió que una “moneda digital oficial” así “socavaría sustancialmente el papel de las criptomonedas y otras monedas digitales privadas como medios de intercambio”. Es posible que las stablecoins, con sus funciones programables sofisticadas, sigan desempeñando un papel importante en las finanzas descentralizadas basadas en cadenas de bloques. Sin embargo, para las transacciones normales, una CBDC probablemente dominaría a la mayoría de las criptodivisas”.
En diciembre de 2020 finalizó el Proyecto Hamilton, “un esfuerzo conjunto de investigación entre el Banco de la Reserva Federal de Boston y el Instituto Tecnológico de Massachusetts sobre la viabilidad técnica de una posible moneda digital del banco central”.
Las conclusiones derivadas de esta investigación experimental demostraron la amenaza competitiva que supondría para el sector de las criptomonedas la emisión de una moneda digital con respaldo federal: “Creamos un diseño para un sistema de procesamiento de transacciones modular y ampliable, lo implementamos en dos arquitecturas distintas y evaluamos su velocidad, rendimiento y tolerancia a fallos”, explican los ingenieros del Proyecto Hamilton.
“Ambas arquitecturas cumplieron y superaron nuestros requisitos de velocidad y rendimiento”, añaden los ingenieros del proyecto. La “arquitectura completó de forma duradera más del 99 por ciento de las transacciones en menos de dos segundos y la mayoría de las transacciones en menos de 0,7 segundos”, con lo que cumplió “su objetivo de crear un motor de procesamiento central para una CBDC hipotética de propósito general”.
La industria está muy consciente de esta amenaza competitiva y es una de las razones por las que se incluyó en la Plataforma Republicana 2024 la línea que mencioné sobre el compromiso del partido de “oponerse a la creación de una Moneda Digital de Banco Central”.
Roberto González, profesor de antropología en la Universidad Estatal de San José y autor del artículo “How Big Tech and Silicon Valley are Transforming the Military-Industrial Complex” (Cómo están transformando las gigantes tecnológicas y Silicon Valley el complejo militar-industrial), publicado por el Instituto Watson de la Universidad Brown, describió en un correo electrónico la forma en que las empresas tecnológicas orientadas a la defensa contribuyen al cambio de preferencia entre las empresas tecnológicas hacia el Partido Republicano:
“Los contratos del Departamento de Defensa con grandes empresas tecnológicas como Microsoft, Amazon, Oracle y Google, al igual que con empresas emergentes más pequeñas como Skydio y Hawkeye360, se han disparado en los últimos cinco o seis años. Los ejecutivos tecnológicos que antes se mostraban reacios a hacer negocios abiertamente con las agencias de defensa e inteligencia ahora tienen menos reparos en buscar contratos con ellas”.
Los líderes tecnológicos más atraídos por Trump, continuó González, “son generalmente aquellos que han estado más dispuestos a que sus empresas concreten grandes contratos con agencias militares y de inteligencia”. Algunos de los mayores partidarios tecnológicos de Trump son líderes de empresas de Silicon Valley que trabajan mucho en tecnología de defensa: Peter Thiel, de Palantir, Elon Musk, de Space X, y Palmer Luckey, de Anduril.
Saben que es más probable que un gobierno de Trump proponga mayores presupuestos de defensa y, en su posición, podrían aprovecharlo. Lo mismo ocurre con una serie de líderes del mundo del capital riesgo cuyas empresas han invertido cada vez más en empresas emergentes de tecnología de defensa. En este caso, me viene a la mente gente como Douglas Leone y Shaun Maguire de Sequoia Capital”.
González añadió que Trump “también escalaría las tensiones con China, y cualquier conflicto potencial entre Estados Unidos y China sería una ganancia inesperada para empresas de tecnología de defensa como Anduril y Palantir”.
En los últimos años, Elon Musk ha obtenido un número creciente de contratos del Pentágono. Algunos ejemplos de la participación de sus empresas incluyen la adjudicación a SpaceX el año pasado de hasta 70 millones de dólares, un contrato de 23 millones de dólares suscrito en 2023 para desplegar terminales Starlink en Ucrania y un contrato clasificado de 1.800 millones de dólares celebrado en 2021 y revelado por The Wall Street Journal.
Musk no solo expresó su respaldo a Trump, sino que creó un comité de gastos independiente, America Pac (Texas), que ha invertido hasta ahora 31,4 millones de dólares en actividades para promocionar a Trump y 27,9 millones de dólares en total, primero para derrotar a Biden y ahora para derrotar a Harris.
¿Durarán los avances republicanos en la comunidad de alta tecnología más allá de las próximas elecciones o son principalmente apoyos específicos para Trump?
Hay razones para creer que perdurarán. En primer lugar, no dejará de crecer la demanda de productos de alta tecnología por parte del Pentágono.
En segundo lugar, el sector de las criptomonedas, volátil y plagado de escándalos, necesita que el gobierno le proporcione seguridad y protección frente a la competencia. Los republicanos seguirán siendo más comprensivos con las necesidades del sector que los demócratas.
Si la tendencia del dinero tecnológico hacia el Partido Republicano marcará alguna diferencia es otra cuestión. En las elecciones actuales, cualquier ganancia de los republicanos puede resultar relativamente intrascendente en comparación con el nivel general de apoyo a Harris, que ha recaudado 685,1 millones de dólares, en comparación con los 306,8 millones de dólares de Trump.
Aun así, el logro de Trump y sus aliados de haber acabado con el monopolio demócrata de Silicon Valley no es nada despreciable. c.2024 The New York Times Company.