Qatar, sinónimo de negocio, ¿y los derechos humanos?
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Monoculturalismo, multiculturalismo e interculturalismo son conceptos que poco importan cuando el dinero está de por medio. A quién le importa reflexionar sobre el sistema de creencias, el sistema ideológico o el respeto o no a los derechos humanos que impera en un país como Qatar.
Como en el libre mercado, sistema económico predominante independientemente de las latitudes, lo que interesa es la competencia y las ganancias. Las utópicas palabras del famoso Pierre de Coubertin, “lo importante no es ganar, sino competir”, a pocos importan en un evento de este tipo, porque lo principal es competir (entendida la competencia como negocio).
A ver, no nos hagamos. Todos sabíamos cómo los organizadores qataríes se hicieron del Mundial o al menos del backstage, de cómo lo lograron compitiendo por la sede con países como Australia, Japón, Estados Unidos y Corea del Sur; por supuesto, todos con mayor actividad futbolera. Las acusaciones por pagar sobornos a funcionarios de la FIFA fueron investigadas durante dos años, pero los coordinadores fueron absueltos.
Todos sabíamos del número tan alto de trabajadores inmigrantes –más de 30 mil– que laboraron en condiciones de esclavitud forzada, bajos salarios, condiciones inhumanas y amenazas. Vea el reporte “Qatar, la copa de la vergüenza” (https://onx.la/db2d2) elaborado por Amnistía Internacional (amnesty.org), donde ni los defensores de los Derechos Humanos, ni la FIFA y ni los organizadores dijeron nada.
Todos sabíamos que el monoculturalismo que ha prevalecido en esas latitudes ha sido a ultranza y no está a consideración de votación para cambiarlo. La poligamia en el Islam, el valor de la mujer y la condena sobre las minorías de diversidad sexual es un tema de poder y de violencia que no se pone, ni se pondrá, a discusión por más amigables que sean sus líderes con sus homólogos occidentales a la hora de hacer negocios. Está más que claro, los derechos humanos valen para quienes habitamos en Occidente, no para las zonas musulmanas. ¿O acaso vivía en la ingenuidad?
Afirmaciones de Hassan Al Thawadi, secretario general del Comité Supremo para la Entrega y el Legado (SC), encargado de la organización, ponen en entredicho la inflexibilidad de una cultura que busca convivir con la multiculturalidad diciendo: “Somos un país relativamente conservador, lo que significa que las muestras de afecto en público no forman parte de nuestra cultura. Pero la hospitalidad y la acogida de personas de diferentes partes del mundo en nuestro país forman parte de nuestra cultura”. Más claro, ni el agua.
¿Cómo se puede ser hospitalario y restringir derechos individuales que se ha dificultado tanto intentar y visibilizar a minorías en Occidente? ¿Quieren o no convivir con Occidente? ¿Importa la cultura, el turismo o el dinero? Es decir, nosotros queremos que vengan, pero nosotros decidimos en qué condiciones vienen. Pero todo esto... ya lo sabíamos.
Ni siquiera es un tema que tenga que ver con la tolerancia como valor unificador de las culturas. Porque la tolerancia es encontrarse y comunicarse en la diversidad de modos de ver, pensar o de creer. No un simple tomar en cuenta que deja a las personas distantes y aisladas en sus convicciones, sino un modo de caminar juntos en la confrontación de las respectivas posiciones.
El problema es que en aras de promover las ganancias se priorizaron las complicidades, el disimulo y el silencio de los organismos internacionales, de las grandes trasnacionales y de los implicados –federaciones, directivos, jugadores y aficionados–, mientras la defensa de principios básicos universales pasó a segundo plano. O a poco no sabía que el estereotipo del “árabe” ha sido históricamente el del negocio. Son, han sido y serán los amos y señores de los negocios.
Por tanto, lo que importa al país anfitrión es el negocio, independientemente de si usted, yo y en Occidente pensamos distinto, y a la FIFA lo que menos le importa son los derechos humanos. ¿Por qué cree que los seleccionados alemanes se colocaron la mano en la boca en su primera participación en el Mundial? La prohibición del organismo internacional que regentea el futbol a nivel mundial prefirió ser cómplice que tocar a los dueños de los estadios.
¿Por qué en un primer momento no boicotearon la candidatura de Qatar? ¿Por qué no se denunció y se tomaron medidas de cancelación del Mundial por motivos de muertes en la construcción de los estadios, salarios de hambre y esclavitud moderna? ¿Por qué las organizaciones internacionales no bloquearon el Mundial por el trato denigrante que se le da a las mujeres en esos países de tradición misógina y por atentar en contra de la libertad de preferencias sexuales? ¿Porque las federaciones no dijeron nada al respecto ni amenazaron con no presentarse? ¿Por qué los jugadores no protestaron y dijeron no jugamos? ¿Por qué los medios no dejaron de transmitir los partidos? ¿Por qué nosotros no dejamos de ver los partidos?
Por una razón muy simple: porque por encima de la dignidad y de los derechos humanos está el poder del dinero y el pan y circo que tanto requerimos los seres humanos. Qatar simplemente es la expresión más nítida de esa analogía. Así las cosas.
fjesusb@tec.mx