Que se haga la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre
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En esta columna hemos argumentado lo que piensan, sienten y viven millones de mexicanos en torno a la justicia penal en nuestro país, simple, contundente y llanamente, que no sirve para nada. Peor aún, no sólo no sirve para garantizar justicia, vamos, ni para aplicar la ley; en el 99% de los casos, fracasa. Las instituciones de justicia, lejos de impartir justicia o legalidad, son también vehículos e instrumentos, que distribuyen injusticia. Los contados casos en contrario, son tan escasos y tan aislados que resultan, en realidad, excepciones que confirman la regla.
En el conjunto de las instituciones de justicia, las prácticas habituales se resumen así: fabricar culpables, proteger delincuentes, hacer uso faccioso del poder legal que detentan, beneficiar los intereses de los poderosos, así sea el Presidente o gobernante en turno, alguno de los poderes fácticos, financieros, empresariales, sindicales, de la comunicación, de la academia o el clero. No creo que exista un indicador de disfuncionalidad más escandaloso y longevo que éste. Pareciera que los mexicanos ya nos acostumbramos a mal vivir en esta situación, que la hemos normalizado.
Esta situación se cruza con otra que, a su vez, ilustra la pequeñez de la clase política mexicana. Solemos navegar entre dos extremos. Por lo general, la corrupción impone su ley y la generación de leyes y de políticas públicas se alinea con el incentivo perverso de pactar en lo oscuro; pero cuando el conflicto entre grupos de poder resulta demasiado antagónico y no da espacio a la complicidad, las leyes y políticas públicas son producto de la inmediatez, sin que importen los efectos de mediano y largo plazo. La oposición legisla como si fuera a estar siempre en la oposición; y el partido gobernante como si fuera a detentar el poder eternamente.
La Fiscalía General de la República carece de toda autonomía, actúa como perro guardián del presidente, éste la utiliza como arma contra sus adversarios cuando se pasan de la raya. Su eficiencia para apoyar las filias y fobias de AMLO, es inversamente proporcional a la hora de cumplir con sus tareas constitucionales, La FGR deja de ser una institución del Estado Mexicano, para convertirse en un arma política, facciosa.
Resulta lamentable el papel que desempeña el otrora respetado académico Alejandro Gertz Manero, es muy triste que cierre así su ciclo vital, personal y profesional. Se despide a los 81 años de edad, traicionando muchas de las banderas por las que abogó hace pocos años, reducido al papel de gatillero presidencial, persigue a sus opositores y hasta a ex familiares incómodos.
El principio de presunción de inocencia no existe, las personas van a la cárcel sin conocer de qué se la acusa, y nadie tiene tiempo ni interés para atender una enorme cantidad de delitos, la mayoría de los cuales ni siquiera se denuncian. Menudean las ocasiones en las que los MP aconsejan a la víctima no denunciar, “al fin y al cabo no vamos a hacer nada”, les dicen en corto. La autoridad está muy ocupada atendiendo los caprichos del Presidente o los intereses de los poderosos de verdad.
Por su lado, la oposición partidaria, olvida que hizo lo mismo cuando detentó el poder, se da baños de pureza y se desgarra las vestiduras. Denuncian, con razón, el uso faccioso de la procuración de justicia, pero ignoran la viga en su propio ojo. La FGR es lo que es gracias a los gobiernos del PRI y del PAN. Desde el año 2000 se negaron a reformar el sistema de justicia. Los presidentes y gobernadores hicieron uso del poder autoritario que les brindaba el sistema de justicia. Actuaron como si fueran a permanecer en el poder por tiempo indefinido y nada hicieron por reformarlo. Hoy siguen actuando así los gobernadores en la mayoría de los estados. Quienes no lo hacen son la excepción, no la regla.
Como se negaron a cambiar el sistema, hoy padecen y se lamentan de la injustica prevaleciente. Antes y ahora los colectivos de desaparecidos, de mujeres, de campesinos y demás víctimas del despojo y la injusticia siguen reclamando respeto a sus derechos. Los partidos se quejan hoy del entuerto que dejaron y culpan al titiritero de turno.
Cuando tuvieron el poder necesario para impedir lo que López Obrador esta haciendo con la Fiscalía, se negaron a hacerlo, porque en muchos sentidos siempre hicieron eso mismo. Como dice el refrán popular: “que se haga la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre.” Ya le tocará a López y a los suyos, ser perseguidos con los mismos instrumentos que hoy usan.
@chuyramirezr