¿Realmente estamos cerca de alcanzar la soberanía energética, como afirma el Presidente?

Opinión
/ 17 septiembre 2023

Lo dudo. Analicemos la realidad con datos duros.

Tener soberanía energética requiere se cumplan varios requisitos.

El primero es el de disponibilidad de energía, suficiente y de calidad.

Las fuentes de energía son la eléctrica, que depende de otras fuentes de energía primaria como gas, hidrocarburos, agua, entre otras, los mismos hidrocarburos, el aire, el sol, el hidrógeno, la nuclear, entre las principales.

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La disponibilidad requerida, necesaria para afirmar que tenemos soberanía energética, está en relación con las necesidades de la población y de la economía.

Definitivamente no se puede afirmar que la disponibilidad actual de energía sea suficiente para las necesidades de México. La generación de energía eléctrica y la capacidad de transmisión en el país muestra ya muestra signos de insuficiencia, que se manifiestan en prolongados tiempos de espera de nuevas industrias para contar con el servicio; en apagones no programados en diversas zonas del país, entre otros problemas.

Si analizamos las fuentes de energía primaria que se usan para generar energía eléctrica, el panorama es preocupante. México padece una enorme vulnerabilidad asociada a la dependencia de las importaciones de gas. Este insumo se usa para generar más del 60 por ciento de la energía eléctrica producida en el país. El gas requerido para este propósito, y para otros usos, se importa en casi su totalidad.

Éste se transporta en forma gaseosa por ductos, o en forma líquida por barco, ferrocarril o carretera. La capacidad de México para importar gas en forma líquida es muy limitada; ampliarla requiere importantes inversiones y tiempo. Además, el precio del gas licuado es dos o tres veces más caro que el que llega por los ductos.

México importa la mayor parte del gas por ducto, principalmente desde Texas. Esta situación coloca a México en una situación de gran vulnerabilidad. Cualquier interrupción de este flujo, por la razón que sea, ocasiona afectación seria en la economía y en los hogares. Ya lo experimentamos en el invierno de 2021, cuando hubo una fuerte onda fría en Texas, que congeló ductos e interrumpió el flujo de gas por algunos días. Ello tuvo consecuencias graves en el país, pues ante la carencia de capacidad de almacenamiento, la generación de electricidad y las necesidades de energía de la industria y los hogares, dependen prácticamente del flujo diario de gas. Muchas empresas hubieron de parar, faltó energía en las casas, y se pagó un alto costo.

El actual gobierno ha equiparado, erróneamente, soberanía energética con ser autosuficientes en gasolinas y diésel. Es erróneo porque estos combustibles son un commodity y, si se requiere, existen muchas fuentes de dónde importarlo. Por lo que depender de importaciones de este energético no es realmente un serio problema.

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El gobierno no lo ve así y su política energética se ha centrado en ser autosuficiente en combustibles. Ha buscado aumentar la producción de crudo, mejorar las refinerías actuales, construir una nueva y comprar una en EUA, de la cual Pemex ya tenía el 50 por ciento de las acciones.

La realidad es que no se ha avanzado mucho y no es cierto que estemos cerca de tener soberanía energética, ni siquiera si se aceptara que esta cercanía se mide por nuestra capacidad de producir nuestros combustibles.

La producción de crudo no ha aumentado, las reservas probadas de hidrocarburos tampoco, la capacidad de refinación no ha mejorado significativamente, no se ha terminado la nueva refinería, además de que su costo será excesivo, casi tres veces lo presupuestado originalmente; la situación de Pemex es cada vez más precaria, lo que limita su capacidad para invertir en exploración y transformación. Finalmente, las importaciones de combustibles siguen siendo muy elevadas; en el período de enero a julio de 2023 se importaron, en promedio, cerca de 375 barriles por día, aproximadamente la mitad de lo que se consume.

Para hablar de soberanía energética se requiere que se cumpla un segundo y muy importante requisito: Sustentabilidad. Implica el uso sostenible de nuestros recursos naturales e impulsar el desarrollo de las fuentes de energía renovable, como el sol, el viento, la biomasa y el agua; usar las fuentes fósiles menos contaminantes, como el gas, que es mucho más limpio que el petróleo; recurrir a la investigación y al desarrollo tecnológico para reducir los impactos negativos de los combustibles fósiles sobre el ambiente. Nada de esto se está haciendo en el país.

Este gobierno ha privilegiado el uso de combustibles fósiles y, dadas las limitaciones en nuestro sistema de refinación, las refinerías nacionales están produciendo casi tanto combustóleo como gasolinas, lo que ha significado que CFE esté obligada a quemar ese combustóleo para generar electricidad, dado que no hay mercado externo para tal combustible, con el consecuente impacto en el ambiente, ya que es muy contaminante.

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A la par de lo anterior, el impulso que tuvieron los proyectos de energías renovables entre 2014 y 2018 se detuvo de golpe por decisión expresa del gobierno; decenas de proyectos fotovoltaicos y eólicos (27 sólo en Coahuila) se frenaron al suspenderse las subastas de energía eléctrica por parte de la CFE, así como el otorgamiento de permisos.

Una política energética exitosa, que nos acerque a la soberanía en esta materia, debe basarse en tres pilares:

-Eficiencia: Esto es buscar cada vez menos energía por unidad de producto.

-Electrificación: Mover todos los usos hacia la energía eléctrica: Transporte, hogar, industria.

-Sustentabilidad ambiental: Transitar hacia una matriz energética más limpia, hacia energía basada en fuentes no fósiles como aire, sol, hidrógeno; en fuentes fósiles menos contaminantes, como el gas; y en tecnología para mitigar los impactos negativos que haya.

Nada de esto se hace en el actual gobierno. Su política energética ha sido un desastre para el país. Ni se busca la eficiencia, ni se promueve la electrificación, ni se busca la sustentabilidad ambiental.

En consecuencia, México nunca había estado tan lejos de lograr soberanía energética ni había sido tan vulnerable en materia de energía como ahora: Las empresas públicas de energía se hallan en una pésima situación financiera y operativa; hay una dependencia creciente de las importaciones de gas; Pemex carece de capacidad tecnológica para explotar los yacimientos de aguas profundas; existe un riesgo cada vez mayor de que la insuficiencia de energía limite el dinamismo del empleo y de la economía.

Es absolutamente falso lo que afirma el Presidente. No estamos más cerca de tener soberanía energética. Al contrario.

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