Religión... ¿Quién la necesita?

Opinión
/ 30 septiembre 2025

Y si la religión no nos sirve como faro moral en este oscuro océano de incertidumbres y dudas existenciales... ¿Entonces de qué ‘cognos’ nos sirve?

Cuando uno cuestiona a la religión, eventualmente se topa con el argumento de que, sin la noción de Dios, el hombre carecería de brújula moral.

Para muchos, la creencia en una deidad es lo único que nos separa del más absoluto vacío ético y de una vida como animalitos del bosque, porque somos, por naturaleza, incapaces de cualquier gesto de decoro, integridad, solidaridad o decencia.

TE PUEDE INTERESAR: El eslabón defectuoso

Por fortuna, Dios nos ama (¡no se rían allá atrás!) y nos dio una serie de pautas para el buen vivir. Bueno, se las entregó a Moisés, un tío que le caía bastante bien porque se parecía mucho al portavoz de la Asociación del Rifle (a Diosito le chiflan las armas).

Los Diez Mandamientos, el decálogo que según muchos crédulos es la piedra sobre la cual está cimentada la civilización, resultan bastante sospechosos para ser de autoría divina: lo primero que salta a la vista ante el más somero análisis es que, pese a ser sólo diez ordenanzas, el buen Dios dedica cuatro de éstas a especificarnos cómo hay que adorarle.

Según el Éxodo: 1) No tendrás otros dioses... 2) No te harás falsos ídolos... 3) No usarás el nombre de Dios en vano... 4) Santificarás el día de reposo.

¿Algo sobre el abuso o explotación física, laboral o sexual en contra de los niños? ¡Nada, ni media palabra! Y ni intente argumentar que ello “se infiere” a partir de los propios mandamientos. ¡Se infiere, mangos!

¿Algo sobre el cuidado de la naturaleza? ¿Del planeta? ¿Sobre ser compasivo con los animales?

Y los que podrían considerarse sus mayores aciertos: 6) No matarás y 8) No robarás, realmente pudimos haberlos deducido sin su ayuda a partir de las elementales reglas de convivencia y, de hecho, lo hicimos mucho antes de que Moisés bajara del cerro con la novedad de que a Dios no le gustan los rateros ni los homicidas (un poco sí, los asesinos seriales, pero sólo por los documentales de “true crime”).

El resto de los mandamientos son discutibles: “No mentirás”... Pues depende... ¿A quién habría que mentirle? Si el coronel Hans Landa me está interrogando para que le diga si tengo una familia de judíos escondida bajo el piso de mi cabaña, al menos voy a hacer el intento de despistarlo.

“No codiciarás”... En opinión de algunos pragmáticos, la codicia puede ser un gran motor para el espíritu emprendedor.

“No cometerás adulterio”.... ¿Y entonces para qué cojones nos diste instintos tan obsesivos, urgentes e inaplazables? ¿Para volvernos locos? ¿Acaso eres sádico, Dios? ¡Esteeee.... Mejor no nos respondas!

¿Estamos? Nos están diciendo que el intelecto supremo creador del Universo nos dejó un importante manual para nuestra salvación, pero desperdicia la mitad de su mensaje en indicarnos las formas en que le gusta que le hagan sus carantoñas, sus reverencias, el cañangas ñangas: –¡Y mucho cuidado con voltear a ver a ese tal Zeus, con sus abdominales bien trabajados!

–No...

¡Y que no se les olvide mi cumple... que es cada semana! ¡Y nada de andar jurando o sacando a crédito a mi nombre...!

–¡No, Diosito, descuida!

–¡Porque yo soy el Dios verdadero!

–¡Que sí, ‘mbre!

¿Así o más che tóxico? Ahora bien, si usted considera que este canon le garantiza la salvación eterna, ¡pues adelante!, pero debe admitir al menos que está muy rebasado para lo que al día de hoy sabemos sobre el mundo y la complejidad humana.

Y si la religión no nos sirve como faro moral en este oscuro océano de incertidumbres y dudas existenciales... ¿Entonces de qué “cognos” nos sirve?

Yo le voy a decir para qué nos sirve: sirve para que una élite de buenos para nada (místicos iluminados de cualquier denominación) viva a toda madre a expensas de los más crédulos, cuyas vidas –claro– son más duras y penosas que la de sus ministros y sacerdotes, por lo que depositan todas sus esperanzas en una existencia ulterior que –esa sí– será plena, dichosa, perpetua, perfecta.

¡Ajá! ¿Y luego?

A cambio de esa esperanza, los representantes de las incontables divinidades que nos hemos inventado suelen querer lo mismo de nosotros: credulidad incondicional (nada de preguntas incómodas o impertinentes; nada de cuestionar el dogma por mucho que no tenga pies, cabeza ni lógica en absoluto); nuestro dinero, porque los que tienen a Dios en el WhatsApp no van a andar trabajando como cualquier infeliz peón campesino, ¿verdad?; y sexo, ya sea con mujeres, con nuestros niños y hasta con uno (no falta el doblemente degenerado).

Prueba de lo que digo es el mega escándalo, refrescado en nuestra memoria gracias al documental de interpósita plataforma (HBO) de los Legionarios de Cristo, pero también el drama judicial aún en desarrollo contra la secta la Luz del Mundo y su líder, el Apóstol de Dios sobre la Tierra, Naasón Joaquín García (Borolas).

TE PUEDE INTERESAR: Así operaba la secta detrás de la iglesia La Luz del Mundo, en manos de Naasón Joaquín García

¡Y no me vengan –como dijera aquel viejo acedo de Macuspana– con que son la excepción, las ovejas descarriadas, las manzanas podridas! Para nada, la Historia nos ha enseñado que son la regla: donde hay ignorancia, hay credulidad; donde hay credulidad, hay ejercicios de poder desigual, es decir, abuso. Y donde hay abuso... Bueno, la perversidad no conoce otros límites que los que imponen las leyes de la física, porque tratándose de la ley de los hombres y la del Dios que dicen representar... ¡Ja!

Es necesario que retomemos el tema de la Luz del Mundo en una próxima entrega porque, para sorpresa de nadie, esta secta ha hecho simbiosis en México con su poder político, dando a luz a un engendro junto al que el Cthulhu de Lovecraft se queda baboso; uno que está a la vista de todos y, sin embargo, ni este gobierno ni ninguno de los anteriores han impedido su monstruoso crecimiento, y es que, lejos de preocuparles las miles de vidas que destruyen, sólo les importa ver cómo lo pueden parasitar. Téngame paciencia y trataremos de asomarnos a ese hoy inmundo de perversidad, religión y política.

AMIGOS DE SALTILLO

En mi ciudad natal tuvimos la fortuna de contar con un buen sacerdote, el amado Padre Gofo, mi brother Adolfo Huerta Alemán, alguien que se ordenó sólo para usar de la religión el poder de convocatoria y así despertar y emancipar tantas conciencias como le fuera posible.

No obstante su investidura sacerdotal, Gofo era el primero en negar la existencia de un ente divino creador y eterno, así como la trascendencia del espíritu más allá de la muerte. Era sacerdote y era ateo, y por eso se ocupó en vida de los asuntos importantes: los mundanos.

Nos vemos mañana a las 20:00 horas en El Confesionario, La Catedral del Rock, para honrar, como cada año, la memoria de un activista ejemplar y un sacerdote fuera de serie: mi hermano, Gofo.

COMENTARIOS