Retórica y realidad, ¿en verdad están separadas cuando se trata de Trump?
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Mantener la ‘cabeza fría’ es un consejo oportuno ante cualquier circunstancia, pues ello permite pensar mejor y actuar con tino. Por desgracia, eso no siempre funciona
La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo llamó ayer a mantener “la cabeza fría” y a no precipitarse en la calificación de las consecuencias que tendrán −o pueden tener− las órdenes ejecutivas firmadas por Donald Trump a su regreso a la Casa Blanca. De entrada, parece una decisión prudente, aunque eso depende de que, en efecto, sea posible separar la retórica de lo que, en ejercicio de sus funciones, puede hacer el Presidente de Estados Unidos.
Algunos analistas han coincidido con el planteamiento de la Presidenta de México, sobre todo en lo que respecta a algunos de los decretos “polémicos” que Trump firmó en su primer día como Presidente. En uno de esos casos, la posibilidad de que no pueda ejecutarse el deseo del mandatario comenzó a visualizarse ayer mismo.
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Se trata del decreto mediante el cual se pretende cercenar el derecho a la ciudadanía estadounidense derivada del nacimiento en el territorio de aquel país. Tal derecho, han dicho analistas especializados, se encuentra en la Constitución de los Estados Unidos y ya ha sido objeto de resoluciones por parte de la Corte Suprema de aquel país.
También está el caso de la declaración de los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, la cual requiere aún del desahogo de un proceso en el cual se defina con claridad a cuáles organizaciones se refiere, pues la legislación estadounidense no permite, debido a las implicaciones legales que ello tiene, la formulación de una declaratoria genérica.
Sin embargo, en lo que no hay duda es en que México debe prepararse para la llegada, en cualquier momento, de miles −incluso millones− de compatriotas que podrían ser repatriados. Estimaciones, publicadas ayer por el influyente diario The New York Times, calculan en 4 millones el número de mexicanos susceptibles de deportación.
Y aunque ayer mismo se dio a conocer que el canciller mexicano Juan Ramón de la Fuente y el recién ratificado secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, ya entraron en contacto con el propósito de establecer una agenda de trabajo para tratar el tema, no parece haber espacio para la contención de los deseos de Trump.
Cuando mucho, según parece, México podría evitar que en la avalancha de deportaciones se envíen a nuestro país personas de otras nacionalidades, algo que se antoja indispensable para evitar que resulte más grave la previsible crisis humanitaria que ocurrirá en la frontera norte.
El otro frente en el que la “cabeza fría” y la prudencia para actuar podrían no tener ningún efecto es en el de la imposición de aranceles que, por lo pronto, se encuentra diferida hasta el 1 de febrero. De hecho, lo que se ha dicho es que es el propio equipo de Trump el que está recomendando un curso de acción menos severo y más estratégico.
Y es que, como se ha dicho antes, el problema con el Presidente de los Estados Unidos es que no tiene un estilo convencional de actuar, lo cual implica que no pretende convencernos de lo asertivo de sus soluciones, sino de la existencia de los problemas que ha enumerado.