Riesgo de inundación: ¿y la cultura preventiva?
El saldo negativo que pueda arrojar la presencia del ciclón ‘Alberto’ no puede achacarse sino a la negligencia con la cual se ha actuado en el proceso de ‘planeación’ de la ciudad
Uno de los principales defectos de nuestra cultura es la falta de previsión que solemos tener de cara a eventos futuros. Ni para bien ni para mal solemos prever lo que podría ocurrir y, con base en ello, tomar provisiones para aprovechar ventajas o disminuir riesgos.
Lejos de tal posibilidad, lo que solemos hacer es ignorar las advertencias y, si acaso, actuar de forma reactiva frente a hechos consumados. El resultado natural de esta actitud es que, por regla general, la realidad nos embiste y solemos pagar altos costos por ello.
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El comentario viene al caso a propósito de la más reciente alerta que han realizado los servicios meteorológicos debido a la presencia del ciclón tropical “Alberto” que, para el momento en el cual usted lea estas líneas podría ser ya una tormenta tropical. La advertencia es que, a partir de hoy, podrían registrarse fuertes e intensas lluvias, las cuales pueden prolongarse hasta el domingo próximo.
La ocurrencia de este tipo de fenómenos no es inusual en nuestra Región. Cada año, la presencia de tormentas tropicales, ciclones y huracanes en el Golfo de México produce lluvias importantes que, en primera instancia, deben considerarse benéficas por el impacto positivo que tienen en las zonas rurales, así como por la recarga de acuíferos que implican.
Por otro lado, sin embargo, en las zonas urbanas estos fenómenos suelen provocar problemas graves, no porque se registre una precipitación alta en muy poco tiempo, sino por la acumulación de malas decisiones tomadas en el pasado.
En la zona urbana de Saltillo, por ejemplo, existen amplias áreas susceptibles de sufrir inundaciones y ello implica un potencial perjuicio para las miles de familias que las habitan. Pero se trata de un problema que no debería existir.
Y es que el agua, como bien sabemos, solamente tiene dos posibles conductas una vez que llega al suelo: estancarse porque ha caído en un terreno plano o fluir movida por la ley de la gravedad. No hacen falta demasiados conocimientos para tener claro lo que ocurre en una ciudad como la nuestra, caracterizada por un fuerte desnivel entre la zona sur y la norte.
Históricamente eso ha ocurrido aquí y los “caminos” seguidos por el agua a lo largo de siglos se encuentran claramente marcados en el territorio que habitamos. Nadie puede ignorar las marcas del agua en la superficie de la ciudad y por ello nadie puede evadir la responsabilidad: las inundaciones que hemos padecido, y las que lleguemos a padecer, son sobre todo culpa nuestra.
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Y es que si hoy existen miles de familias en riesgo porque habitan zonas susceptibles de inundación es porque hemos perseverado de forma irresponsable en la actitud de ignorar las señales de la naturaleza. Cabría esperar por ello que nos hagamos cargo de las consecuencias.
También es deseable, desde luego, que hagamos un esfuerzo por rectificar, pues de otra forma seguiremos reseñando eternamente los saldos negativos de nuestra propia irresponsabilidad.