Robin sin Hood

Opinión
/ 24 octubre 2025

Un personaje del mundo actual, ansioso por entrar al ecosistema emprendedor... Robin Hood contaba con un arsenal de habilidades. Nuestro Robin sin Hood cree que con un ‘buen logo’ basta

Robin Hood. El mito, la leyenda, el héroe.

Ese arquero infalible, maestro espadachín, estratega nato, acróbata medieval versión parkour y, por si faltara algo, un caballero con educación de élite, cultura general y un enorme corazón dispuesto a redistribuir riquezas.

Robaba a los ricos para darle a los pobres, desafiaba los decretos reales y, de paso, nos mantenía entretenidos con aventuras que llenaron libros, teatros y pantallas. Un perfil completo, multifacético y... exitoso.

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Ahora avancemos unos siglos y demos la bienvenida a nuestro protagonista: Robin sin Hood.

Un personaje del mundo actual, ansioso por entrar al ecosistema emprendedor.

Pero, a diferencia del arquero legendario, Robin sin Hood no tiene ni arco, ni flechas, ni bosque de Sherwood.

Lo que sí tiene es una laptop con stickers de unicornios, una cuenta en LinkedIn recién actualizada, tres cursos de YouTube y una fe inquebrantable en que la suerte —o el pitch— lo salvarán.

Robin Hood contaba con un arsenal de habilidades. Nuestro Robin sin Hood cree que con un “buen logo” basta.

LAS HABILIDADES CRÍTICAS (QUE ROBIN SÍ TENÍA... Y ROBIN SIN HOOD NO)

1) Visión y estrategia.

Robin Hood sabía leer el terreno, anticipar jugadas, diseñar emboscadas.

Robin sin Hood confunde estrategia con el calendario de publicaciones en Instagram.

2) Ejecución y disciplina.

El forajido medieval entrenaba día y noche con arco y espada.

Nuestro sin Hood, en cambio, cree que disciplina es usar Notion y levantarse a las 10:00 con un matcha latte.

3) Conocimiento del entorno.

Robin Hood dominaba la geografía, conocía cada sendero, cada guardia, cada escondite.

Robin sin Hood se lanza a mercados que no entiende, compite en sectores saturados y todavía se sorprende de que el SAT exista.

4) Capacidad de negociación.

El héroe inglés convencía aliados, creaba pactos, ganaba lealtades.

Robin sin Hood piensa que “negociar” es pedir fiado a los proveedores y retrasar pagos hasta que se pueda.

5) Resiliencia y liderazgo.

Robin Hood inspiraba a su gente incluso en la derrota.

Robin sin Hood inspira a su equipo a renunciar antes de que termine el primer trimestre.

EL DESASTRE ANUNCIADO

El resultado es predecible.

El Robin original salía victorioso de enfrentamientos imposibles; Robin sin Hood termina derrotado por una hoja de Excel.

El primero repartía botines; el segundo reparte culpas.

Y mientras uno se convirtió en leyenda, el otro apenas será recordado como un caso de “qué no hacer” en un hilo de Twitter.

CONCLUSIÓN SIN ANTIFAZ

¿Cualquier persona puede emprender? Sí. Pero no cualquiera tendrá éxito.

El éxito no se logra con capa y capucha, ni con frases motivacionales, decretos o repeticiones frente al espejo.

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Se construye con autocrítica, humildad y la capacidad de reconocer lo que no sabes.

Se alcanza cuando tienes el valor de pedir ayuda profesional, invertir en asesoría real y dejar de pensar que todo se resuelve con una limpia, buena vibra y networking de café.

Porque en el mundo emprendedor los Robin sin Hood abundan.

Y aunque todos puedan lanzar la flecha... sólo pocos dan en el blanco.

Y después de haber dilapidado una buena cantidad de billetes y tiempo, lo único que les queda es ese inconfundible, persistente y conocido...

#SaborAMandrake

El Orquestador Silencioso de la Rentabilidad. Enrique San Vicente Contreras, un ejecutivo que ha logrado lo que el ecosistema emprendedor muchas veces promete y rara vez cumple: convertir la estrategia en rentabilidad, la calidad en cultura y la innovación en resultados concretos.

Con más de tres décadas y media de experiencia —y contando— Enrique ha estado al frente de operaciones críticas en organizaciones públicas y privadas. Desde quirófanos digitales hasta las trincheras electorales de América Latina con la Organización de los Estados Americanos, su brújula siempre ha estado calibrada hacia un Norte muy claro: crear valor donde los demás sólo ven procesos.

Formado como ingeniero en sistemas computacionales (sí, cuando las computadoras pesaban más que los consultores), Enrique no tardó en sumar tres maestrías: una en Comercio Electrónico (cuando aún sonaba exótico), otra en Gestión de Tecnologías de Información y una más en Dirección de Empresas. Porque sí, la estrategia no sólo se piensa, se ejecuta... y él ha hecho de la ejecución su arte.

Es fundador y director de Golden TI, una firma que, fiel a su nombre, no ofrece oro molido, sino consultoría tangible para empresas que entienden que el verdadero crecimiento empieza por dentro. Bajo su batuta, Golden TI ha certificado operaciones bajo estándares como ISO 9001, ISO 27001, IATF 16949, ISO 54001, ISO 37001... y la lista sigue, como si fueran medallas olímpicas, pero en forma de rentabilidad y reputación organizacional.

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