No todo lo que brilla es ORO

Opinión
/ 26 septiembre 2025

Hay quienes quieren ahorrarse unas decenas de miles en asesoría profesional... y terminan perdiendo cientos de miles en errores de principiante

En el mundo emprendedor hay ideas, productos, modelos y oportunidades que deslumbran. Y luego están las que encandilan.

Parece que te hablan desde el futuro, como si el sueño de encontrar la lámpara mágica de Aladino se hubiera hecho realidad y el genio estuviese listo para cumplir uno de tres deseos más profundos: Tener éxito en el mundo emprendedor.

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¿Y qué forma tienen esas superideas, productos y oportunidades?

Son camaleónicas:

Desde una app que lo hace todo, una plataforma que resuelve lo que ni sabías que era problema, hasta una “solución disruptiva con base tecnológica de triple impacto”... que aún no tiene clientes, pero sí logo en 3D.

Todo suena tan, pero tan bien que uno podría llegar a pensar: “¿Cómo no se me ocurrió a mí?”.

Y antes de que revises el acta constitutiva o el flujo de caja, ya estás dentro del proyecto, como niño que le entra con ganas a la paleta...

Y bueno, ya sabemos cómo se acaba la paleta: pegada en el pantalón, con el palito roto y el anhelo de algo que nunca fue dulce.

LA ILUSIÓN DEL BRILLO

Lo que pasa es que no todo lo que brilla es ORO.

A veces sólo es lámina reflectiva de PowerPoint, con storytelling épico, logo con gradiente y pitch afilado como katana samurái, un concepto de imagen que siempre se había anhelado tener... pero con cero sustancia detrás.

Ejemplos:

* El MVP que es sólo una presentación animada. (Pero claro, con voz en off de locutor argentino).

* El equipo fundador que lleva tres días conociéndose, pero ya se llaman “co-founders” en LinkedIn.

* La “validación de mercado” que fue una encuesta enviada por WhatsApp a cinco tías, dos amigos y un asesor que no la abrió.

* El modelo de ingresos que arranca en pérdidas... pero “escalable”. Y si no funciona, se pivotea. (Y si tampoco, se postea una reflexión sobre el aprendizaje).

PERO ¿POR QUÉ PASA ESTO?

Porque el mundo emprendedor es seductor. Y muchas veces se le entra con hambre al banquete, con ganas de comerse al mundo y servirlo en platito de pitch.

Porque hay quienes quieren ahorrarse unas decenas de miles en asesoría profesional... y terminan perdiendo cientos de miles en errores de principiante.

Porque nos han hecho creer que por tener “una gran idea” ya se está listo para romperla.

Sin saber que una idea sin ejecución es sólo eso: una idea.

Y a veces... ni eso. Sólo una ocurrencia con buen diseño.

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OTRAS CAUSAS COMUNES DEL DESENGAÑO DORADO:

* Confundir carisma con capacidad.

“El cuate es buenísimo, tiene presencia, se expresa increíble...”

Lástima que no sepa sumar sin Excel.

* Comprar seguidores en vez de construir comunidad.

(Spoiler: los bots no te compran).

* Pensar que emprender es ser tu propio jefe.

Hasta que descubres que ahora tu jefe es el SAT, tu proveedor, tus clientes... y tu ansiedad.

* Hacerlo “entre cuates”.

Porque, ¿qué puede salir mal entre un abogado, un dentista y un chef queriendo lanzar una fintech?

* Ignorar el producto mínimo viable y lanzar el producto máximo inviable.

* Llamarle “piloto” al desastre.

Y decir que todo es aprendizaje... aunque ya hayan pasado tres años y nadie compre nada.

REFLEXIÓN SIN AZÚCAR

Emprender no es para ingenuos. Ni para románticos del éxito inmediato.

Es para quien está dispuesto a mirar más allá del brillo, a leer la letra chica, a cuestionar lo que parece perfecto. Porque a veces el oro no es oro. Es sólo bronce con filtro.

Así que si estás por entrarle a una de esas oportunidades “únicas”, que prometen retorno inmediato, mínima inversión y éxito asegurado... piénsalo.

Y si aun así decides entrar... llévate un limón.

Para que te ayude cuando te quede ese inconfundible, persistente... #SaborAMandrake.

El Orquestador Silencioso de la Rentabilidad. Enrique San Vicente Contreras, un ejecutivo que ha logrado lo que el ecosistema emprendedor muchas veces promete y rara vez cumple: convertir la estrategia en rentabilidad, la calidad en cultura y la innovación en resultados concretos.

Con más de tres décadas y media de experiencia —y contando— Enrique ha estado al frente de operaciones críticas en organizaciones públicas y privadas. Desde quirófanos digitales hasta las trincheras electorales de América Latina con la Organización de los Estados Americanos, su brújula siempre ha estado calibrada hacia un Norte muy claro: crear valor donde los demás sólo ven procesos.

Formado como ingeniero en sistemas computacionales (sí, cuando las computadoras pesaban más que los consultores), Enrique no tardó en sumar tres maestrías: una en Comercio Electrónico (cuando aún sonaba exótico), otra en Gestión de Tecnologías de Información y una más en Dirección de Empresas. Porque sí, la estrategia no sólo se piensa, se ejecuta... y él ha hecho de la ejecución su arte.

Es fundador y director de Golden TI, una firma que, fiel a su nombre, no ofrece oro molido, sino consultoría tangible para empresas que entienden que el verdadero crecimiento empieza por dentro. Bajo su batuta, Golden TI ha certificado operaciones bajo estándares como ISO 9001, ISO 27001, IATF 16949, ISO 54001, ISO 37001... y la lista sigue, como si fueran medallas olímpicas, pero en forma de rentabilidad y reputación organizacional.

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