Salario: un signo de autoestima y de dignidad ciudadana

Opinión
/ 15 diciembre 2024

El salario supone reconocimiento social y es fuente de satisfacciones personales, donde se cubren las expectativas de progreso personal y familiar

El salario mínimo es una figura que emana de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que determina la remuneración legal que los empleadores deben pagar a sus trabajadores en ciertos periodos laborales. Fue establecido por primera vez en Australia y en Nueva Zelanda en el siglo 19 y se define como la cantidad de dinero que recibe un empleado por el trabajo realizado en un cierto tiempo y en un lugar determinado.

La figura del salario mínimo se estableció en nuestro país con la promulgación de la Constitución General de la República, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 5 de febrero de 1917, específicamente el artículo 123, fracción VI, bajo el principio de que “el salario mínimo deberá ser suficiente para satisfacer las necesidades normales de la vida del obrero, su educación y sus placeres honestos, considerándolo como jefe de familia”.

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México ingresó a la OIT el 12 de septiembre de 1931, pero fue hasta 1963 que sus lineamientos entraron en vigor. Hay que aclarar que en la mayoría de los países se paga el salario por hora, mientras que en México, debido a contubernios entre empresarios y Gobierno, se paga por día, y a la fecha no se ha cambiado el método. Actualmente, el pago que recomienda la OIT por hora es de 15 dólares. Haga cuentas y saque conclusiones. Nos comparamos en muchas otras cosas con otros países, pero sería ya momento de compararnos en temas salariales. En mucho, ahí está el origen de la desigualdad y la pobreza en nuestro país. Este ha sido el origen de los últimos aumentos salariales que se han dado.

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el artículo 23, se afirma que “toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que se complementará, en caso necesario, con cualquier otro medio de protección social”. El dato que aquí hay que subrayar es el derecho que debe de tener una persona a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana, pero sobre todo un signo que asegure y promueva su autoestima ciudadana.

En sexenios anteriores, las alzas salariales eran risibles. Al final del sexenio de Enrique Peña Nieto se encontraba en 88.36 pesos el día. El 2024, Andrés Manuel López Obrador lo dejó en 248.93 pesos, igual, al día. Con Claudia Sheinbaum, la actual presidenta, se busca ir más allá –un aumento del 12 por ciento para el 2025–, es decir, el salario escalará a 278.80 en todo el territorio nacional, excepto en la frontera norte, donde pasará de 374.89 a 419.88 pesos. Aun así, contrastándolo con los precios de la canasta básica, los salarios mínimos en nuestro país, siguen siendo insuficientes.

No se requiere ahondar en la reflexión para darnos cuenta de que la desigualdad y la pobreza hacen que el individuo no tenga interés por la cosa pública, que es parte de la desafección ciudadana, por un lado, y por el otro, es el prediseño de parte de quienes mandan –en lo social, en lo político y en lo religioso–, de tener a raya a una buena parte de la población, que servirá como ejercicio de enriquecimiento para quienes poseen los medios de producción y, en la estructura del Gobierno, como capital político. En ese sentido el salario, desde la perspectiva social, es un factor de aumento para la autoestima ciudadana, ¿o no cree que la estabilidad económica tenga que ver con la disposición para construir lo público?

En este sentido, la obligación moral de cualquier instancia generadora de trabajo es proveer de un pago adecuado al trabajador o empleado, y tener una referencia clara a sus derechos sociales, según sea el caso. Un asalariado mal remunerado no sólo va a tener una baja estima, sino que será presa fácil de ésta. El salario, visto desde esta perspectiva, supone reconocimiento social y es fuente de satisfacciones personales, donde se cubren las expectativas de progreso personal y familiar, y se convierte en una motivación importante para el individuo.

La vida familiar, el estado de ansiedad, la intranquilidad, el clima laboral u organizacional, la relación con el superior, son factores que abonan el terreno para que abunde la insatisfacción o la realización de la persona. Bajo el presupuesto de que el trabajo modifica al hombre, hoy las organizaciones tienen un gran reto, por muchas razones, particularmente porque gran parte de su vida el empleado o trabajador las dedica al trabajo y porque hoy, más que en otro tiempo, la necesidad de hacer negocios apegado a los derechos humanos y a lo que implican los acuerdos internacionales, moderan la vida de las empresas.

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En nuestra sociedad, el trabajo está considerado como un elemento que refleja la importancia y capacidad de una persona. A mayor jerarquía y/o mayor sueldo, mayor probabilidad de que se fortalezca la autoestima de la persona que ofrece su trabajo. Un trabajador que recibe un salario que le permita tener una vida digna, incentivos económicos, prestaciones de ley, vacaciones, gastos médicos mayores, promociones, seguridad laboral, horarios de trabajo adecuados, buenas instalaciones para laborar, ambiente social donde pueda compartir la vida con los que él quiere, confianza en la continuidad en el empleo (estabilidad), tiene un nivel de autoestima distinto al que no ha conseguido los derechos mencionados.

Estos mismos niveles de autoestima le proveerán socialmente de una personalidad necesaria para sentirse legitimado como persona y como ciudadano, de ahí que la autoestima ciudadana se produce cuando hay un reconocimiento laboral, familiar y, sin ir más allá, integral. Seguramente este 18 de diciembre estaremos ante el anuncio de un nuevo aumento salarial para el 2025 que, a diferencia de otros sexenios, aumentará la autoestima ciudadana. Así las cosas.

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