Saltillo, ¿ciudad cosmopolita o western moderno?
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Este artículo debió publicarse entre miércoles 15 y jueves 16 de octubre 2025, porque opinaré sobre los eventos culturales acontecidos del viernes 17 al domingo 19 del mismo mes. De haber publicado este artículo antes de los eventos que trataré, los lectores encajarían en el texto, por la intriga de lo que fuera a pasar en el variopinto panorama cultural que aconteció en Saltillo. Pero lo estoy escribiendo después del fin de semana de los hechos, y no acudí a todos los eventos. Afortunadamente para el texto, encontré un tema que rebasa la mera nota periodística y se presta a hablar de un panorama más amplio. Este no es el texto de un periodista, sino de un aficionado a la vida, con afinidades artísticas, que observa la cultura y suelta sus comentarios.
Mi incapacidad por asistir a los cuatro grandes eventos del fin de semana del viernes 17 al domingo 19 de octubre me conduce a dos reflexiones. La primera es cómo se mueve la información. ¿Por qué es más común enterarnos de eventos que ya ocurrieron y no de los que van a ocurrir? La otra reflexión es el crecimiento de la ciudad. Las distancias, el tráfico. La identidad del citadino Saltillense.
Mencionaré los cuatro grandes eventos ocurridos en Saltillo este sábado 18 de octubre 2025. Voy a mencionarlos en orden, desde mi perspectiva, de foco mediático. De menor a mayor están el XXII Festival de Blues y Jazz del Desierto 2025; Brujas fest; una Pelea de Robots, con la participación estelar del influencer Insulini —me gustaría llamarle artista, pero estos tiempos modernos de difícil denominación me confunden— y el Rodeo.
Este último fue el evento más sonado, sin lugar a dudas. Un extraordinario éxito. Más de un foro de música, decenas (si no es que cientos) de puestos de comida, actividad atlético cultural, mercado, espacio para divertimento de niños, locación social del momento. No sabía qué tan vaquera es la gente de esta ciudad. Llegué a ver fotos de personas que ni de cerca me pasaba como vaquera, porque el saltillense no solo fue al Rodeo, sino que se vistió para la ocasión: sombrero, botas y camisa de cuadros (como mínimo).
El evento fue grande. Se inauguró un espacio que llevaba tiempo en remodelación: los terrenos de la feria. Un espacio al que, se nota, le invirtieron mucho trabajo.
Fue extraño ver los terrenos de la feria convertidos en evento puramente vaquero. Todos los puestos tenían la temática vaquera. Toda la música era Country, Banda, Norteña. En sí, la Feria de Saltillo se originó como una feria de ganadería. Ahora el ciclo ha cerrado y volvemos a los orígenes.
No veo ningún problema en que la ciudad siga creciendo a lo cosmopolita (ya no hay cabida para los globalifóbicos)
Más allá de la pregunta si de verdad en Saltillo somos vaqueros country a lo Texas, o nos impusieron la moda western, el evento fue un éxito, el lugar quedó al toque, y ojalá pronto inauguren en esos mismos terrenos la Arena Saltillo, para poder albergar eventos de alto calibre como batallas de freestyle, que también andan de subida en el gusto de la gente, y podamos, con las manos en el aire, darle con un tres, dos, uno, un fuerte aplauso al Aczino, Azuky o a Jony Beltrán en una Redbull o una FMS.
Sea una moda impuesta o no, los sombrerudos se dejaron ver el fin de semana en el Rodeo Saltillo, que a todas luces grita desde la entrada “La ciudad más vaquera de México”. Lo hubiera dudado, pero fui el viernes, que fue el día menos fuerte, los vi, y me la creo.
Pasando a otros sazones, ¿El blues y jazz pueden seguir creciendo en la escena musical de nuestra localidad?
Me dio gusto escuchar que el Festival de Blues y Jazz del Desierto fue un éxito. La gente llenó el foro del Centro Cultural Vito Alessio Robles, los tres días que duró, y se fueron contentos, con ganas de seguirle... y le siguieron, en el centro nocturno don Baldomero donde los músicos se fueron a jamear y los aficionados a seguir el trance.
No hay misterio a por qué funcionó este evento: sus seguidores y la fidelidad de estos. El blues y jazz siguen generando afición en la ciudad. Cada vez hay más locales que ofrecen estos géneros. El oído se trabaja y el criterio se afina. A parte, si uno dice ser fanático del jazz, se puede poner una boina, un saco con pantalón de mezclilla y mocasines, y sentirse más cool. Así de simple. ¿Y qué saltillense deja pasar la oportunidad de ser un poco más cool?
¿Los eventos de bajo presupuesto ofrecen algo más que el encanto popular?
El evento de las peleas de robots fue el menos afortunado. El boleto de entrada estaba algo elevado, pero no fue mucha gente. El foro se veía vacío. Entre las peleas de robots hubo muchos tiempos muertos que pudieron haber sido mejor aprovechados. También me atrevo a decir que pudieron agilizar los tiempos entre peleas, pero igual y un inge me reclama abogando que es tardado y complejo el funcionamiento de esas máquinas asesinas. Después de ver su peso, porque en tamaño no eran más grandes que un Rottweiler, no quisiera estar en un lugar cerrado cerca de una de esas máquinas. A menos que haya una mesa o cama a la qué treparme. Los robots se movían con algo de torpeza. Eran feroces, pero perdían grados de amenaza por su poca precisión.
Cabe resaltar que la final acabó con un robot prensando y quemando (sí, con una llamarada de fuego) a otro.
¿La escena alternativa cava su propia tumba al buscar desprenderse de lo convencional en un mundo donde se están perdiendo las convencionalidades?
Del Brujas Fest no me enteré de nada. Ni puedo especular. Estoy muy lejos de ese círculo de gente. Quizás deba preguntar más. Alguien me dijo que no estuvo mal, pero tampoco había mucha raza.
En conclusión, ese fin de semana de octubre nos puede dejar con la sapiencia de que Saltillo sigue creciendo. Cuatro eventos grandes se dieron en el mismo fin de semana. Cuatro eventos muy distintos entre sí.
Retomando la otra reflexión, ¿por qué es más común enterarnos de eventos que ya ocurrieron y no de los que van a ocurrir? Fácil. Porque a la gente le gusta más presumir que invitar. Porque al invitar hay un riesgo, al presumir, solo hay, si acaso, estímulo. Vivimos en la era de la sobre estimulación.
Que les sea leve.