Saltillo, después de las fiestas
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Los colores flotan en el aire. Hay una brisa que juega con los pliegues de papel de las piñatas. Era la víspera de Año Nuevo y se acercaban a los comercios niños que llevaban, ahora ellos, de la mano, a sus papás para hacer la compra de una piñata. Como antaño, surgen las figuras significativas tomadas de los medios de comunicación y las redes sociales, figuras que se repiten de uno a otro comercio.
Sin embargo, las clásicas piñatas permanecen: un niño enumera emocionado los “picos”, que representan a los siete pecados capitales. Los tales pecados vienen en tonos vivos que serían destruidos con enjundia y entusiasmo la noche del 31, del pasado domingo 31 de diciembre, como ocurrió en la del 24.
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Entrambas fiestas se aprecia una suerte de silencio a lo largo de la ciudad. Las calles, a ratos casi vacías, solitarias, retratan la estampa de personas mayores que se aproximan al templo, a rezar. Es temprano por la mañana.
En otra zona se registran estrepitosos choques, en pleno centro de la ciudad. Un conductor asegura que el semáforo estaba en color verde, mientras el otro involucrado sostiene exactamente lo mismo.
Pasar más tarde por la misma zona causa escozor y extrema las precauciones de cualquiera. Muchas otras zonas de la ciudad no padecen estos encuentros y entonces viven la temporada de distinta manera, viendo con calma el final de año, los últimos días del 2023.
La ciudad, que se ha transformado tanto en los años recientes, en las décadas recientes, tiene muchas tareas pendientes. No es ciudad en abstracto, sino el alma propia que la habita. Y ella está constituida por nosotros los saltillenses.
Apropiarse de sus espacios de una manera cordial, saludable y respetuosa. No es ahora un modelo, por desgracia, en cuanto a un transitar por ella, por sus calles y avenidas, con responsabilidad y compromiso.
Hay exceso de velocidad y no se tiene precaución: derivado de ello, la cantidad de trágicos accidentes registrados semana tras semana.
Saltillo es un atractivo lugar para vivir. Lo fue desde hace mucho para extranjeros que aquí se asentaron por la calidad de su aire y de su vida. Ahora, en grande medida, llamada por el lado del empleo.
Sin embargo, aún es evidente que se requiere de planeación, vigilancia y determinación de la autoridad, tanto como la voluntad ciudadana, en el ámbito vial, para que las cosas funcionen mejor. Se están pensando en modificar las vialidades: ojalá que estén bien planeadas, bien planteadas, para mejorar sin dañar el patrimonio y evitando también lo que tantas veces ocurre a lo largo de la ciudad, que se toman tantas avenidas como si fuesen pistas de carreras.
Sin ir más lejos, en pleno centro histórico, sólo esta temporada durante las mañanas y parte de la tarde, ha bajado un poco el tráfico vehicular. Pero en tiempos normales, y la noche misma de las fiestas, en la calle Allende al sur los carros la toman como vía rápida. Cuando quien va al volante ha añadido copas al manejar, el coctel está servido para dañar propiedades y autos estacionados.
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Para algunos, la solución es colocar bordos que obliguen a bajar la velocidad. Hay quienes desestiman la idea. Sin embargo, si no existe vigilancia nocturna, que es cuando más accidentes ocurren, los reductores de velocidad parecen ser la única solución al alcance.
La ciudad volvió por estos días a respirar un levítico ambiente. La atmósfera permaneció un poco de tiempo en la temporada navideña. Regresaremos al trajín cotidiano, pero esperamos se registren mejores niveles de ciudadanía entra los saltillenses y un actuar preciso por parte de la autoridad.