Saltillo: El regreso del tren de pasajeros y la movilidad local de trabajadores
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El gobierno pretende hoy que el tren de pasajeros México–Laredo, además de recuperar la conectividad ferroviaria de otros tiempos con los Estados Unidos, cubra también el servicio del tren ligero que la región sureste necesita con urgencia
Vuelven los trenes a cubrir la movilidad de pasajeros en el país, anunció el Gobierno Federal. Y uno de los primeros autorizados es el que cubrirá la ruta Ciudad de México–Nuevo Laredo, con paradas locales en Derramadero, Saltillo y Ramos Arizpe, antes de enfilar a Monterrey y llegar a su destino.
A la mitad del siglo 19 inició el tendido de la red ferroviaria en el territorio nacional y el ferrocarril alcanzó su mayor auge en tiempos del Porfiriato. Para muchos poblados y rancherías, el tren fue el único medio de movilidad y, en muchos casos, sus habitantes encontraron el sustento en la venta de alimentos a los pasajeros. El ferrocarril sirvió tanto que la Revolución Mexicana se hizo “a lomo” de tren más que a caballo. Sin embargo, con la semiprivatización de Ferrocarriles Nacionales, en la última década del siglo 20, el tren perdió esa vocación social que tanto ayudó al progreso de México. El gobierno mexicano vendió concesiones de operación de sus líneas ferroviarias a dos compañías privadas y se suspendió el servicio de pasajeros para atender únicamente el traslado de carga, con el compromiso de renovar y modernizar la red ferroviaria y abrir nuevamente el traslado de personas. No hay plazo que no se cumpla.
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A mediados del siglo 19, la construcción de una red ferroviaria nacional se convirtió en el símbolo del progreso. México inauguró en 1850 el primer tramo de sus futuros caminos de acero: Puerto de Veracruz–El Molinito, de 11.5 kilómetros. Siete años después, en 1857, puso en marcha el segundo tramo, que conectó la Ciudad de México con la Villa de Guadalupe. Así se fueron tendiendo las vías hasta cubrir las principales ciudades en toda la república. Saltillo recibió con júbilo la llegada de la primera locomotora jalando carros y vagones en 1883 y, desde entonces, los trenes continuaron sus llegadas y salidas de la ciudad, trasportando pasajeros y cargas a otros destinos hasta que, antes de iniciar el siglo 21, la semiprivatización del ferrocarril suspendió la transportación de personas. En cambio, en otros países, los trenes evolucionaron rápidamente y hoy corren a velocidades tan increíblemente rápidas que constituyen el principal medio de transporte de pasajeros.
Antes de la introducción del ferrocarril en el siglo 19, nadie viajaba por placer. Se viajaba por obligación cuando las situaciones y las obligaciones lo imponían, y el medio de transporte más común era la carreta, a veces llamadas carretelas, y el carruaje, también llamado diligencia, que, además, eran lentos y caros. Saltillo tuvo un ejemplo contundente de este medio de transporte en la diligencia que exhibió en su entrada principal el Hotel Camino Real durante los años que funcionó en la ciudad. Esa diligencia, símbolo y logotipo de la marca Camino Real, perteneció a don Melchor Lobo, y en ella viajaba con su familia a otras ciudades cercanas y más comúnmente para trasladarse de su residencia en Saltillo a San Juan de la Vaquería, hacienda de su propiedad en el antiguo valle de La Esperanza, hoy llamado valle de Derramadero. Cuando hace unos años el hotel cerró sus puertas, sus descendientes recuperaron el carruaje y lo devolvieron a su lugar de origen. La diligencia se exhibe en la hacienda, hoy cubiertas sus tierras de sembradíos de vid y orgullosa productora de la marca vinícola del mismo nombre de la centenaria San Juan de la Vaquería.
En México, los viajes empezaron a ser placenteros con la evolución de las máquinas de vapor y la introducción de elementos de confort y comodidad en los trenes: los servicios de barbería, escritorio y demás, en lugares especiales del tren y los vagones de servicios primarios como el carro comedor, el carro bar, el fumador y el mirador en el cabús, último carro del convoy.
En 1891, Saltillo ya contaba con un servicio urbano de tranvías jalados por mulitas y el ayuntamiento hizo arreglos legales para establecer un “ferrocarril urbano que uniera la ciudad de Saltillo con la villa de Ramos Arizpe”, noticia que publicó el periódico oficial El Coahuilense, el 20 de mayo de ese año, pero que por alguna razón no se hizo. Como se ve, el sueño no es nuevo. El gobierno pretende hoy que el tren de pasajeros México–Laredo, además de recuperar la conectividad ferroviaria de otros tiempos con los Estados Unidos, cubra también el servicio del tren ligero que la región sureste necesita con urgencia para movilizar a la población trabajadora entre los parques industriales ubicados en Ramos Arizpe, Saltillo y Derramadero. ¿Será tal la vocación social de esa nueva ruta ferroviaria?