Saltillo: Que siga siendo un privilegio caminar el centro de Saltillo
COMPARTIR
Muy distinta es la vista de esta hermosa calle principal cuando no la agobian los automóviles... Necesita el centro respiro, mayor cuidado y lucimiento
Arranca el día y la mañana de domingo aparece fresca. Ha llovido varios días consecutivamente y el agua ha dado estreno a árboles y jardines. (En cambio, la tarde de este mismo día domingo descubrirá inundaciones en muchas partes de la ciudad, y aparecerán baches y socavones de gran peligro).
Por la mañana, los autos circulan perezosamente recién amaneciendo el día. Pocos, muy pocos en las principales vías de la ciudad en una escena contrastante con las abrumadoras tardes y noches.
TE PUEDE INTERESAR: Cuando el pasado se vuelve deseable
Pero es temprano y sigue siendo domingo. Tampoco aparecen con la frecuencia cotidiana los camiones. Así pues, si usuarios del transporte público necesitan trasladarse de un lejano punto a otro, las opciones están en los autos de aplicación o taxis. Algunos, quizá, optan por largas caminatas para llegar a tiempo a los trabajos de las 6:00 o 7:00 de la mañana.
La frescura del ambiente invita a algunos a hacer esta caminata, y entonces se van topando con las ofertas del día. Ya hay restaurantes que abren sus puertas. Diligentes empleados iluminan los salones mientras otros arreglan las mesas.
En la calle, sobre una avenida principal, se escucha a lo lejos la voz de un joven que grita a voz de cuello; por la distancia no se aprecian sus palabras, pero conforme una se va acercando a él, se percata de que, alegre, casi canta la venta del día: “¡Barbacoa!”.
Sigue alzando la voz, contento; al tiempo, detiene su mirada en los todavía escasos transeúntes y conductores, posibles clientes de su negocio en una esquina. La voz que invitaba al almuerzo dominical engarza con el anuncio ornamentado en letras rojas y amarillas, con un fondo oscuro.
Adelante, en una gasolinería, otro empleado inaugura el día de trabajo haciendo limpieza de su área. Justo en la estación y en la parte donde todos estacionamos los coches. Combinación de aceite y agua no es buena, así que la limpieza es profunda con detergente.
En contraste, y pese al esfuerzo continuo de los empleados del municipio encargados de la limpieza de la ciudad, hay, debido a las lluvias, una cantidad grande acumulada de basura sobre las rejillas de las alcantarillas. Una muestra de la indolencia de una ciudadanía que no termina de entender, doblando el trabajo de los encargados de recoger los desechos de los negligentes.
Este recorrido, que comenzó en el norte, avanzó hacia el sur por la calle Allende, la que recibe también los primeros cuidados de quienes desean proteger sus espacios y los mantienen limpios. Son los encargados de algunos, pocos, negocios que limpian la parte de banqueta que les corresponde y que más tarde se llenará de gente a la que no le importará tirar papeles y botellas, y verter líquidos.
De una panadería se desprende el aroma del pan recién horneado. Cuando coincide con el del café tostado en el negocio ubicado metros más adelante, la combinación se vuelve evocadora.
TE PUEDE INTERESAR: Sin cierres, pero con daños: así amanecen las calles de Saltillo
Aún se percibe un aroma a limpio, sobre todo a esta hora temprana de la mañana. Pero no es así de manera permanente y menos avanzando el día. Los olores de aceite y esmog se concentran en esta vía y se expanden de manera notoria por Aldama, Acuña y Pérez Treviño.
Muy distinta es la vista de esta hermosa calle principal cuando no la agobian los automóviles. Cuidado con el momento en que se pretendiera agobiarla aún más aumentando el flujo vehicular. Necesita el centro respiro, mayor cuidado y lucimiento. Ay de él y sus banquetas destrozadas y estatuas en deplorable estado: así las de nuestra principal plaza, la de Armas.
Caminar el centro y sentirlo: sus aromas mañaneros; su gente con energía al inicio de la jornada; sus pasajes y escenarios. Caminarlo debe ser un privilegio y no un sufrimiento. La atención en los detalles que lo afean debe ser valorada para mantener intacto lo que le da la esencia de su vida cotidiana.