Saltillo y el teatro 6/6. Los grandes nombres que hicieron el teatro saltillense

Opinión
/ 4 mayo 2025

Dramaturgos, actores, productores y directores dejaron en el escenario su presencia, su risa, sus lágrimas, su fuerza, sus dudas, su coraje, su luz

A propósito del tema que nos ha ocupado ya durante seis colaboraciones, comentaba con mi amiga Saruca Ramos Pérez sobre las funciones del Teatro Tayita, que conoció siendo niña porque se instalaba muy cerca de su casa. Ella se acordó de una de esas piezas cortas de teatro cómico-musical que se presentaban en los intermedios, titulada “Garrido enfermo y su testamento”: “Apunte usted, señor escribano /con la pluma en la mano, apunte usted, /que tengo una estatua de Santa Teresa, /de la que queda la pura cabeza. /Apunte usted, el dedo en la pluma, /la pluma en la mano, /que tengo camisa de mucho finés, /que tiene remiendos derecho y revés. /Apunte usted que tengo corbata /me la dio la muchacha, /de la que quedan las puras hilachas. /Apunte usted...”.

Fue tal la fuerza del teatro que se impuso como medio efectivo para implantar ideas y, como tal, se volvió objeto de disputa entre gobiernos y poderes para propagar sus ideas y doctrinas. Ciertamente, los frailes que vinieron a la Nueva España en el siglo 16 encontraron en el teatro el medio idóneo para evangelizar y difundir la doctrina católica. Ya en el 18, el Siglo de las Luces, la Ilustración europea lo concibió como un instrumento de progreso. En lo que a Saltillo concierne, esa idea llegó hasta el último cuarto del siglo 19 con los liberales, librepensadores, jacobinos y positivistas, quienes consideraron al teatro una forma “racional” de progreso y, a partir de entonces, calificaron de enemigos al oscurantismo religioso y a la “barbarie” de las corridas de toros, tal como lo expresó don Tomás Berlanga, a quien se encargó el discurso del acto de colocación de la primera piedra del Teatro Acuña, inaugurado el 15 de noviembre de 1866.

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La ubicación del nuevo teatro, en los terrenos que se extendían entre el templo de San Esteban y la plaza de Toros de la Nueva Tlaxcala, dio a don Tomás oportunidad de mencionar la pugna. El fogoso orador se refirió a la iglesia y las corridas de toros como ejemplos del oscurantismo y la barbarie, y puso al teatro como ejemplo de civilización y dignidad: “Celebrar las conquistas de los héroes, los aniversarios de las batallas o los triunfos de los partidos, no me parece tan grande, tan patriótico ni tan digno como venir a poner la primera piedra de un edificio de la civilización... Y habéis hecho bien en establecer el teatro, este templo de la civilización y el buen gusto, entre la plaza de toros y la iglesia; es decir, entre dos errores, entre dos barbaries, entre dos potencias enormes...”.

Aunque siempre faltará alguno y otros se mencionaron antes, es momento de recordar los nombres de los grandes ya idos del teatro en Saltillo: Héctor González Morales, Carmen Aguirre de Fuentes, Nancy Cárdenas, Eduardo Arizpe, Guillermo Arizpe, Bibiano Berlanga, Jacobo González, Margarita Puig, Francisco Zúñiga, Lulú Valdés, Jesús Valdés, René Gil...

Héctor González fue también poeta, como su hermano Otilio; dejó su obra dispersa en periódicos, revistas y un hermoso libro, “Responso a mi Madre”, ilustrado por la pintora del exilio republicano español, Elvira Gascón. Lulú Valdés actuó en “La Antorcha Escondida”, de Gabriele D’Annunzio, que montó Héctor González, y Saltillo habló durante mucho tiempo de su magistral interpretación; como doña Carmen Aguirre, tuvo también una academia de teatro; se casó con Fernando Gómez, actor en la película “Cri-Cri, el grillo cantor” y doble de Jorge Negrete en algunas películas. Gómez trajo a Saltillo la obra “El Medio Pelo”.

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Aunque nacida en Parras, Nancy Cárdenas se enamoró del teatro en Saltillo, cuando a los 11 años asistió a una función con su familia y vio actuar a Fernando Soler y María Teresa Montoya. Estudió teatro en Estados Unidos y Polonia. A su regreso, se quedó en la capital, donde destacó como dramaturga, actriz, productora y directora de teatro. Es figura prominente en la historia de la diversidad en México, precursora del teatro gay y de los movimientos por los derechos humanos de los homosexuales. Cuando venía a Saltillo, montaba sus obras con actores saltillenses; trajo a Ibsen. Montó “Corona de Lágrimas” y varias obras del teatro español.

Todos estos personajes hicieron de su vida y su vocación un legado. Y no es su trayectoria. Dramaturgos, actores, productores y directores dejaron en el escenario su presencia, su risa, sus lágrimas, su fuerza, sus dudas, su coraje, su luz... A ellos les debemos la historia y la presencia del teatro en Saltillo.

Profesora de Lengua y Literatura Española. Dirigió el departamento de Difusión Cultural de la Unidad Saltillo de la UAdeC. En 1995 fue invitada por la Universidad Tecnológica de Coahuila, unidad Ramos Arzipe, para encargarse del área cultural, que incluía la formación del Centro de Información y cuatro años más tarde vendría la fundación del Centro Cultural Vito Alessio Robles, recinto que resguardaría la biblioteca de su padre, y donde hasta hoy labora.

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