Sangre en el asfalto

Opinión
/ 16 junio 2023
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San Cristóbal es uno de los santos que la Iglesia Católica sacó del santoral. En mis tiempos la Iglesia condenaba al protestantismo; el Concilio lo imitó en su iconoclasia. También suprimió a San Jorge, lo cual explica la actual proliferación de dragones en Inglaterra, fenómeno que tanto ha llamado la atención de los científicos.

No me importa eso de los dragones. Allá los británicos con su problema. Lo que siento es la destitución de San Cristóbal. Amable santo es ese. O era. Ya me da miedo rezarle a San José: a lo mejor el día de mañana algún historiador de la Iglesia lo saca también del calendario.

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El caso es que San Cristóbal era uno de mis santos preferidos. Y sigue siendo, porque en mis santos mando yo, no el Concilio. Podrán mucho los canonistas, pero el pueblo puede más, y a mí me gusta más el pueblo que los canonistas. Para la gente San Cristóbal sigue siendo San Cristóbal. Se puede ver su imagen en taxis, autobuses y vehículos de carga.

En el barrio de Las Ranas, ciudad de Guanajuato, compré antes de la pandemia una preciosa imagen de San Cristóbal tallada por las manos de algún imaginero mexicano. O quizás guatemalteco, según me dijo el anticuario. Aparece el santo patrono de los caminantes en el momento de cruzar un río. Las aguas están representadas por azules rizos entre los cuales se ven algunos peces, una tortuga y una rana. San Cristóbal -que era gigante- ha arrancado una palmera de la orilla para usarla como bastón y no perder pisada. Sobre el hombro lleva al Niñito Jesús, que le pidió lo pasara a la otra orilla. Conforme camina el gigantón, la leve carga se le va haciendo más pesada, hasta que casi lo rinde al llegar a la otra orilla. Y es que el Niño traía el mundo en sus pequeñas manos, y el mundo sí que pesa. La imagen tiene al pie esta inscripción: “Un poder tan sin segundo, / Cristóbal, reside en vos, / que, cargando al mundo Dios, / vos cargáis a Dios y al mundo”.

Yo digo que San Cristóbal sigue protegiendo a quienes andamos en el camino, seamos traileros o conferencistas. A veces, sin embargo, nosotros mismos evitamos que nos dé su protección. Es cuando manejamos con imprudencia, o alcoholizados. Estoy seguro de que en estos casos San Cristóbal le pide a Diosito que lo releve de su obligación. No pasa día sin varios accidentes de carretera. Estuve ayer en Monterrey, y en el lapso de una hora vi cinco choques causados por falta de precaución.

Cuando salgo a la carretera me santiguo siempre. No es una señal supersticiosa: es un gesto que me sirve para recordarme a mí mismo que debo manejar con cuidado. Así les ayudo a las potencias celestiales, que aunque sean potencias no pueden hacerlo todo por sí solas. En el Potrero de Ábrego la gente dice que si te ves frente a un perro bravo que te gruñe y te muestra los colmillos bastará rezar un Credo para que el fiero animal se vaya y te deje en paz. En cierta ocasión le pregunté a don Abundio si eso de rezar un Credo sirve para alejar la amenaza de los perros.

-Claro que sirve, licenciado -me respondió con absoluta convicción-. Claro, a condición de que traiga usté una piedra en cada mano.

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Escritor y Periodista mexicano nacido en Saltillo, Coahuila Su labor periodística se extiende a más de 150 diarios mexicanos, destacando Reforma, El Norte y Mural, donde publica sus columnas “Mirador”, “De política y cosas peores”.

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