Septiembre no sólo marca las celebraciones patrias, también es un mes de profundo significado en la lucha por los derechos sexuales y reproductivos, especialmente con enfoque de género. Más allá de las conmemoraciones, este mes nos ofrece una oportunidad para reflexionar sobre los avances y desafíos que persisten en este ámbito de los derechos humanos.
En días pasados se conmemoró el “Día Internacional de la Salud Sexual”, una fecha que nos recuerda la importancia de garantizar el acceso a servicios de salud sexual de calidad para todas las personas. Al final del mes, el “Día de Lucha por un Aborto Legal, Seguro y Gratuito” se convierte en una plataforma para exigir la plena igualdad en los derechos reproductivos de las mujeres, subrayando la necesidad de políticas que respeten y promuevan estos derechos sin restricciones.
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Aunque la sexualidad y la reproducción son temas universales, que atraviesan a todas las personas, lo cierto es que no se experimentan igual. Las mujeres, en particular, han enfrentado históricamente profundas restricciones. Marcela Lagarde, reconocida feminista, antropóloga y académica, ha conceptualizado los desafíos que enfrentan las mujeres a través de su teoría de los cautiverios. Estos cautiverios representan las múltiples formas de control social y cultural que han limitado históricamente la autonomía femenina, tanto en la sexualidad como en la reproducción.
La lucha respecto a los derechos sexuales y reproductivos no sólo se libra en el ámbito institucional, sino también en las actitudes y prácticas sociales que perpetúan la desigualdad. Voltear a ver las prácticas cotidianas y culturales, las actitudes, las percepciones y las reglas no escritas es fundamental.
A continuación, exploramos estos cautiverios que siguen marcando la reproducción y sexualidad en la vida de muchas mujeres hoy en día.
Una Identidad Impuesta: “la madre-esposa”. El primer cautiverio identificado por Lagarde es el de la madre-esposa, que impone a las mujeres la responsabilidad de ser madres y esposas como el centro de su identidad y propósito. En este contexto, la sexualidad femenina queda reducida a la reproducción y la satisfacción de las necesidades de su pareja. Esta presión cultural no sólo limita la autonomía de las mujeres, sino que también subordina sus deseos y decisiones personales a las expectativas sociales.
El Estigma de la Sexualidad libre: “la puta”. Otro elemento cultural con cargas negativas es el de la “puta”, que denigra a las mujeres con una sexualidad activa y abierta. Este estereotipo condena a las mujeres que no se ajustan a las normas tradicionales de sexualidad recatada y con fines de procreación, imponiéndoles un juicio severo sobre su deseo sexual. Las mujeres etiquetadas de esta manera enfrentan una doble moral que no sólo limita su libertad para expresar su sexualidad, sino que también contribuye a su estigmatización y discriminación.
La Violencia y el Control: “la presa”. El cautiverio de la “presa” describe a las mujeres atrapadas en situaciones de violencia y abuso, donde su autonomía y libertad están severamente restringidas. En estos contextos, las mujeres son víctimas de control y coerción, enfrentando dificultades para tomar decisiones informadas sobre su vida sexual y reproductiva. La falta de control sobre su propio cuerpo las hace vulnerables a la violencia y explotación, lo que afecta gravemente su bienestar.
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La Descalificación de las Emociones: “la loca”. Finalmente, este estereotipo se refiere a la percepción negativa hacia las mujeres que expresan emociones intensas o comportamientos no conformistas. Este rol considera a las mujeres que desafían las normas tradicionales como desequilibradas, desestimando sus experiencias y sentimientos. Esta descalificación puede impedirles recibir el apoyo necesario y perpetuar su marginación en temas de sexualidad y reproducción.
Estos múltiples cautiverios reflejan las profundas raíces culturales que siguen afectando a las mujeres en diversos aspectos de sus vidas con relación a la sexualidad y la reproducción. Enfrentar estos desafíos requiere una reflexión seria y un compromiso con la educación y sensibilización en derechos sexuales y reproductivos desde una perspectiva de género. Es crucial promover políticas que garanticen la autonomía y el respeto a las decisiones individuales, asegurando que las mujeres puedan ejercer plenamente sus derechos sin discriminación.
Septiembre es un llamado a la acción para reflexionar, dialogar y realizar introspección respecto a las cadenas internas y externas que enmarcan la sexualidad y la reproducción. Esta reflexión que nos lleve a la transformación permitirá construir un futuro en el que los derechos sexuales y reproductivos se respeten y protejan para las mujeres en toda su amplitud.
La autora es coordinadora del Centro de Educación para los Derechos Humanos de la Academia Interamericana de Derechos Humanos
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH