Edadismo: el más olvidado de los ‘-ismos’
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A lo largo de nuestras vidas, las personas conservamos características que no podrán cambiarse, tal es el caso de la raza o el origen étnico. Otras, dependiendo de muchos factores, podrán cambiar o no. La condición social, religión, condiciones de salud, opiniones, estado civil o preferencias sexuales, son algunos ejemplos. Sin embargo, hay algo que inevitablemente está en constante cambio y que en muchas ocasiones puede ser motivo de discriminación: la edad.
El edadismo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), son todos aquellos estereotipos, prejuicios y discriminación contra otras personas –o autoinflingidos– por razones de edad. Este fenómeno se diferencia de otros “-ismos” –como el sexismo, ableismo o racismo–, ya que no impacta en grupos poblacionales relativamente estables.
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Por tanto, pueden sufrir de edadismo las personas jóvenes y las personas mayores, el cual se refleja en la manera en que se piensa (estereotipos), siente (prejuicios) y actúa (discriminación) con motivo de la edad. Particularmente, las personas mayores son quienes sufren en gran medida del edadismo. Según cifras de la OMS (2021), 1 de cada 2 personas en el mundo son edadistas contra las personas mayores.
La discriminación en contra de las personas mayores puede venir de algo tan simple como el lenguaje. Usar palabras como “anciano”, “ruca”, “abuelo” o “viejita” se consideran discriminatorias y estigmatizantes. Incluso, utilizar el término “tercera edad” resulta inoportuno, ya que al tratarse de la etapa de la vida, lo apropiado es “vejez”. Y si se trata de las personas, lo correcto es “persona, hombre o mujer mayor”.
Otro aspecto a considerar es que el edadismo se agrava por la interseccionalidad presente en las personas mayores. Por ello, si una persona mayor forma parte de un grupo considerado en situación de vulnerabilidad –es mujer, presenta alguna discapacidad, se encuentra en situación de pobreza, es migrante, indígena, entre otros–, la discriminación, prejuicios y estereotipos en su contra podrán exponenciarse.
Además, es necesario resaltar que el edadismo puede tener consecuencias directas e indirectas sobre el disfrute de los derechos humanos de las personas mayores. En particular, la OMS (2021) concluyó que a nivel mundial, el edadismo puede provocar problemas de salud física y mental a las personas mayores. Longevidad reducida, acceso denegado a servicios y tratamientos de salud, enfermedades físicas, deterioro cognitivo, violencia y maltrato son algunos ejemplos.
Por su parte, en relación con el trabajo, el edadismo ocasiona que las personas mayores no sean contratadas, que experimenten una falta de acceso y oportunidades para capacitación, que tengan que recurrir a una jubilación temprana o que presenten limitaciones de ingresos.
Acerca del derecho a la vivienda, las personas mayores pueden sufrir falta de accesibilidad, seguridad y calidad de vida en sus hogares debido al edadismo. Desde la discriminación en procesos de selección de personas arrendatarias hasta la forma en la que se les exige que se marchen de las viviendas.
Incluso, el edadismo impacta en las personas mayores cuando hay desastres naturales y emergencias por conflictos. Tal como explica la OMS, este grupo es descuidado cuando se presentan dichas circunstancias y desatendido en cuanto al financiamiento para las respuestas humanitarias.
Por tanto, el edadismo afecta gravemente el bienestar social de las personas mayores como grupo y en lo individual. Ejercer este tipo de discriminación genera que las personas mayores no puedan disfrutar de un envejecimiento digno y saludable. Lo anterior, es algo constante para las personas mayores. Como grupo, ha sido vulnerabilizado de manera histórica y dejado fuera de las políticas de los Estados. Es así, que a pesar de la poca atención por parte de los gobiernos y la academia hacia las personas mayores, este grupo también tiene que lidiar con las consecuencias del edadismo que han sufrido a lo largo de su vida y que se agrava durante su vejez.
Debido a que las poblaciones presentan grandes cifras de personas mayores, las cuales se estiman seguirán en aumento, es necesario estar conscientes de las consecuencias del edadismo. Además, resulta urgente replantearnos la manera en la que pensamos, actuamos y nos sentimos respecto a las personas mayores y la vejez.
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Es apremiante que los Estados lleven a cabo medidas que tengan en consideración las necesidades de las personas mayores e implementen acciones para eliminar el edadismo. Particularmente, la OMS explica que el edadismo puede combatirse desde tres ámbitos: creando políticas y legislando, generando actividades educativas y facilitando intervenciones intergeneracionales que conecten a personas de diferentes generaciones.
En definitiva, es importante cambiar para bien la forma en la que nos relacionamos con las personas mayores y cómo tratamos los asuntos de la vejez, ya que la edad no puede ser motivo de ninguna discriminación, prejuicio o estereotipo.
La autora es secretaria técnica de la Academia Interamericana de Derechos Humanos
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH