Ser reconocido y admirado depende de la vida que construyes y te pone en riesgo de ser visto, hasta a tres mil kilómetros de casa
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El mundo es pequeño y si no deseas que alguien hable mal de ti o sepa en lo que estás involucrado, no hagas eso que no deseas que se sepa. Jajajajaja. ¡Qué seriedad! Pero así es. Estoy a tres mil kilómetros de casa y acabo de estar en una reunión donde estaban dos mujeres que fueron alumnas mías cuando ellas estaban en primaria. Es un orgullo para mí que me vean hoy, que sepan que no soy esa misma mujer, que he evolucionado. Es un gusto para mí ver a esas niñas siendo adultas y estando contentas y realizadas acá a tres mil kilómetros de casa, mi casa. No sé si ellas consideran “acá” su casa ahora. “Casa” tiene la característica de ser modificable. El proceso implicado en hacer esa transición es muy fuerte, a veces aún siendo solamente una mudanza de un lado de la ciudad a otro. ¿Ustedes han hecho esos cambios? Si no, ya es hora.
La individuación es un proceso muy importante. Es lo que hacemos cuando salimos de la casa y la familia de origen para construir una vida y una cultura propia. A veces lo hacemos al irnos fuera a estudiar o a trabajar, a veces al casarnos, y a veces por rebeldes (o inteligentes y fuertes). Hoy leí, “Un buen hijo no se queda. Un buen hijo se va.” Los hijos fuertes, los que se han construido como individuos, se van de casa y hacen sus vidas. Se sostienen como pueden, igual que algunos de nosotros logramos hacer, tal y como es lo más sano.
El hijo fuerte es él que le dice a mamá, “No digas nada, no te metas, es mi problema a resolver.” También dice, “Quiero compartir algo contigo pero no quiero que trates de resolver, solo que me acompañes.” Desde esa fuerza es el hijo que puede decir, “Mamá (o “Ma” como dicen mis hijos), ¿estás bien, necesitas algo?” Y puede estar tranquilo cuando mamá le dice que no, que está bien. No es fácil ser fuerte. No es fácil construir una vida individuada. No es fácil saber que en cualquier lado del mundo nuestra fortaleza puede ser vista y reconocida, a pesar de que creemos que nos gusta que los demás nos vean y nos admiren.