Severina
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«Así eran para mí los delirios amorosos y por eso había aprendido a evitarlos.
Demasiado tarde otra vez, pensé. Tenía que volver a encontrarla»
Narrada en primera persona, este relato es la historia de un shock que cambió fortuitamente la vida de un novísimo librero emprendedor. De sopetón, sus grises y monótonos días recibieron pinceladas de interés como feroces zarpazos con la presencia de una bella, pero sobre todo misteriosa, chica que arribó a su establecimiento bajo la secreta misión de robar la mercancía.
Por curioso que pueda parecer, hurtar libros también es posible y no siempre cabe la oportunidad de escapar impune, así la guapísima hampona es descubierta más pronto que tarde a pesar de sus esfuerzos seductores por adormecer la conciencia del embelesado dependiente suscitando con ello el pretexto perfecto para entablar un vínculo que terminará en una honda e íntima relación en toda la extensión de la palabra.
Las líneas de Rodrigo Rey Sosa incitan a cuestionar a mansalva ¿dónde o cómo nace el amor y la admiración por un ser ignoto? ¿qué pasa cuando el deseo sufre la metamorfosis de la cotidianidad? Pues si el sentimiento logra sobrevivir al tránsito de la frontera de lo habitual se corre el riesgo de que sea a prueba de balas y de familiares.
Ana Severina, protagonista como el que más, con su delictiva profesión no huye del pasado sino que lo reinventa para ganarse al lector línea a línea despertando la empatía por un ser que, en principio, debería presentarse ante un juez de barandilla y no en una cita que por poco resulta a ciegas.
Detrás del delicado biombo que cubre esta breve novela encontramos una historia como las que nos podríamos cruzar cualquier día, muchas de las cuales no nos atrevemos a vivir por no romper la barrera que separa a dos desconocidos azarosamente coincidentes en un lugar como cualquier otro.
Quizá ahí radique la magia, no sólo de historia como la de marras, sino también la de la posibilidad literaria: la otredad, a saber, la búsqueda de un destino y una compañía para llegar hasta él, donde lo relevante no es la meta, sino el hado que se recorre para llegar ahí.