Sheinbaum: Cómo estar en desacato y vivir para contarlo

Opinión
/ 24 octubre 2024

En el futbol ha persistido un largo debate sobre la necesidad de que el cuerpo de arbitraje recurra sistemáticamente al video y tecnologías afines que le ayuden a mejorar sus decisiones.

Los puristas insisten en que, para bien o para mal, debe ser la mera apreciación del árbitro la que decida la suerte de un partido; así, con todas sus falencias, pero plena de carácter humano.

Los más pragmáticos, en cambio, claman porque el arbitraje eche mano de todos los recursos disponibles para minimizar el margen de error en las decisiones que, al parecer, no son pocas. Yo creo que es la misma gente que llora las derrotas de su equipo desde antes de la liguilla.

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El futbol americano creció de la mano del video-tape y la repetición instantánea, pero el balompié se ha resistido hasta donde le ha sido posible, aunque entiendo que el silbante ya se apoya en un cuerpo de arbitraje con acceso a imágenes.

Otros deportes que utilizan el VAR (video assistant referee) son el tenis, el baloncesto, el rugby, el voleibol; siempre para asesorar al juez principal, pero nunca para anular sus fallos.

Ya si el árbitro se equivoca o, peor, si obra con malicia (cosa que sería muy difícil probar), pues mala suerte. El estadio entero le puede mentar a su mamacita a coro en clave de La Sostenido Mayor, pero si ya marcó penal y es evidente hasta para un disminuido visual que no había ninguna falta que sancionar, dicha penalización se habrá de cobrar.

Y si el árbitro marca un gol, metido con la mano, en fuera de lugar y por un miembro de la porra, es gol.

Es discutible, es criticable (es incluso apelable), pero de momento es un tanto que habrá de aparecer en la pizarra y es el marcador que se habrá de publicar en la prensa del día siguiente (esa imagen ya es más bien romántica, porque en realidad las noticias ya se publican en redes casi en tiempo real).

Por deplorable que resulte un fallo y adverso que nos resulte, no está en nosotros acatarlo o no. Y seguramente ya sabe con esto hacia dónde nos dirigimos.

La resolución de una jueza federal para que la presidenta Claudia Sheinbaum retire del Diario Oficial de la Federación la reforma al Poder Judicial, tiene que ser obedecida necesariamente. No importa si lo hace a regañadientes, expresando toda su inconformidad al tiempo que hace acopio de todos los recursos legales y legaloides a su alcance para impugnar dicha decisión y dar una batalla legal... ¡Legal! Pero debe obedecer.

La jueza podría estar equivocada, o estar fallando en contra de lo que la Ley tiene previsto para estos casos. Ya se vería en la siguiente instancia, pero de momento la decisión debe ser acatada.

Ser inocente y declarado culpable de un crimen debe ser una desgracia, una tragedia de hecho. Pero nuestra inconformidad no nos salvará de que, de momento, se cumpla la sentencia que el juez determine. ¡Por muy equivocado que esté! La decisión se acata en lo que nuestra defensa formula el siguiente recurso posible que la Ley nos marque.

No es como que, de momento, esté sujeta a nuestro criterio y parecer: “Sabe, señor juez, que su sentencia es incorrecta, así que con su permiso, yo voy a pasar la noche en mi casa; porque ni de broma pienso meterme en esa cochina celda a compartir mazmorra con sabrá Dios quién. Ahí llámeme por favor cuando rectifique y la razón le asista”:

Sería hermoso, pero no.

Otro argumento del que de ninguna manera podríamos echar mano es el haber sido electos para un cargo, aun cuando hubiésemos arrasado en los comicios. Sin embargo, Sheinbaum incorporó tal razonamiento a la justificación que esgrime desde su show mañanero.

De alguna manera, como asegura, el haber recibido el voto mayoritario la exime de obedecer el fallo de una juez; fallo que no estamos discutiendo aquí de momento si es correcto o cuestionable. Sólo si tal decisión debe o no respetarse.

Ella asegura que el pueblo ya votó y que esto la coloca por encima de lo que sanciona una representante de las leyes. ¡Bonita manera de comenzar su sexenio! ¡En desacato! Bueno, así cerró también su sexenio el tlatoani vacilador, en el mismo desacato y de allí la inercia y el cinismo con que la pupila desobedece.

Otra que la “científica” le aprendió a su sensei garnachero es la de hacerse reverentemente pendejos. No pretendo irrespetar con esto, pero es que no hay otra manera de describir tan socarrona conducta: Dice nuestra Mandataria que la tal reforma ya se subió al Diario Oficial y que no entiende muy bien qué quiere decir “bajarla”. No sabe si hay que retirar la publicación, ponerle corrector, pegarle encima una estampita de Hello Kitty, en fin... Y como no sabe, pues no hace ni madres.

¡De ese tamaño!

Sabe la doctora que está desobedeciendo la Ley como sabe que en su calidad de Jefa del Ejecutivo es imposible que se gire y ejecute una orden en su contra.

Pero es importante mantener la reforma porque tirarla mandaría un mensaje equivocado: El de la implícita admisión de que la dichosa reforma está errada de origen; de que el Gobierno se equivoca y peor, de que sus decisiones son reversibles y que no está por encima de las leyes.

Yo sé que la sorna y el cinismo del presente régimen son muy irritantes, excepto −¡claro!− para la chairiza cuatrotera que celebra toda esa sarta de argucias y mamonerías que rebajan el debate a una competencia de vamos a ver quién se cansa primero, quién le hincha más las pelotas a quién.

Diviértanse con la nueva encarnación del legendario comediante del Palacio, pero es el tipo de chistes que no le hace ninguna gracia a la inversión extranjera.

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Una autoridad que no acata una sentencia (por muy Presidenta que sea), es razón de más para levantar el tenderete y marcharse a buscar un mejor lugar donde hacer negocios, porque no ofrece ninguna certidumbre si un día una empresa entra en conflicto con el gobierno o la autoridad. Por no hablar de la indefensión en que todo esto deja al ciudadano corriente frente a sus gobernantes.

Dejamos el análisis sobre si una reforma es impugnable o no. Hay expertos de los dos lados y uno de los que dice que sí es, curiosamente, el asesor de doña Clau, el exministro y voz de pito, Arturo Zaldívar.

Pero de momento, lo único importante es que la Presidenta está apercibida de la resolución de una jueza federal y que, sin importar su amplia mayoría parlamentaria ni sus millones de votantes, está en desacato y está en consecuencia −como ya hizo tradición la Cuarta Transformación−, pasándose la Ley por donde no pega el sol y eso, eso mero, es el rasgo más distintivo de un régimen autoritario, autocrático y pre dictatorial.

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