Otoño en Nueva York o la justicia como atracción turística

Opinión
/ 22 octubre 2024

Los Yankees van a disputar la Serie Mundial a los Dodgers y esa ya sería razón suficiente para que uno dejara lo que está haciendo y comprase el primer boleto disponible a Nueva York, sea en avión, autobús, burro o bicicleta. El chiste es llegar antes del viernes.

Incluso, sin entradas para el partido (que ni debe haber y si encuentra le costarán un sexoservicio con final feliz), la mera vuelta a la Gran Manzana vale la pena y más en el otoño.

Usted no necesita recomendaciones sobre qué hacer si visita NY. Lo que usted haga, en la dirección que camine o para donde usted mire, ya es parte de la experiencia.

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Sin embargo, le haré dos modestas sugerencias para su itinerario: En el 259 de la Calle 55, entre Broadway y la Octava, está Soup Kitchen International, un diminuto establecimiento cuya especialidad es la sopa, o un menú de sopas tradicionales.

Popularizado en un episodio de “Seinfeld”, “El Nazi de la Sopa” está basado en dicho establecimiento y su propietario, Ali “Al” Yeganeh, un malhumorado iraní-americano que no soporta a los clientes ruidosos o que tardan mucho en decidir qué es lo que quieren y demoran la fila (es sólo para llevar).

Al igual que su contraparte en el “sitcom”, el “Soupman” de la vida real castiga a los clientes que no obedecen sus reglas negándoles el servicio. Así que pórtese bien si lo visita, porque las sopas en efecto están ricas y bien valen la pena la estresante espera.

Luego, ya con algo caliente en la panza, diríjase al 225 de Plaza Cadman, en Brooklyn (no me pregunte cómo llegar, pero el Metro es a prueba de desorientados crónicos como su servidor).

Bueno... ¿Y qué hay allí? ¿Algún museo, monumento o sitio histórico? ¿Algún teatro o sala de conciertos? Pues no. Ahí se encuentra la Corte Federal del Distrito Este de Nueva York. Y considero que amerita −sobre todo para el turista mexicano− una vueltecita con su reglamentaria “selfie” desde que es, hoy por hoy, el espacio público de mayor relevancia para nuestro País.

En esta sede se condenó a cadena perpetua al mítico narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán (o el señor Guzmán Loera, como prefería referirlo respetuosamente nuestro tlatoani en retiro).

Allí también, hace apenas cinco días, se dictó sentencia de 38 años para el secretario de Seguridad de la infame guerra contra el narco calderonista, Genaro García Luna.

Y allí mismo será juzgado, próximamente, el exlíder del Cártel de Sinaloa, Ismael “El Mayo” Zambada.

Así que, por la rareza que nos representa, el tribunal donde se dirimen los asuntos más delicados de nuestro muy soberano País, se volvió sitio de interés involuntario.

Para cualquier mexicano, será la ocasión perfecta para echarle un vistazo a la justicia, aunque sea de lejitos, porque de la frontera pa’acá parece que ya ni siquiera la recordamos.

Aunque ya había sido declarado culpable, la sentencia dictada en contra de García Luna volvió a cilindrear a la chairiza cuatrotera, quiero decir que le dio aire al partido oficial, a sus voceros y desde luego a la Presidenta, Claudia Sheinbaum.

Desde luego, García Luna es un completo indefendible y justo es que pase el resto de sus días en prisión, donde esperemos que el más trabado y feroz convicto lo convierta en su esposa.

Y claro que el expresidente Calderón amerita ser investigado con microscopio, puesto que alegar desconocimiento de semejantes nexos con los cárteles, de parte del que vendría a ser su “ministro de guerra” contra el narco, es “insólting and onacéptabol”, para ponerlo en palabras de otro distinguido panucho.

Pero algo no está bien en la manera en que el oficialismo frasea estos hechos. Hay de hecho varios aspectos en los que la narrativa del régimen se equivoca.

El primer gran error es presentarlo como una victoria moral para adjudicarse. ¡Pero ni de broma! Si inclusive constituye un fracaso rotundo y vergonzoso para nuestro sistema de justicia. Y ni empiecen a joder con que “para eso se busca reformar al Poder Judicial”, ya que el que omite abrir carpetas de investigación o abre expedientes que nunca llegan a ninguna parte, es el Ejecutivo a través de la Fiscalía.

¿Dónde están todos los colaboradores de García Luna? Porque ni modo de suponer que el exsecretario operaba él solito, en lo oscurito, sin la complicidad de una red de subordinados.

Pues bien, ¿dónde está ese entramado de corrupción que lógica y necesariamente tuvo que existir e involucrar a decenas de otros funcionarios de diversos órdenes y niveles?

Yo le diré dónde: ¡No existe! No hay tal carpeta. Pero qué bueno que ya la justicia gringa se hizo cargo y le recetó una sentencia ejemplar a una de las piñatas predilectas de la 4T, porque así pueden seguir presumiendo lo buenos que son gobernando en comparación, sin importar que su cifra de muertos sea equivalente −incluso mayor− a la del calderonato.

Y tampoco le queda ufanarse a este régimen por la suerte de García Luna, cuando el general Cienfuegos iba a ser sentado en el mismo banquillo y fue López “el no somos iguales” Obrador quien lo intercambio con la administración Trump, por “intereses en la relación bilateral”, no porque fuera encontrado inocente. De hecho, el convenio era juzgarlo en México, pero a don Andrés se le tensó el esfínter y mejor lo condecoró.

Y ni qué decir de las acusaciones de financiamiento ilícito de campañas; de la red de huachicol fiscal que embarra a las más altas esferas del partido oficial; o de la cada vez más evidente colaboración de gobernantes (como el de Sinaloa) en complicidad con el crimen organizado.

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Es hasta gracioso que Sheinbaum haya desechado la posibilidad de que su Gobierno investigue a Felipe Calderón, al que tan airadamente señalan con flamígero dedo acusatorio: “Nosotros no vamos a entrar a eso. Lo que queremos es que no se olvide”, dijo en su soporífera mañanera.

¡O sea que va a otorgar la misma impunidad de siempre a los que acusa de ser los autores de la catástrofe nacional! Nomás no quiere que se nos olvide para que puedan seguir explotándolo políticamente. ¡La “calderoexploitation”! (ya desarrollaremos este concepto más adelante).

El único que hasta el momento parece estar conduciéndose con la verdad es −¡oh, ironía!− el delincuente, el narcotraficante “Mayo” Zambada, cuyo juicio no nos perderemos por nada del mundo, pues se anticipa que sacuda los cimientos del Gobierno, el poder y la política en nuestro México, país en el que la Justicia es tan rara que para verla hay que ir a hacer turismo en el extranjero.

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