Tequila

Opinión
/ 16 agosto 2025

Ahora está de moda, lo mismo que el mezcal, pero antaño era mal visto eso de tomar tequila. En épocas de la Revolución los generales bebían coñac, especialmente Hennessy. Luego, tras el alemanismo, entró en boga el whisky. “Dame un escocés”, se oía en el bar del Regis, en El Patio, en todos los “echaderos” -la expresión la inventó Carlos Denegri- de la nueva familia revolucionaria.

En otro tiempo solamente los charros bebían tequila. En las películas de Jorge Negrete y Pedro Infante el tequila se tomaba por galones. Una de las botellas de la marca Cuervo se llama todavía “infantita”, pues era la que Pedrito traía siempre a mano.

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¿Ver en aquellos años a una dama con una copa de tequila? ¡Nunca! Las señoras bebían una poción llamada “Medias de seda”, pues aún no se conocían las margaritas o la piña colada. Tampoco eran tequileros los señores: serlo no confería status. La bebida nacional era menospreciada. Mi sabio maestro don Antonio Guerra y Castellanos solía disgustarse cuando alguien celebraba con una carcajada alguna de sus ingeniosidades. Decía, elegante y despectivo:

-La sonrisa es la burbuja del champán; la carcajada es el eructo del tequila.

De pronto los extranjeros nos mostraron que el tequila es algo para tomarse en cuenta. Todo el mundo llegó a conocerlo, menos los académicos de la Lengua Española. En anteriores ediciones de su diccionario los sabios peninsulares definían al tequila diciendo que es “Una bebida mejicana -la jota era de ellos- semejante a la ginebra”. ¡Háganme ustedes el refabrón cavor! ¿En qué chingaos se parecen el tequila y la ginebra, aparte de que con los dos puedes ponerte hasta atrás, y más allá si quieres? Esos señores de la Lengua no tenían paladar: o no habían probado el tequila o no conocían la ginebra.

Hoy se han puesto en boga procedimientos que jamás habíamos conocido, y que no dejan de ser heterodoxos, como beber el tequila en copa coñaquera, tomarlo helado, o mezclarlo con refresco de cola o de toronja, o con agua mineral. A mí no me gustan esos extraños usos. Yo pido siempre mi tequila solo, a la temperatura ambiente, en copa tequilera. Y doble, lo cual es costumbre muy recomendable que ahorra esfuerzo y tiempo.

La moda del tequila trajo consigo su encarecimiento y la proliferación de nuevas marcas. Más de dos mil hay, según me dicen, con nombres tan peregrinos como “Suave Patria”, “Chivas” y “La Madre”. Algunos tequilas vienen en botellas de lujo, como las del más caro licor llegado de la Europa. Cierta fábrica envasa el suyo en pomos de cristal cortado que se pueden vender después en 500 ó 600 pesos. (La verdad, el continente es mejor que el contenido). Se ven botellas de color azul, y verde, o hechas de cerámica como aquéllas en que viene el sake japonés, y otras de formas retorcidas, en estilo art nouveau.

Y ¿qué me dice usted del precio? Mi marca preferida de tequila costaba hace unos cuantos años 120 pesos. Ahora anda en cerca de 600. Con esa inflación ¿cómo puede haber inflación?

Otro fenómeno es que hoy por hoy todo el mundo opina acerca de tequilas. Unos dicen que el mejor es éste; otros que aquél. La semana pasada estuve en Guadalajara, y conocí a un señor que hace su propio tequila. Me dijo con orgullo al regalarme una botella:

-Mi tequila es el segundo mejor.

-¿Ah sí? -le pregunté con interés-. ¿Cuál es el primero?

-Todos los demás -me respondió-. Quienes los hacen dicen que su tequila es el mejor. Y no me voy a poner a discutir con ellos. Me conformo con el segundo lugar, que es muy honroso y no lo reclama nadie.

Sabio señor es ése. Su franciscana humildad, su noble filosofía del segundo sitio lo libran de muchas discusiones ásperas e inútiles. De cualquier modo yo digo que en cuestiones de tequila lo mejor es hacer como un amigo que tengo. Pide en el restorán un tequila. El mesero le pregunta:

-¿De cuál le sirvo, señor?

Responde, enfático, mi amigo:

-Del mejor que tengas. Que sepa el cuerpo que no lo trae cualquier pendejo.

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Escritor y Periodista mexicano nacido en Saltillo, Coahuila Su labor periodística se extiende a más de 150 diarios mexicanos, destacando Reforma, El Norte y Mural, donde publica sus columnas “Mirador”, “De política y cosas peores”.

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