Todo tiempo pasado ya pasó

Opinión
/ 17 enero 2025

No seamos Jeremías que lloran lo perdido. Cada día de la vida es hermoso, haga calor o frío. Lo de menos es la temperatura

Dice la gente de antes que el clima de Saltillo ya no es ni sombra de lo que fue. Quizá sí; quizá no; quizá quién sabe. La memoria engaña más que el olvido, y nos dibuja cosas ideales que a lo mejor nunca existieron. Los mayores hablan de un clima en Saltillo como el del paraíso terrenal: ni frío ni calor, sino todo lo contrario. Describen con añoranza una temporada de lluvias más puntual que tren inglés, que llegaba tal día y se iba tal otro, o que caía de tal hora −reloj en mano− a la hora tal.

Quién sabe... Quién sabe... Las cosas del clima han sido siempre caprichosas, y los meteorólogos se vuelven locos tratando de acertar en sus predicciones, fallidas casi siempre. Yo veo los pronósticos de los meteorólogos, comparo sus vaticinios con la realidad presentada por la Madre Naturaleza, y advierto que la citada mamá gusta de hacer quedar mal a sus hijos con alarmante frecuencia.

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-Para mañana, cielo despejado y sol brillante.

Y cae un chaparrón.

Sólo resultan acertados los pronósticos para ayer, pero no tienen mucho mérito.

Una de las mayores nostalgias es la del clima. Yo pienso, sin embargo, que la temperatura no es algo para evocarse con sentimentalismos. ¿Que antes era mejor el clima de Saltillo? Carajo, yo recuerdo unos fríos polares que nos traían enteleridos siempre, y siempre al punto de la pulmonía cuata. Ahora hace más calor, es cierto, pero sin exagerar. No tenemos los ardimientos de Mexicali, Ciudad Obregón o Villahermosa. Ni siquiera llegamos en el termómetro a Torreón, Monterrey, Monclova o Matehuala, rosa de los cálidos vientos que tenemos alrededor. Llueve menos que antes, posiblemente, pero cuando llueve nos alegramos más porque ya nos habíamos olvidado de la lluvia, y la recibimos como a amante que viene a visitarnos inesperadamente para ofrecernos sus caricias.

Lo cierto es que en cosas del clima y la temperatura todo tiempo pasado fue aproximadamente igual. Además, si cambió el tiempo en Saltillo es porque cambió en todo el mundo por eso de los agujeros en la capa de ozono, hoyos que son contradicción del Kohelet, quien dijo en el Eclesiastés: “No hay nada nuevo bajo el sol”. ¿Y luego los agujeros en la capa de ozono?

Culpemos a esos hoyos del cambio de clima, pero no seamos Jeremías que lloran lo perdido. Cada día de la vida es hermoso, haga calor o frío. Lo de menos es la temperatura; lo de más es saber disfrutar del frío y del calor, con los variados expedientes que hay para recibirlos, y pedir que todos los hombres, hasta los más humildes, tengan amparo ante los rigores de esa Naturaleza que a veces sabe ser tan desgraciada.

Es inútil hacer evocaciones de un Saltillo con aire acondicionado. Jamás existió esa ciudad. Existió otra igual, en cosas del clima, a todas las ciudades, con días buenos y malos. Quizá sean preferibles estos calores que dan pretexto para beber bebidas muy bebibles que aquellos fríos siberianos, aquellas neblinas compostelanas y aquellos cierzos asturianos que dejaban sin viejitos y viejitas a la ciudad y aumentaban considerablemente la tasa de mortalidad infantil.

Por lo demás, lo verdaderamente importante es que haya clima. No me imagino cómo sería la vida sin él. ¿De qué hablaríamos? Y que caigan, aunque sea de vez en cuando, esas lluvias saltilleras que lavan la cara de la ciudad, ponen un arcoíris sobre el cielo y hacen que los niños de hoy, igual que los de ayer, salgan, a pesar de la televisión y los modernos juegos electrónicos, a meter los zapatos en los charcos de agua.

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