Toparme con mi misoginia interiorizada
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Algo pasó en mi interior que me hizo toparme con el concepto de misoginia interiorizada, un término que tiene implicaciones sociales, económicas, psicológicas y conceptualiza el rol de las mujeres para participar en la vida pública.
Por mi cabeza aparecieron los duros criterios que tenemos para valorar nuestro trabajo y la autoexigencia que nos va alejando del bienestar, la libertad y la plenitud. Analizaba cómo los tejidos de la sororidad, en ocasiones, siguen siendo frágiles, pero también, cómo poco a poco, se van creando espacios de escucha activa y disenso, con la finalidad de que las mujeres podamos dialogar sobre nuestras diversas realidades.
No es fácil poner en duda el status quo de una sociedad en la cual también nos hemos formado y crecido. El proceso es duro, sin embargo es un paso importante para atender un problema complejo que nos impacta tanto en lo individual, como en lo colectivo.
Fue así como llegué al concepto “misoginia interiorizada” o “sexismo integrado”, el cual se refiere a aquellas construcciones culturales y sociales que pueden anclarse de forma inconsciente en las mentes de todos los seres humanos. Es resultado de un sistema patriarcal actual que antepone y otorga una valía superior a todo aquello asociado a lo masculino y menosprecia lo femenino. Cabe mencionar, que sin importar el género, todas las personas podemos tener estas creencias.
Ahora comprendo que cuando estamos en ambientes donde no se nos valora por lo que somos, comenzamos a despreciar nuestro propio ser, y por ende lo que nos asemeja.
Al hacer un repaso de mi historia en el ámbito profesional, me descubrí con una conducta competitiva y de supuesta superioridad intelectual frente otras mujeres, por contar con cierto nivel de aprobación por parte de los hombres; y paradójicamente, con una inseguridad por el simple hecho de ser mujer y saber que no me medirían con la misma vara que un hombre ni se me otorgarían las mismas oportunidades. Sabía que la falla podría traer consigo una pérdida que me costaría asimilar.
Hoy, me asumo feminista y reconozco parte de mi misoginia interiorizada. Hoy, puedo ver el gran poder que tiene reconectar con mi energía femenina, porque me llena de vitalidad, alegría, sabiduría y plenitud con la naturaleza.
Hoy, confío y sé del aporte de mis ideas para construir paso a paso con otras personas. Hoy, tengo una relación de aceptación más saludable con mi cuerpo. Hoy, encuentro en mi vulnerabilidad mi fortaleza. Hoy, soy líder de un equipo de trabajo que busco encauzar con creatividad, inteligencia, justicia y una mirada más compasiva. Hoy, desde el privilegio que tengo al escribir en este espacio, deseo visibilizar causas que han permanecido en el silencio. Pero sobre todo, hoy asumo el compromiso de trabajar conmigo misma, para tomar consciencia de mis comportamientos y abonar de raíz a la generación de un cambio a largo plazo, porque soy parte del problema, pero también de la solución.