Tragedia minera: el reloj avanza, la esperanza disminuye
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Para el momento que este texto se publique habrán transcurrido casi 48 horas desde que se registró la inundación de un “pocito” en el municipio de Sabinas, dejando atrapados en su interior a 10 mineros. En todo este tiempo las tareas de rescate han avanzado con dificultad porque los equipos utilizados no han logrado extraer el agua de la excavación minera.
El tiempo es clave en un proceso como este y la razón es evidente: el aire que se espera exista en un lugar donde los mineros hubieran podido resguardarse puede acabarse en cualquier momento y ello hace que se incremente la posibilidad de un desenlace fatal.
Nadie puede decir que no este haciéndose todo lo humanamente posible para avanzar con la mayor rapidez, pero eso no impide que la angustia crezca y la desesperación de quienes esperan ver salir con vida a sus familiares sea mayor a cada
momento.
Las autoridades han informado que durante la jornada de ayer se incrementó el número de equipos de bombeo para drenar la zona inundada, pero también se ha dicho que se trata de tres excavaciones interconectadas, lo que implica un gran volumen de líquido que debe ser extraído.
Es necesario decir, sin embargo, que la situación real bajo tierra constituye, al menos en parte, una suposición porque no se cuenta con los detalles precisos de la topografía subterránea de una zona en la cual la explotación del carbón tiene poco de rigurosa. Justo en este aspecto se ubica, muy probablemente, la razón de la tragedia. Porque, como se ha comentado anteriormente, los “pocitos” no son minas tecnificadas ni explotaciones que se desarrollen con base en criterios técnicos, sino más bien una suerte de ejercicio “artesanal” del que nadie lleva un registro detallado que permita tener claro el laberinto de galerías existente.
Anoche, la secretaria del Trabajo en Coahuila, Nazira Zogbi, informó que el agua con la cual se inundó el “pocito” provendría de una mina en abandono conocida como “Las Conchas”, un hecho que se deduce porque uno de los cañones de dicha mina se encuentra en la misma zona donde ocurrió el percance.
¿Por qué ninguna autoridad lleva un registro de las excavaciones realizadas en la región? La respuesta, por desgracia, es tan simple como desoladora: porque las autoridades de la materia no están comprometidas con la protección de la vida de los mineros y eso se evidencia en el hecho de que no se llevan registros ni siquiera de asuntos elementales, por lo que exigir los de la topografía subterránea es realmente demasiado pedir.
Así pues, la fe es lo único que realmente puede sostener en pie a quienes, con el corazón encogido, ven avanzar las manecillas del reloj sin que el nivel del agua disminuya lo suficiente en los pozos inundados, lo cual va reduciendo las posibilidades de un final feliz para esta historia.
La esperanza, desde luego, será lo último que se extinga, pues mientras la fatalidad no se confirme, la posibilidad de un rescate con vida existe.