Trump: El insensato que amenaza a México y al mundo

Opinión
/ 12 enero 2025

El insensato inevitablemente nos llevará, como así va ocurriendo en su vida ordinaria, a vivir en medio de problemas y conflictos con quienes les rodean

En una sociedad como la nuestra, donde los impulsos, los sentimientos, las creencias personales y los pensamientos sin fundamento operan más que la razón y la objetividad, y en muchos casos sirven como base para la toma de decisiones, el resultado está a la vista: un mundo convulsionado y complejo.

La pobreza, la desigualdad, las 53 guerras activas que hay en el mundo, el cambio climático, en fin, las calamidades que nos azotan son producto justamente de la insensatez de quienes toman las decisiones en las sociedades micro y macro. Piense en los grandes líderes y revise los niveles de sensatez; se dará cuenta de que más que el bien común, lo que los mueve es el bien personal.

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En principio, la insensatez es una actitud contraria a la prudencia. Por tanto, el imprudente es el que no reflexiona, el que no racionaliza y sopesa las decisiones que va a tomar, el inconstante, el inmediatista, el poco virtuoso, el que no tiene valores, el que no tiene dominio de sí mismo, el que no se deja aconsejar, el necio, el que no cumple sus promesas, el que miente por sistema y por “quedabién”, el incoherente, el desleal, el que tiene un saber de ficción; el soberbio, el injusto, el desmemoriado, el que no es objetivo, el alucinado, el inseguro, el astuto, el que no está atento a la dignidad de los otros, el que no sabe que no sabe. ¿Le late este párrafo con algún personaje de la política actual?

El problema radica en que hay locos con los que no se sabe. Y aunque nos parezca desproporcionada la llamada Doctrina Monroe y la del Destino Manifiesto, mucho tiene que ver con ellos. Imagínese que un día de estos nos vayamos despertando con que efectivamente Groenlandia, Canadá, el Canal de Panamá y México han sido invadidos por el ejército norteamericano. No lo descarte, está en el ADN de los Estados Unidos. América es para los americanos. Recuerde que en la lógica de los norteamericanos, los americanos son ellos, no lo olvide.

Es la lógica de la insensatez que se basa en la supremacía de la raza blanca, en el poder de las élites pseudointelectuales, en la política intervencionista y proteccionista, en el sentimiento nacionalista y de baja estima, en el militarismo, en la defensa del modelo del libre mercado, aunque este no dé para más; en las ideas religiosas de los padres fundadores. En el New Deal, en el clasismo, en el racismo, en la xenofobia, los intereses, el anatocismo y en la personalidad esquizofrénica de ver demonios que combatir por todas partes.

En ese sentido, como vicio contrario a la virtud de la prudencia, donde el prudente es cercano a la justicia y como característica tiene la capacidad de deliberar y de juzgar de una manera conveniente sobre las cosas que pueden ser buenas y útiles para él y quienes le rodean (“Ética a Nicómaco”, libro sexto, capítulo IV), lo contrario sería la toma de decisiones viscerales, hormonales, sentimentales o emocionales que se toman para saber que se parte de la insensatez y la imprudencia.

El prudente delibera, racionaliza. El insensato actúa y habla sin tener en cuenta las consecuencias negativas que sus acciones tendrán. El insensato inevitablemente nos llevará, como así va ocurriendo en su vida ordinaria, a vivir en medio de problemas y conflictos con quienes les rodean.

¿Entiende entonces los niveles de bravuconería, las amenazas, las declaraciones, el meter hilo para sacar hebra? Por supuesto, producto de la insensatez de quien hoy responde a la figura con la que una buena parte del electorado norteamericano se identifica y proyecta, y que encarna en esa mentalidad clasista al país que Dios escogió para ser su nuevo pueblo. Hablamos de otros niveles de insensatez. Simplemente porque es importante pensar antes de hablar, reflexionar sobre nuestros dichos y revisar el impacto de nuestras acciones.

La prudencia es una virtud cíclica, se practica de forma constante. Para ser prudente hay que comenzar a ser racional, reflexivo y, por supuesto, ser amigo permanente de la verdad. Lamentablemente en el caso de Trump, no le podemos pedir peras al olmo. No se le puede pedir que actúe de forma equilibrada, que analice objetivamente la realidad que le circunda y que mañana tome las decisiones prudenciales que se requieren en su radio de influencia, porque simplemente no está capacitado.

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A ocho días de tomar posesión de la silla más decisiva del mundo, hoy nos encontramos con un Trump, a diferencia del anterior, empoderado y respaldado por un sector importante de las élites norteamericanas. Lo deseable es que la prudencia y la sensatez le acompañen, pero a decir de su empecinado discurso imperialista y expansionista, algo le funcionará.

Esperemos que nuestro pasado y vecindad permanente, así como la revisión de las consecuencias de sus posibles tomas de decisión le hagan ver que requerimos seguir viviendo en una región donde sí, efectivamente, la migración –por la incapacidad de los gobiernos inmiscuidos– y el narcotráfico son dos demonios que requieren de colaboración por lo pernicioso de ambas situaciones. Así es, de trabajo en conjunto y no de repartir culpas, como es el hábito que ha desarrollado el casi presidente norteamericano. Así las cosas.

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