Ucrania vuelve a perder
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Al igual que el plan de paz de la administración Trump para Gaza, el marco ucraniano pretende obtener una rápida “victoria” en política exterior
Por Nina L. Khrushcheva, Project Syndicate
NUEVA YORK - El “plan de 28 puntos para la paz en Ucrania” que ha presentado Estados Unidos no es para Ucrania. Ni siquiera es para Rusia, aunque se haya redactado con aportaciones rusas. En cambio, la propuesta busca beneficiar a una sola persona: El presidente estadounidense Donald Trump.
Al igual que el plan de paz de la administración Trump para Gaza, el marco ucraniano pretende obtener una rápida “victoria” en política exterior. Para un presidente al que nada le gusta más que presentarse como un pacificador, esta es una oportunidad no solo para atribuirse el mérito de un alto el fuego, sino también para posicionarse como el eje de su implementación. Al igual que el alto el fuego en Gaza (que Israel ha violado en repetidas ocasiones) está siendo supervisado por un “Consejo de Paz” dirigido por Trump, la paz en Ucrania sería “supervisada y garantizada” por un “Consejo de Paz”, con Trump a la cabeza.
Esto no significa que Trump se comprometa a garantizar una paz duradera. El plan es escaso en detalles, lo que significa que está prácticamente garantizada la reanudación de las hostilidades. Pero eso es en el futuro, una región que no preocupa demasiado a Trump. Lo único que le importa es distraer al electorado estadounidense de su asociación con el pedófilo convicto Jeffrey Epstein.
Como era de esperar, el plan de paz está muy sesgado a favor de Rusia, cumpliendo muchas de las exigencias del presidente ruso Vladimir Putin para poner fin a la guerra: Crimea, Luhansk y Donetsk se convertirían en territorios rusos, Ucrania retiraría sus fuerzas de la parte de Donetsk que controla actualmente y se prohibiría a Ucrania entrar en la OTAN. Mientras tanto, Rusia se “reintegraría” en la economía mundial.
Pero el plan de Trump difícilmente es la resolución de los sueños de Putin. Para empezar, exige que Rusia consagre en la ley una política de no agresión hacia Europa y Ucrania, y reconoce la elegibilidad de Ucrania para ingresar en la Unión Europea. Además, 100.000 millones de dólares de los activos congelados de Rusia se invertirían en los esfuerzos de reconstrucción de Ucrania dirigidos por Estados Unidos, que recibiría el 50% de los beneficios.
Aunque las sanciones contra Rusia se levantarían “por etapas”, este proceso quedaría a discreción de Trump, y es poco probable que los ingresos petroleros del país se recuperen pronto. Trump se toma en serio el establecimiento de EE.UU. como uno de los principales distribuidores mundiales de petróleo y gas, por lo que Rusia tendría que coordinarse con EE.UU. para reactivar su asediada economía.
Por ahora, Putin ha acogido con satisfacción el plan estadounidense como base para seguir discutiendo, pero ha dejado claro que considera que la “dinámica actual” de la guerra es favorable a Rusia y, por tanto, que seguirá luchando si Ucrania no acepta sus condiciones. Putin sabe que Rusia puede seguir luchando unos cuantos años más, si es necesario. Como su héroe Joseph Stalin, está perfectamente dispuesto a dejar que los rusos de a pie sufran al servicio del poder.
Ucrania, por su parte, no tiene buenas opciones. Aunque la administración Trump está trabajando con funcionarios ucranianos para “refinar” el plan -incorporando prioridades como garantías de seguridad y soberanía política-, la influencia negociadora del país es limitada. Después de todo, Ucrania sigue dependiendo totalmente de Occidente para financiar y armar su defensa; la situación sobre el terreno favorece actualmente a Rusia; y Ucrania se enfrenta a graves limitaciones de mano de obra. Para empeorar las cosas, el gobierno del Presidente ucraniano Volodymyr Zelensky está inmerso en un escándalo de corrupción de alto nivel.
La lucha de Ucrania se presenta, incluso por parte de Zelensky, como una defensa de los valores democráticos y el derecho internacional, y con razón. Pero Ucrania lleva mucho tiempo luchando contra la corrupción. Aunque se hicieron progresos en este frente tras la revolución de Maidan de 2014, la guerra abrió nuevas oportunidades para el soborno, en particular entre el círculo íntimo de Zelensky.
Muchos miembros de este club de élite estaban siendo investigados por los organismos independientes de control de la corrupción de Ucrania, la Oficina Nacional Anticorrupción de Ucrania (NABU) y la Fiscalía Especializada Anticorrupción (SAPO), en julio, cuando Zelensky impulsó una legislación que los perjudicaría. Probablemente pensó que los ucranianos y sus aliados europeos estarían demasiado centrados en la guerra como para prestarles demasiada atención. Pero se equivocó. La reacción popular fue tan fuerte que el gobierno no tuvo más remedio que dar marcha atrás.
Ahora, la NABU y la SAPO han descubierto una trama de malversación de fondos en Energoatom -el consorcio estatal que gestiona las centrales nucleares de Ucrania- dirigida por Timur Mindich, antiguo socio de Zelensky. Varios altos funcionarios están implicados, entre ellos el ahora destituido ministro de Justicia, German Galushchenko, el ex viceprimer ministro Alexei Chernyshov y el actual secretario del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa, Rustem Umerov. Zelensky afirma que no sabía nada de la trama.
Tras estallar el escándalo, algunos funcionarios europeos pidieron más transparencia en la asignación de fondos a Ucrania. Pero los dirigentes de la UE se han abstenido hasta ahora de condenar duramente a Zelensky, por temor a que las revelaciones se utilicen para imponer a los ucranianos unas condiciones de paz inaceptables en un momento en que los procesos democráticos formales en Ucrania están suspendidos por la ley marcial. En su lugar, la UE se ha centrado en presentar una contrapropuesta al plan de Trump, que no descarta la posibilidad de ingresar en la OTAN y pospone las negociaciones sobre intercambios territoriales hasta que se haya instaurado un alto el fuego.
Los teóricos de la conspiración hacen horas extras. A pesar de mostrarse sorprendido por el plan de paz de Trump, el canciller alemán Friedrich Merz lo conocía un mes antes de su publicación, lo que algunos han utilizado para sugerir que las revelaciones sobre corrupción formaban parte de un complot europeo para aumentar la dependencia de Zelensky de la UE. También hay informes contradictorios sobre la influencia de Umerov en la propuesta estadounidense -en concreto, la cláusula que concedería “amnistía total” a todas las partes por sus “acciones durante la guerra”.
Es muy posible que Zelensky consiga convencer a los líderes europeos de que sigan centrados en el “verdadero enemigo”: Rusia. Pero nuevas revelaciones sobre corrupción no harán sino debilitar su posición en Ucrania, donde ya se están gestando protestas, y en las negociaciones con Estados Unidos. En última instancia, serán los ucranianos de a pie quienes paguen el precio. Putin obtendrá logros significativos, si no todo lo que quería, y Trump podrá declarar que él y sólo él puso fin a una guerra de desgaste. Copyright: Project Syndicate, 2025.
Nina L. Khrushcheva, profesora de Asuntos Internacionales en The New School, es coautora (con Jeffrey Tayler) de In Putin’s Footsteps: Searching for the Soul of an Empire Across Russia’s Eleven Time Zones (St. Martin’s Press, 2019).