Un año sin primavera

Opinión
/ 22 marzo 2025

Están cerrados los ojos de Anselmo. No los abre desde que empezó la primavera y ya estamos en septiembre. Está haciendo su entrada el otoño. Cyntia, la enfermera, ve, con asombro, que hay un leve parpadeo en el rostro de su paciente.

Mucha luz entra por la ventana. Los ojos de este hombre -en coma- llegan a abrirse totalmente en este hospital. Ve Cyntia un bostezo largo en su boca, seguido de un estiramiento de brazos. Ve cómo se incorpora con dificultad Anselmo.

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En la pared de enfrente hay un calendario de hojas que se arrancan. Hay un gran número impreso. Hoy es ya 23 de septiembre. La enfermera ha salido con rapidez. Va a dar la noticia al médico de guardia.

El último recuerdo de Anselmo se remonta al mes de marzo. Recuerda que la enfermera comentó: “Mañana empieza la primavera”. Empezó su sueño y, ahora que despierta, se encuentra viviendo un año que, para él, no ha tenido primavera.

Entra precipitadamente el médico sorprendido. No dirige ninguna palabra al recién despertado. Lo recuesta. Solo mide su pulso, su presión, su temperatura y con una lámpara arroja luz directamente a sus ojos.

“Hola”, dice Anselmo, “¿me encuentro mejor que ayer?”.

“Hola”, le responde el médico, sus síntomas son normales. Está usted perfectamente sano. Le espera vivir un buen otoño porque hoy podrá usted irse a su casa”.

La ropa, en el veliz de Anselmo, es ropa muy ligera y ya empieza a soplar, afuera, un viento que se pasa de fresco a frío. Le han hablado a su esposa Andrea y ya van juntos a tomar el taxi que los espera.

Conoce bien Anselmo estas calles. Le comenta Andrea que, durante el tiempo de su coma, hicieron en la ciudad un nuevo puente y han derruido edificios viejos.

Ya en casa, tomando un té en la terraza, la esposa de Anselmo responde las preguntas que él hace para irse enterando de tantos eventos, cambios y novedades que se han ido sucediendo en un semestre.

Hay deudas ya pagadas. Nuevos árboles en el jardín. Virginia y Erik, sus hijos, han venido, desde la universidad lejana, a pasar unos días en el hogar.

Notan los jóvenes una actitud cordial y gozosa en su padre, acostumbrados a verlo malhumorado, antes del coma. Andrea disfruta con él una conversación amistosa que, hace tiempo, no tenían,

La primavera perdida ha resultado una ganancia. Anselmo ha vuelto de su coma como si hubiera renacido su alma. Vive un año sin primavera; pero se complace respirando, en familia, un tibio aire primaveral de cariño y comprensión...

Afuera caen ya las primeras hojas otoñales...

TÉ CON FE

-La contaminación ambiental, ¿nos está enfermando?

-Esto no es tolvanera. Tampoco es neblina. El cielo, por la contaminación, no es tan azul. La ciudad pide, a gritos, electricidad limpia en lugar de gasolina tóxica...

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