Un día más de gloria para la Catedral de Santiago del Saltillo

Opinión
/ 28 enero 2024

Construida en el siglo 18, la Catedral de Saltillo vive hoy su tercer siglo. La llegada de los españoles y la fundación de la Villa del Saltillo en 1577 o probablemente unos años antes, quizás una década, marcó el inicio de la pequeña población conforme lo mandaban las ordenanzas de la Corona. Se delimitó lo que sería la Plaza de Armas y de ahí se partió: el lugar para las llamadas casas reales y el asiento de la autoridad civil; en el lado opuesto, al oriente, el lugar de la autoridad religiosa, el terreno para la parroquia y el cementerio, y más abajo los solares destinados a vivienda y huerta para los primeros pobladores que asistieron a la fundación de la villa; del lado sur de la plaza se marcaron las viviendas y el lado norte se destinó para él los comercios.

Se levantó un pequeño templo parroquial bajo la advocación de Santiago y se confió la villa a su protección como santo patrono de la Villa de Santiago del Saltillo. Y corrió el tiempo, y unos pocos años después se trajo a los tlaxcaltecas para apoyo y auxilio de los pocos españoles que quedaban establecidos en la villa y les fueron cedidas las tierras de más allá, al poniente de las casas reales, donde los tlaxcaltecas establecieron sus viviendas y sus huertos y ayudaron a los franciscanos a construir el convento y el templo de San Esteban. De esa manera convivieron como vecinos españoles y tlaxcaltecas. Hasta que los dos poblados se fusionaron en uno solo con el nombre de Saltillo.

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Poco antes de la mitad del siglo 18, los españoles decidieron modificar su templo parroquial. Al lado norte se había construido ya el magnífico templo del Santo Cristo de la Capilla y la parroquia lucía muy modesta y deteriorada después de casi dos siglos. El párroco del momento decidió hacer un gran templo que sirviera de asiento a la parroquia de la villa. Y su construcción tardó 55 años, hasta que se hizo la bendición el 21 de septiembre de 1800, habilitando al templo para el culto religioso, aun cuando faltaba terminar la parte más alta de la portada y la torre.

Varios libros han dado cuenta de la historia de ese templo que pasó de ser una humilde parroquia a ser una catedral, es decir, la sede del Obispo y el asiento de la Diócesis de Saltillo; libros que lo enfocan desde diversas perspectivas, como la edificación arquitectónica y los diversos símbolos estampados en sus majestuosas fachadas, techumbres, cúpulas, puertas... la riqueza de su patrimonio artístico-religioso, las distintas restauraciones y los cambios internos de su sacristía, el bautisterio y la capilla dedicada a la Virgen de Guadalupe.

El pasado jueves 25 fue un día glorioso para nuestra catedral al salir a la luz un libro que la ve con ojos diferentes. Escrito por una experta en arte religioso, Ana Isabel Pérez Gavilán Ávila y Juan Carlos Delgado, un joven presbítero católico con estudios y méritos suficientes para establecer un diálogo entre la historia, el arte y el simbolismo religioso que se congregan en perfecto maridaje en el templo católico para formar un monumento a la fe católica.

Lo anterior en cuanto al contenido. Y lo demás, se lo dio Quintanilla Ediciones. Esta casa editorial, con 13 años de trabajo en la región y dirigida por Dolores Quintanilla, le dio un soporte muy particular y le proporcionó los elementos artísticos, gráficos y editoriales necesarios para conformarle su carácter de libro de colección. Cabe felicitar a la directora del sello y al equipo que participó en la hechura de La Catedral de Saltillo. Un diálogo desde el análisis iconográfico y la cultura católica. Bellamente ilustrado con fotografía de Germán Siller Valadez; diseño de Jazmín Esparza Fuentes; y el trabajo de Valdemar Ayala Gándara, editor de contenido y Miguel Gaona, coordinador de Producción, llevaron a buen puerto el libro.

La Catedral de Saltillo, a 250 años de iniciada su construcción, levanta hacia los cielos el orgullo de sus torres y muestra la inquebrantable firmeza de sus ciclópeos muros a las rachas de todas las dudas, de todos los cismas, de todas las luchas, segura de que en ella se estrellarán, porque en el misterio de sus naves arde la hoguera de la fe.

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